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Pero era inevitable que algunos no lograsen alcanzar ,esta prudente moderación. Allí donde se luchó contra la atenuación del ideal -entre los espirituales exaltados- se agudizó el peli– gro que encerraba el ideal de Francisco. Se desataron aquellas luchas que fueron una afrenta para el ideal al que pretendían defender: el ideal del absoluto idea– lismo de San Francisco dentro de la religión del amor. Estos hombres no tuvieron fuerza para defender ,este ideal como Francisco lo había hecho: callando, aguan– tando, obedeciendo. En su fanatismo religioso dieron el paso hasta la rebelión activa. No se les puede disculpar. Pero ellos ponen de ma– nifiesto la profunda problemática que contiene el jdeal de Francisco, mientras los hombres ,sean hombres y no ángeles. :m Atractivo y salvación para nuestro tiempo No ofrecería especial dificultad enumerar ahora, desde el punto de vista de un creyente cristiano, lo que le falta al mundo de hoy y lo que éste puede encontrar en Francisco, y darse así por satisfecho. Pero, eso estaría poco conforme con la manera de ser de San Francisco. Porque, en primer lugar, esto no implicaría compromiso ninguno. Además, tendría bien poco de aquella respetuosa e interna libertad del Santo con la que veía a los mismos infieles dentro del plan de salvación. Tendría muy poco de aquella amorosa reserva que sabe muy bien que, muchos que nos parecen a nosotros miembros del diablo, algún día llegarán a ser discípulos de Cristo 2s, Poco de la mesura de aquél que, por una parte, se entregaba con ardimiento a conquistar a todos para la fe cristiana; pero que, al mismo tjem- 27

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