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_____ 11. TEMAS EN TORNO A MI PENSAMIENTO CRISTIANO mos que aquí se halla la raíz de la abisal discrepancia en– tre Sartre y San Francisco. Éste sí se hizo niño por el rei– no de los cielos. Y Dios se lo recompensó con la ingenua lucidez mental que hoy, más que nunca, es la común ad– miración de todos. Sartre nunca comprendió lo que es ser niño. Fue demasiado hombre. Y desde su hombría ultraes– toica se encaró con la Nada, en sustitución de Dios, para dar su abrazo a La Náusea. Por el contrario, el alma de San Francisco se alzó a Dios, sintiéndose acompañado de la creación entera, cuya minúscula porción era contem– plada como espléndido reflejo de la Beldad divina. De don– de concluimos que si la suprema pasión de Sartre fue un «NO», perennemente reiterado, la más encendida emoción de San Francisco consistió en un «SÍ», hecho sustancia de su vida, por el que iba a Dios, que vino a ser para él todas las cosas: Deus meus et omnia. Dos mentalidades opues– tas nos han salido al paso. Hemos reflexionado sobre las mismas, no para condescender con lo que tiene de malsa– no una de ellas, sino para aprender el excelente método que se ha utilizado al proponerla. Y es hora de servirse de tan perspicaces análisis intuitivos para mejor describir .los altos estados de conciencia. NOTAS 1. Ermanno Ponzalli, Il concetto di santita ela spiritualita di San l'ran– cesco in Louis Lavelle, Roma, Laurentianum, 1986, p. 14, n. 3. 2. Véase G. Noioli, «Teología Espiritual», en Diccionario teológico interdisciplinar, Salamanca, Sígueme, 1982, pp. 27-61. 3. J. Ortega y Gasset, La «Filosofía de la Historia»de Hegel y la histo– riología, Obras Completas.... , t. rv, p. 524. 4. Dámaso Alonso, Poesía española. Ensayo de métodos y límites esti– lísticos, Madrid, Gredas, 1950, pp. 174-192. 5. D. Alonso cita como fuente la epístola Ad Marcellinum (Classis III, 138, cap. 1,5; PL. 33, c. 527), donde San Aguscín da razón de los cambios de Dios en la historia como un «modulador» que da variedad a su canto. En De Civitate Dei es la historia humana la que se nos mues– tra, superando sus antÍtesis «tamquam pulcherrimum carmen» (lib. XI, 18). San Buenaventura comenta el tema en In I Sent., d. 44, a. l., q. 3; In 11 Sent., d. 13, a 1, q. 2. 6. M. García Morente, Introducción a la filosofía, Madrid, Espasa– Calpe, 1943, lección II, p. 22. 88 Métodos filosóficos: escolástico y fenomenológico ______ 7. Eugenio d'Ors, Nuevo Glosario, IV, Madrid, Aguilar, 1949, p. 158. 8. John Milton, El paraíso perdido (con un estudio biográfico y crí– tico de F.R. de Chateaubriand), Madrid, Crisol, p. 115. El pasaje aludi– do de Milton en el lib. XI del poema. 9. M. Heidegger, Ser y tiempo (trad. de J. Gaos), México, FCE, 1951, p. 32. 10. E. Rivera de Ventosa, «El método gnoseológico de Zubiri»: "ate– nerse a las cosas"», Naturaleza y Gracia, 22 (1975), p. 268. 11. M. Heidegger, Sendas perdidas (Holzwege) (trad. de J. Rovira Ar– mengol), Buenos Aires, Losada, 1960, pp. 25-26. 12. J. Pijoan y J. A. Gaya Nuño, Summa Artis. Historia general del arte, vol. 23: Arte europeo de los siglos XIX y XX, Madrid, Espasa-Calpe, 1967, p. 242. 13. Ibíd., n. 33, pp. 172 y ss. 14. J. M~ Pemán, Las musas y las horas, Madrid, Crisol s.a., pp. 337-338. 15. J. Ortega y Gasset, Historia como sistema en O.C. ., op. cit., VI, p. 34. 16. J. Marías, Introducción a la filosofía, Madrid, Revista de Occi– dente, 1961, p. 134. 17. Ibíd., p. 176. 18. M. Schmaus, Teología dogmática, tomo 1: Trinidad de Dios, Ma– drid, Rialp, 1960, p. 26. 19. Cf. W Eichrolt, Teología del Antiguo Testamento, Madrid, vol. II, Cristiandad, 1975, pp. 59-76. 20. Cf. E. Gilson, L'esprit de la philosophie médiévale, París, 2ª ed., 1944, p. 50. 21. Cf. A. Sánchez Miguel, El lenguaje de Santa Teresa de Jesús, Ma– drid, 1915. V. García de la Concha, El arte literario de Santa Teresa, Bar– celona, Ariel, 1978. 22. Cf. Dámaso Alonso, La poesía de San Juan de la Cruz (Desde esta ladera), Madrid, Aguilar, 1946. (Admirable estudio que toda alma sensible a la estética religiosa debiera leer.) 23. Ibíd., pp. 151-179. 24. Prometedora se presenta la obra de Augusto A. Ortega, Ra– zón y teología y experiencia mística, Madrid, Editora Nacional, 1944. Pero en vez de abrirse a una mística descriptiva, pretende interpretar la vida mística, no desde la filosofía de la «essentia», como hasta ahora se ha hecho, sino de la filosofía del «esse,,. De nuevo más manipulación de conceptos que descripción y análisis de auténticas vivencias místicas. 25. Enrique Rivera [Feliciano de Ventosa], «Voluntarismo escotista frente al nihilismo sartreano», en Naturaleza y Gracia, 11 (1964), 73-96; «Los caminos de la libertad en J. Duns Escoto y J.-P. Sartre», en Acta Quarti Congressus Scotistici lnternationalis, Roma, 1978. 26. J.-P. Sartre, La Nausée, París, Gallimard, 1966, p. 179. 27. lbíd., p. 87. 28. Charles Moeller, Literatura del siglo XX y Cristianismo, Madrid, Gredos, 1955, II, p. 126. SUPLEMENTOS ANTHROPOS/26
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