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_____ 11. TEMAS EN TORNO A MI PENSAMIENTO CRISTIANO El estudio de la «storgé» o del «amor-cariño» en Sófo– cles tan sólo está iniciado con este trabajo. Pero estamos seguros que este breve esbozo habrá puesto ante el lector la delicada riqueza de matices que el gran trágico griego supo sentir y llevar a la escena. La obra purificadora que la tragedia debía actuar, la «kátharsis» trágica, tan ponde– rada por Aristóteles, nunca, creemos, estuvo a mayor al– tura que en los sublimes momentos en que Sófocles llevó ante los espectadores las realísimas escenas en las que este amor, tan hondo y tan emotivo, se ha manifestado en toda su ternura e intimidad, silencio y entrega. NOTAS l. Ha desarrollado este tema, sobre todo, en las obras siguientes: Wésen und Formen der Sympathie, Francfort a.M., 1948, 5." ed.; Das Ressenti– ment im Aufbau der Mora/en, en Wom Umsturz der Werte, Berna, 1955, 4." ed.; «Die christliche Liebensidee und die gegenwartige We!t», en Vom ewigen im Menschen, Berna, 1955, 4." ed.; «Liebe und Erkentnis», en Schrif ten zur Soziologie und Wéltanschauungslehre, Berna, 1963, 2." ed. 2. A. Nygren, Eros und Agape. Gestalwandlungen der christlichen Lie– be, Gütersloh, 1954, 2ª ed. Entre la multitud de estudios sobre este gran tema anotamos los más principales: C. Spicq, Agape dans le Nouveau Testament, 3 vol. París, 1958-1959; V. Warnach, Agape. Die Liebe als Grund– motiv der neutestamentlichen Theologie, Düsseldorf, 1951; Z. Alszeghy, Grundformen der Liebe. Die Theorie des Gottesliebe bei dem hl. Bona– ventura, Roma, 1946; M. Nedoncelle, ¼rs une philosophie de l'amour et de la personn'e, París, 1957. 3. Para nuestro estudio hemos utilizado la edición griega de A.C. Pearson, Oxford Classical text y la de A. Dain en Les belles lettres. La traducción de los textos la tomamos de l. Errandonea, Sófocles. Trage– dias completas, Madrid, Crisol, 1964, 5ª ed. Nos hemos servido igual– mente de los siguientes estudios generales sobre Sófocles: A. Maddalena, Sofocle, Turín, 1959; Karl Reinhardt, Sophokles, Francfort a. M, 1943, 2ª ed. A. Muller, Aesthetischer Kommentar zu den Tragodien des Sopho– cles, 2 Aufl., Paderborn, 1913, 2ª ed.; l. Errandonea, Sófocles y su teatro, 2 vol., Madrid, 1942. 4. Lev 20, 12; Dt 5, 16; Mt 19, 19; Me 7, 10 y 10, 19; Ef 6, 12. 5. Traquinias, 1.177-1.778. 6. Cf. Cario del Grande, Hybris. Colpa e castigo nell'espresione poeti– ca e litteraria degli scrittori della Grecia Antica. Da Omero a Cleante, Nápoles, 1947. 7. Edipo Rey, 1.398-1.401. 8. Ibíd., 407. 9. Edipo en Colono, 1.671. 10. Ibíd., 1.275-1.279. 11. Ibíd., 1.405-1.413. 12. 2 Cor 6,12; 7, 15; Flp 1, 8: 2, l; Flm 7, 12 y 20. 13. Antígona, 1.064-1.066. 14. Ibíd., 510-517. 15. Ibíd., 517. 16. Ibíd., 511. 17. Edipo Rey, op. cit., 435-436. 18. Ibíd., 436. 19. Ibíd., 438. 20. Ibíd., 1.189. 21. Electra, 341-342. 22. Ibíd., 530-533. 26/SUPLEMENTOS ANTHROPOS Formas fundamentales del amor ____________ NOTA ACLARATORIA EN 1990 AL EDIPO DEL PSICOANÁLISIS DE FREUD Mi reiterado recuerdo de Edipo en este estudio me obliga hoy, veinte años después de su publicación, a comentar brevemente la interpretación que ha dado a esta figura el psicoanálisis de Freud. Desde una filología que se atenga al rigor de los vocablos griegos, la tesis de Freud parece inconsistente. La lectura serena del texto pone en claro que la reina de las tragedias griegas por su kátharsis, Edi– po Rey, gira en torno a un doble gozne: el destino que obliga a Edipo a ser incestuoso parricida y el horror que siente Edipo ante la mera posibilidad de tamaño crimen. Edipo, condenándose a quedar ciego y retirándose a Co– lono para venir a ser la salvación de aquella tierra, es más bien símbolo del salvador esperado a lo largo de la histo– ria humana. No símbolo de un monstruoso desorden. En psicoanálisis tal vez el horror y la tendencia pudieran re– clamarse. La fenomenología, que se atiene a las cosas, a lo que intuitivamente se ve, los describirá siempre como vivencias opuestas. INSTRUMENTO DE LA BONDAD DE DIOS De mis reflexiones en la década 1960-70 me es grato dejar constancia de mi primera manifestación pública sobre las formas fundamentales del amor. Tuvo lugar en una alocución a los Caballeros de las Conferencias de San Vicente de Paúl, día de la Inmaculada, 1962. Como María, todo conferente debía ser concha que recogiera el buen vino de la cepa celeste para verterlo en caridad sobre tanta alma necesitada. Fue entonces cuando, para mejor orientar en la praxis de la caridad, me detuve a describir, por primera vez, las cuatro formas fundamentales del amor. Por su alta significación en mi vida mental, acoto aquí las páginas más esenciales: CARIDAD «Ubi caritas et amor, Deus ibi est», canta la Iglesia en el día de Jueves Santo. En el cristianismo el amor es la primera palabra y la última. Porque «allí donde está la ca– ridad y el amor, está Dios». Pero es necesario no confundir la caridad cristiana con sus remedos y falsificaciones. Para diferenciarlos netamente me voy a valer de unas palabras, tomadas de la lengua grie– ga. Por favor, no pienses que te voy a preparar para el pre– universitario. Eso queda para tu chaval. Las tomo de esa lengua porque, pese a que se nos venga repitiendo eso de 93

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