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todo hay que estimarlo como nada, frente a lo único necesario, el Reino de Dios y su justicia. Se pide mansedumbre y obediencia, y soportar la injusticia, y renunciar a la fuerza y al dominio. Es ala– bada la pobreza, mientras que la riqueza se declara ser una amenaza de eterna ruina. Hay que perder la vida y no querer salvarla. No hay que odiar al enemigo, sino amarle como a sí mismo. No cuenta el reino de este mundo, sino el reino de los eternos tabernáculos. Y esta es 1a misión de San Francisco para todo tiem– po: Enseña['. a ver, una vez más, lo que constituye la esencia del Mensaje cristiano, su locura y su escándalo. Pero, enseñar a verlo como objeto de amor y capaz de hacer desplegar las energías más sublimes. No es fácil lograr esto. La vida sólo brota fuerte cuando uno se la juega. Y sólo se renueva cuando se entrega uno al sacrificio. 9 Francisco hombre "peligroso" Todavía encierra otros enigmas esta misteriosa figura. Francisco opera una profunda renovación del Cris– tianismo. Pero -hay que reconocerlo- constituyó tam– bién un peligro. La dinamita es siempre peligrosa. Y Francisco era dinamita. Su idealismo era absoluto, sin compromisos. Precisamente por eso, en más de una oca– sión, no tuvo la más mínima atención para las necesi– dades naturales de los hombres, ni para las exigencias sociales. Hizo saltar, con extremada audacia, el equili– brio de las fuerzas humanas y su modo de encauzar la vida dentro del acontecer histórico. Y sin duda es exacto decir que la Iglesia, con las limitaciones impuestas al ideal del Santo, salvó ,precisamente este ideal. 26

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