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_____ 11. TEMAS EN TORNO A MI PENSAMIENTO CRISTIANO Lo primero que llama la atención en este pasaje evan– gélico es el hiriente contraste entre lo viejo que fue: «ojo por ojo, diente por diente», y lo nuevo que debe ser: «amad a vuestros enemigos, orad por los que os persiguen...». Lo segundo es el modelo que Jesús puso ante los su– yos: el Padre celestial, que luce su sol sobre los buenos y malos, que a todos hace bien. Advierte que lo propio del Padre celestial es ser pura liberalidad, pura dona– ción. Sin merecimiento alguno por parte nuestra nos ha amado. No porque éramos buenos, sino para hacernos buenos. Oye estas palabras con las que San Pablo declara por qué Dios hizo al mundo el supremo don de su Hijo: «Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, y estando nosotros muertos por nuestros delitos, nos dio vida por Cristo y nos resucitó y nos sentó en los cie– los por Cristo Jesús, a fin de mostrar en los siglos venide– ros la excelsa riqueza de su gracia por su BONDAD HACIA NOSOTROS EN CRISTO JESÚS» (Ef 2, 4-7). Qué duro, pero qué verdadero San Pablo al decirnos que «estábamos muertos por nuestros delitos». Y sin em– bargo, el Padre celestial, rico en bondades y nada más que por esto, nos envió a su Hijo. Para redimirnos, para sal– varnos, para hacernos buenos... Digámoslo con el lenguaje filosófico de moda: para crear en nosotros valores. U na réplica, aunque desvaída, de este amor es el amor de la madre. ¿No has advertido que el amor materno más que suponer valores en el hijo, tiende a crearlos? Así lo expresaba la carta sencilla, pero honda, de aquella madre que, escribiendo a su hijo, le decía: «Mira, hijo. Ten cui– dado para otra vez de la falta de ortografía que has puesto. Tu madre te quiere perfecto en todo». En este insignifican– te pormenor vemos reflejado el ideal que toda madre lle– va consigo desde el día que sintió sus entrañas cargadas con un dulce peso: hacer de su hijo un hombre, un cristia– no, un santo. ¿Ha habido algún hijo, preguntaba el cardenal Mercier, que haya realizado el ideal que para él soñó su madre? La madre sueña un ideal para su hijo y sufre y se desvela para que este ideal no se malogre. De un peda– zo de carne, traído al mundo entre dolores, poco a poco va plasmando al héroe de que hablará la historia... La madre rememora de lejos la Bondad de Dios. De pecadores, enemigos suyos, esta divina Bondad nos va ha– ciendo con sus dones a su imagen y semejanza. Ya en el día de la creación Dios creó al hombre con estas prerro– gativas. En la nueva creación espiritual que se realiza en el bautismo, renace el nuevo hijo de Dios. Todos sabe– mos que esta filiación es algo más que un mero nombre adoptivo. Es ,participación de la naturaleza divina», se– gún el texto dogmático de la carta de San Pedro (2, Pe 1, 4). Y toda esta dulce realidad misteriosa es debida {mi– ca y exclusivamente: porque Dios es rico en misericordia. Por el gran amor con que nos amó. Por su BONDAD... Ahora, después de haber reflexionado en el modelo que Jesús ha puesto ante ti -no es otro que su mismo Padre celestial-, medita en lo que a ti te pide: «Amad a vuestros enemigos... Porque si amáis a los que os aman, 26/SUPLEMENTOS ANTHROPOS Formas fundamentales del amor ___________ ¿qué recompensa tendréis? Y si saludáis solamente a vues– tros hermanos, ¿qué haréis de más...?». Cristiano. Caballero conferente. Según el mandato de Jesús, por el camino de la vida no has de ir repartiendo sonrisas solamente a los que son tus amigos. Esto lo hace también el camarada incrédulo y el contertulio de café. El evangelio te pide más. Que ante el necesitado tú no mires si es amigo o enemigo. Haz– le bondades ¿Lamentas en él pecado? Nuevo motivo para acercarte al caído en la peor esclavitud. ¿Cosechas ingra– titudes? Recuerda la palabra de Jesús: «si amáis a los que os aman, qué recompensa...». Es de viles perdonar el insulto del esclavo, sentencia la ética pagana de Aristóteles. Jesús le contradice: No sólo no es vil. Es obligatorio hacer el bien a aquellos que nos persiguen y calumnian. Llegamos aquí al santuario del amor cristiano. Tal vez, ni tú ni yo, lector, tengamos la fuerza necesaria para pene– trar en él. Aceptemos, al menos, que es este el ideal que Jesús nos señaló: pero ideal obligatorio. Y Jesús que dijo un día ser su yugo suave y su carga ligera, nos dará la gracia con– fortante para cumplir con alegría la penosa obligación para nuestro egoísmo de hacer el bien hasta a nuestro enemigo. Como Jesús, que no rehuyó el beso de Judas. Que per– donó al discípulo cobarde. Que abrió las puertas de su cielo al ladrón que expiaba maldades... AMOUR PERSONNEL ET IMPERSONNEL CHEZ SAINT BONAVENTURE* Otro incidente de mi vida intelectual aportó nueva clari– dad a mis reflexiones sobre el amor. Me refiero a la tesis histórica de Z. Alszeghy, al proponer un contraste entre el amor personal practicado por San Francisco y el pen– sado de modo impersonal por San Buenaventura. La auto– ridad del teólogo y los méritos por la obra en que formulaba esta tesis, Grundformen der Liebe. Die Theorie der Gottesliebe bei dem hl. Bonaventura, Roma, 1946, me incitaron a meditar sobre la misma. Pude ver entonces a mejor luz las múltiples conexiones entre los místicos cristianos y el neoplatonismo en el tema del amor. Como programa de estudio damos Íntegro este breve artÍculo. (Mi texto español fue publicado posteriormente en Estudios Franciscanos, 72 [1971], 346-354). Le théme de l'amour est devenu tres sensible a partir des analyses et des descriptions qu'en a faites l'école phé– noménologique. On n'a cependant pas toujours pris une pleine conscience de ce probleme. De nombreuses études sur la charité se fondent néanmoins de préférence sur cer- '' Actes du Col/oque Saint Bonaventure, Parfs, 1968, 191-203. 95

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