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_____ 11. TEMAS EN TORNO A MI PENSAMIENTO CRISTIANO En este pasaje Sófocles usa dos veces el verbo cpúco. La primera, en aoristo segundo con su peculiar sentido in– transitivo; la segunda, en aoristo primero con plena sig– nificación activa. Tiresias se aplica a sí mismo el aoristo segundo; el primero le sirve para acentuar la dependencia de Edipo respecto de sus padres. En versión literal dice así a Edipo: «Hemos nacido ecpuµi,v necios a tu parecer. Pero cuerdos para los padres que te engendraron, yoveOot 8: oí o'eq>voav». Los dos aoristos ecpuµev y eq>uoav frente a frente, desvelan dos situaciones bien distintas: la ficción de Edipo que cree a Tiresias nacido necio, y la terrible realidad, impensada por Edipo, de su verdadera genera– ción. Para defenderse Tiresias, le hubiera bastado argüir contra Edipo que para sus padres era cuerdo. Pero añade con redoblada intención: «para los padres que te engendra· ron». Ya la palabra yovi,Oot, que Sófocles utiliza siempre en plural, bastará para indicar la vinculación genética de Edipo. Pero el tema trágico adquiere mucho más relieve al añadir de modo expreso que se trata de los «padres que le engendraron». El pasaje sube aún más de tono si se advierte que en este momento por primera vez cruza por la mente de Edi– po la posibilidad de su crimen abominable: el haber ma– tado a su padre. Es lo que trasluce su respuesta al adivino: «¿Qué padres? Espera: ¿quién es el que me dio el ser?». En esta pregunta Sófocles se vale del verbo derivado &Kq>Úro. La expresión en griego es toda concisión y hon– dura: -rú; oé µ' éKcpúet l3po-réov. 18 Su versión directa se– ría: «¿Quién, pues, de los mortales me ha engendrado?». La respuesta a esta pregunta será la gran calamidad que sobre Edipo se avecina. Tiresias, que se siente victorioso en la pelea, le dice sin compasión: «Este día te va a dar tu verdadero ser y a quitártelo». 19 El verdadero ser de Edipo es ser hijo de Layo, a quien mató. Y hoy lo va a saber. Con ello Edipo lo va a perder todo. Si de la infausta Tebas nos trasladamos ahora a la pláci– da aldea de Colono y nos acercamos al pobre y desterrado Edipo, querido y consolado por sus inocentes hijas, po– dremos oír la delicada reconvención que Antígona dirige a su padre, porfiándole para que admita a su presencia a Polinices, pese a su mala conducta. «Tú lo engendraste, pa– dre,,, le dice. «Ni aun cuando te hubiera hecho las injurias más abominables, fuera razón que tú lo maltrataras en pago. Déjalo, pues, que venga; también otros han tenido hijos malos y vivos resentimientos, y con todo se han dejado amansar...» 20 En este momento de alta tensión entre el odio paterno de Edipo y el cariño fraterno de Antígona que intercede, ésta no tiene mejor motivo que alegar ante su iracundo padre que estas dos palabras ecpuoai:; aü-róv, es decir: «lo engendraste,,. De nuevo el verbo cpúco apunta aquí a la más Íntima y radical de las vinculaciones humanas. Complemento de este análisis es el pasaje de Electra, en el que se contrapone el verbo cpúco a 'tÍK'tCO. Por el pri– mero se significa la actuación propia del padre. Mientras que 'tÍK'tCO señala la obra de la madre, que da a luz la si– miente paterna recibida y desarrollada en sus entrañas. Estos dos verbos dan la trama de la desgarrada trage- 92 Formas fundamentales del amor ____________ dia de Electra. Según las antiguas concepciones, el agente transmisor de la vida es el germen paterno al que colabo– ra la madre, desarrollándolo y dándolo a luz al tiempo de la madurez. De aquí la primordial valía del padre fren– te a la madre. Desde esta situación ideológica se nos hace claro el re– proche de Electra a su hermana Crisótemis, despreocu– pada de vengar la muerte de su padre y viviendo tranquila con su madre, asesina de él, juntamente con su amante Egisto. He aquí las palabras de la reconvención de Elec– tra a su hermana: «Cosa fuerte, por cierto, que, siendo hija del padre que te engendró, te olvides de él y, en cam– bio, te cuides de la que te dio a luz». 21 La fuerza del original griego es extraordinaria en esta ocasión. Contrapone la expresión: oú ou na'ii:; ecpui:;, es decir, «del que naciste hija», a esta otra: -rfii:; 8s nK-roúoni:;, es decir, «de la que te parió». Esto segundo, el parto, pare– ce carecer de importancia ante el hecho primario y gran– dioso de la transmisión de la antorcha de la vida, vinculada al germen paterno. Los verbos cpúco y 'tÍK'tCO, contrapuestos aquí, nos in– troducen en las más hondas vinculaciones humanas: la paterna y la materna. Pero tiene primacía la función pa– terna de cpúco sobre la materna de 'tÍK'tCO. Concluimos este análisis, contraponiendo a 01teípro y -ríK-rro, como ya lo hicimos respecto de q>Úúl y 't"ÍK'tffi. Es en la tragedia Electra donde hallamos este nuevo pasa– je de contraposición. Clitemnestra, para justificar su crimen contra el espo– so, recuerda sus dolores maternos por Ifigenia, sacrifica– da en Aulis por su padre Agamenón. Encarándose con Electra, su hija, no repara en aludir a las fuentes de la vida con intencionado realismo. «Porque tu padre, le dice, ese, al que no cesas de llorar, fue el único entre los griegos que consintió en que tu hermana fuera inmolada a los dioses, como que no había sufrido al engendrarla los do– lores que yo pasé al parirla.» 22 También aquí los verbos andpúl y 't"ÍK'túl nos intro– ducen en el misterio de la generación humana, en cuanto participan en ella el padre y la madre. El mundo antiguo, carente de elementales nociones sobre genética, sobrees– timó la acción del padre sobre la de la madre. Más im– portante y radical fue trasladar este esquema al orden moral. La moral era entonces inescindible de la antropo– logía metafísica. Ésta imponía su norma directriz a aqué– lla. Ello explica que la moral impusiera mayores deberes al hijo, respecto del padre, que de la madre. Por ello, es injustificable Clitemnestra, pese a sus dolores maternos por Ifigenia. Y Electra tiene razón contra su hermana Cri– sótemis que se desentiende de la terrible obligación de ven– gar la sangre paterna, criminalmente derramada por su propia madre. Aunque este tema moral no cae dentro de nuestro estudio, hemos aludido a él en cuanto es una contra– prueba más de la vinculación en la sangre, entre padres e hijos, que llega hasta las raíces vegetativas del ser hu– mano. SUPLEMENTOS ANTHROPOS/26

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