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po, exigía que no se emplease la violencia; que incluso no se deseara que el otro fuese sino como Dios quería que fuese: Cuando los hombres te ocasionen dificulta– des "ámalos como son y no quieras que sean de otra manera, sino en la medida en que el Señor te lo conce– diere. Más aún, ámalos precisamente por eso, y no ali– mentes el deseo de que -para complacencia tuya- se hagan mejores cristianos" 25, Nuestra aspiración sería, pues, ésta: hacer ver aún al hombre incrédulo -,-si conserva todavía un alma no– ble-, que Francisco puede muy bien ser un medio de salvación para nuestro tiempo. Pero, también para esto hay sólo un camino: No encubrir las singularidades, ni menos aún las asperezas del Santo, sino describirlas, sacar a plena luz el inago– table fondo de encendido amor que las sustenta, y des– de allí hacer ver los valores por los que, a pesar de todo, sienten nostalgia muchos hombres de hoy. Al lado de Francisco, a pesar de la incomprensible grandeza de sus empresas, éstas se presentan como posibles y llenas de atractivo. Porque el hombre queda totalmente com– prometido en ellas y porque en él y en torno a él se descubre otro horizonte más amplio, en el cual puede realmente respirar el hombre: el amor de Dios. 11 Hablar de Francisco or(lndo... Una última advertencia preliminar. Es arriesgado entrar en tratos con Dios. También es arriesgado tener trato con los santos. No se puede estudiar ni describir seriamente a un santo, ni se pueden alabar las maravillas de la gracia que en él acontecieron y a la que él correspondió hasta la heroicidad, sin que, al mismo tiempo, haya que aguantar 28

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