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5 No "exaltarse" ante Frnncisco Pero, nos encontramos todavía con otra dificultad. Estamos separados de nuestros antepasados de la Edad Media por multitud de experiencias. Muchas de estas experiencias han llegado a formar parte constitutiva de nuestro modo de ser; lo cual hace difícil para el hombre actual el comprender adecuadamente la Edad Media y entrar en fructuoso diálogo con ella. Sólo un dato, para no saljrnos del campo religioso : el desenvolvimiento de los últimos ocho siglos ha robado a los hombres muchas ilusiones. Cuando, ya en vida de Francisco y, sobre todo, después de su muerte, la im– ponente originalidad de su figura entró en la conciencia de Occidente, en la conciencia de una humanidad que precisamente en los siglos 11-12 había logrado la ple– nitud de su personalidad colectiva y había encontrado su propia forma de e~presión, era entonces esta concien– cia tan joven, tan libre aún de desilusiones, que los hombres todavía podían creer en un cambio repentino y definitivo de la Cristiandad, que llevase a ésta a la plena e integral realización del Reino de Dios. Con nostalgia en el alma leemos en Celano la espe– ranza, casi la vivencia, de esta nueva transformación de la Iglesia hacia su plenitud, por obra de Francisco. Hoy día la historia, dirigida por Dios, nos ha hecho más cautos. ¡Y con razón! Sabemos que no se da nin– guna conversión general y repentina, y que el retorno a Dios nunca será definitivo en este mundo, como Fran– cisco y sus contemporáneos podían creer todavía. Cierto que toda grandeza humana será siempre algo impresionante para los hombres. Y sin duda que pocas figuras de santos podrán hablar tan fácilmente y en for– ma tan inmediata a los hombres actuales como podría hacerlo Francisco de Asís. Ni hay nada más fácil que hablar de Francisco con unción, con entusiasmo y en 16

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