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_____ l. VISIÓN CRISTIANA DE LA HISTORIA EN SUS TEXTOS un tradicionalismo estrecho casi hasta nuestros días. Sólo a partir del Vaticano II se ha tomado conciencia de este increíble desfase. Las palabras citadas de Pablo VI son un atestado de esta nueva conciencia. Pero hay que re– conocer que aún hoy día, debido a su precario historial, la visión cristiana de la historia no ha podido llegar a su madurez. Ni siquiera se sabe todavía qué nombre darle. En torno a cuestión tan importante, los pensadores cristianos optan en función de sus estudios preferidos. Los teólogos profesionales, que han llegado tarde a la explosión historiológica, desencadenada por Hegel, tien– den a estudiarla ahora desde los datos de la revelación. Hacen, por lo mismo, teología de la historia. Pero este es un saber esencialmente manco al tener que utilizar unos conceptos primarios y fundamentales que sólo la filo– sofía se los puede proporcionar. Facilitar el acceso a estos conceptos fue nuestro intento al publicar la citada obra, Presupuestos filosóficos de la teología de la historia. Por lo que atañe a los filósofos cristianos, como los italia– nos U. Padovani y M.F. Sciacca, y el argentino A. Catu– relli, rozan la teología pero no se adentran por ella, para aunarla con la filosofía y lograr así una visión plenaria de la marcha de la historia~ La manquedad de una filoso– fía cristiana de la historia es tan patente como la de una teología. Y si decimos esto de los pensadores cristianos, cree– mos que los pensadores laicos se hallan en peor situación, al tener que dejar marginados los últimos e ineludibles problemas que la historia suscita. Ejemplar en esta mar– ginación es la obra tan conocida de K. Jaspers, Origen y meta de la historia. Con entereza reconoce este reflexivo pensador que ignoramos tanto el origen como la meta de la historia. Es desconsolador, afirma. Pero es lo único atin– gible por la mente humana ante los datos históricos que • f tiene ante s1. Compartimos inicialmente la tesis de K. Jaspers. Pero de ella deducimos la necesidad de otra luz superior a la Fundamento bíblico de la visión cristiana de la historia La visión cristiana de la historia frente a la visión se– cularizada, tiene de propio, como ya se ha indicado, com– pletar la aportación de la razón con los datos y enseñanzas que propone la revelación. Ahora bien, la revelación se cierra con el último após- 26/SUPLEMENTOS ANTHROPOS Fundamento bíblico _______________ razón, que nos ilumine sobre el ignorado origen y meta de la historia. Ésta deja, por lo mismo, de ser enigma in– descifrable si, además de la razón, aceptamos los datos que la revelación aporta, la cual no elimina nada de cuanto podamos conocer por los métodos historiográficos. Pero los completa, adentrándonos en los designios de Dios, Se– ñor de la Historia. De todo ello concluimos que ni se da ni se puede dar una pura filosofía de la historia. Tampoco una pura teolo– gía de la historia. Ambas debieran aunar sus aportaciones en lo que con nombre modesto, pero lleno de contenido, podemos y debemos llamar: visión cristiana de la histo– ria. Por ser visión la historia debe asumir cuanto descu– bre la razón en el análisis de los hechos humanos. Lo exige hasta la etimología de la misma, pues se origina del ver– bo istoréo = observar, examinar, explorar. Por ser cristia– na tiene el respaldo de la revelación cuyo punto central es Cristo, Alpha y Omega de la historia. Reconozcamos, sin embargo, que esta visión cristiana de la historia, vivencia durante siglos, no ha llegado toda– vía a obtener una reflexión madura. Dominó, como he– mos dicho, el espíritu de sistema. El Vaticano II insiste en dar a la Iglesia el título de peregrina, siguiendo a San Agus– tín. En mis lecciones sobre el mismo ya insistía yo en ello. Pero esta mi insistencia me ha hecho ver el increíble salto que hay que dar desde San Agustín hasta el Vaticano II. Ahora el tema ha venido a ser «orden del día». Los últi– mos papas no cesan de ponerlo en relieve. Pese a tal eclo– sión, la visión cristiana de la historia, en cuanto saber reflexivo, no ha llegado a plena madurez. Nadie pensará haberla alcanzado, no obstante sus atisbos geniales, la atre– vida biogénesis en dirección al Punto Omega de P. Tei– lhard de Chardin. Su obra, en su misma grandeza, nos habla de algo inmaduro que está pidiendo entrar en sa– zón. Perdóneseme decir que estas notas de perspectiva his– tórica por textos memorables desearían colaborar a esa deseada madurez que auguramos para la visión cristiana de la historia. tol. De donde la imperiosa necesidad de acudir a la Biblia para asumir lo que la revelación enseña sobre la marcha de la historia. La división de la Biblia en Antiguo y Nuevo Testa– mento ha dado motivo a profundas reflexiones historio– lógicas que en su momento señalaremos. Ahora ambos Testamentos los tomamos como fuentes de las que ha be– bido la visión cristiana de la historia. Por lo que toca al Antiguo Testamento, con el que abrimos esta colección de textos, confrontamos el pensamiento bíblico y el pen– samiento clásico en cuatro contrastes, que pondrán más en relieve estas dos mentalidades. 7

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