BCCCAP00000000000000000000454

6 Prefacio queda infecundo; pero si muere da mu– cho fruto. El que ama su vida, la pierde; el que odia su vida en este mundo, la guardará para la vida eterna" (Jn. 12, 24-25). Cada biografía ha sido enriquecida con declaraciones de los testigos que conocieron a los propios mártires y vi– vieron y sufrieron las mismas vicisitu– des históricas que ellos. Estas historias nos interpelan hoy a nosotros. La vida de estos mártires, su mensaje, su testi– monio, su muerte heroica son una lla– mada a nuestra conciencia, a nuestra fi– delidad y seguimiento de Cristo y del evangelio. No son personas desconoci– das, tampoco pertenecen a un pasado histórico sin más, tienen voz y rostro bien definidos, son personas vivas, ac– tuales, que nos hablan con la audacia y el valor de la verdad y su decidido amor por la justicia. Como dice la Vita Con– secrata al hablar del testimonio proféti– co ante los grandes retos: "En este siglo, como en otras épocas de la historia, hombres y mujeres consagrados han da– do testimonio de Cristo, el Señor, con la entrega de la propia vida. Son miles los que obligados a vivir en clandestinidad por regímenes totalitarios o grupos vio– lentos, obstaculizados en las activida– des misioneras, en la ayuda a los po– bres, en la asistencia a los enfermos y marginados, han vivido y viven su con– sagración con largos y heroicos padeci– mientos, llegando frecuentemente a dar su sangre, en perfecta conformación con Cristo crucificado" (86a). Estos mártires de la provincia capu– china de Valencia encarnan divinamente la esencia de la espiritualidad francisca– na en su ideal de seguir a Cristo pobre y crucificado. San Francisco, al tener no– ticia del martirio en Marruecos de cinco de sus compañeros, no pudo menos de exclamar: "¡Ya puedo decir que tengo cinco auténticos hermanos menores!". El Pobrecillo de Asís había deseado rei– teradamente el martirio, hasta el punto que se le ha llamado "el hombre que no consiguió hacerse matar". Envió a sus hermanos, con licencia de sus ministros, a misionar entre los sarracenos y otros infieles. Y dice en su 1 ª Regla: "Y todos los hermanos, dondequiera que estén, recuerden que se dieron y abandonaron sus cuerpos al Señor Jesucristo. Y por su amor deben exponerse a los enemigos, tanto visibles como invisibles, porque dice el Señor: quien pierda su vida por mi causa, la salvará para la vida eter– na" (Le 9, 24). El P. Gemelli, ha sintetizado el ideal franciscano en estas dos bellas palabras: "Hombres crucificados". La historia franciscana es buena prueba de ello. También la historia capuchina está in– jertada en este riquísimo filón martirial (san Fidel de Sigmaringa, Beatos Aga– tangel y Casiano, mártires de la revolu– ción francesa, mártires polacos y ahora

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz