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_____ 11. TEMAS EN TORNO A MI PENSAMIENTO CRISTIANO Quién nos diera que las cosas brillaran ante nosotros en perenne fiesta de «epifanía». Reconozcamos que es un me– recimiento inmarcesible de la fenomenología el intentar– lo por caminos de sencillez con su método. Lo declaramos ,,preclaro» en sí, es decir, todo lleno de claridad. Y ade– más, rezumando promesas de un pensamiento que ha de corregir los vuelos altaneros de la mente humana. Con intuición poética y franciscana Fermín de Mieza ha practicado este método desde el mismo título de su be– llo libro: «... y las cosas me hablaron». Cuánto dicen los puntos iniciales del estado latente de escucha, vivido en máximo silencio por el poeta, hasta que las cosas le ha– blaron. Y le dijeron lo que son. Él no tuvo más que ver. «Enseñar a ver» dijimos que era la meta del método feno– menológico. Cómo Fermín de Mieza ha vivido este mé– todo lo dicen bien estos versos de su primer poema: Ver cosas y casas, ver gentes, paisajes, ver. lkr niños y viejos, ver hormigas en hilera, ver. lkr a quien nos saluda, ver los ojos a quien hablas, ver. Y viendo y no viendo, ver en todo la belleza, ver, ver, ver. De esta praxis poética, estilo franciscano, pasamos ahora a una ulterior reflexión acerca de este método. En esta nue– va reflexión no tenemos reparo en declararnos discípulos de M. Heidegger. Con este gran pensador nos hemos en– contrado en diversos estudios y le hemos reprochado, con otros críticos, su malogrado intento de haber pretendido secularizar el lenguaje de la teología y de la mística cris– tianas con una palabrería sobre ese «ser», del que tanto habla y del que nada saben decirnos. Pese a todo esto, pen– samos que en la utilización del método fenomenológico puede servirnos de estímulo y modelo. En la praxis del mismo, Heidegger distingue dos mo– mentos: uno negativo y el otro positivo. He aquí cómo describe el negativo: «El título "fenomenología" expresa una máxima que puede formularse así: "a las cosas mis– mas". Y esto frente a todas las construcciones en el aire, frente a todos los descubrimientos causales, frente a la adopción de conceptos sólo aparentemente rigurosos, fren– te a las cuestiones aparentes que se extienden con frecuen– cia a través de generaciones». 9 Sigue en ello Heidegger al primer gran maestro de la fenomenología, E. Husserl. Pre– tendió éste, al crear este movimiento intelectual, corregir las rígidas abstracciones del idealismo moderno, por las que el hombre se desentiende de «lo que es», para forjarse a priori lo que puede pretender y obtener de las cosas. Y lo que es más grave, llegar a manipular la persona hu– mana. Superar toda esta clase de apriorismos, inhábiles para el hallazgo de la verdad de la cosa en sí y maléficos como instrumento de manipulación del hombre, es el intento primario del método fenomenológico, al acercarse a las co– sas, para que nos digan lo que son y saberlas tratar según la respectiva graduación de su ser. 84 Métodos filosóficos: escolástico y fenomenológico ______ En este camino de la fenomenología hacia el realismo de «lo que es», ha llegado a una alta meta la filosofía de X. Zubiri en su lema: «atenerse a las cosas». En un comen– tario a esta frase tan sencilla y tan profunda no hemos tenido reparo en escribir: «Clausura ella una época de pen– sar para abrir otra. Clausura los atrevidos vuelos del pen– samiento idealista y vuelve de nuevo a acercarnos a la humildad de las cosas, para que éstas nos revelen y nos desvelen lo que ellas son». 10 Pero, ¿cómo las cosas se re– velan, o desvelan; cómo muestran sencillamente lo que son en sí? Responder a esta pregunta es misión del segundo momento del método fenomenológico: el más positivo y constructivo. En verdad, de poco nos serviría excluir de nuestra mente todo prejuicio aviejado e inservible, si no se nos enseña cómo ir a la cosa y verla tal como es. Para mejor lograr este supremo ápice del método fenomeno– lógico, Heidegger acude al procedimiento que se utiliza en la comprensión y goce estético de la obra de arte. Se sirve para ello del par de zapatos de una vieja campesina, pintados por Van Gogh. Ante ellos ninguna necesidad de teorías, apriorismos o condicionantes. Tan sólo abrir los ojos: ver y... sólo ver. ¿Y qué se ve? Acotemos lo visto por Heidegger. «En la negra abertura del gastado zapato se avi– zora la fatiga diaria de la faena. En su burda pesadez, se ha estancado la tenacidad de la lenta marcha por los sur– cos que se extienden a lo lejos, todos iguales en un cam– po azotado por el aire invernal. Bajo las suelas se desliza la soledad de las trochas y veredas a la caída de la tarde. En ese zapato vibra el apagado llamamiento de la tierra, el silencioso regalo del grano maduro. Y para la vieja, su inexplicable fracaso en los áridos yermos del campo de– solado. A través de ese calzado campesino corre la preo– cupación sin lamentos por la seguridad del pan, la silenciosa alegría por haber vencido una vez más la mise– ria, la angustia esperanzada ante la llegada del parto, y el temblor apocado ante el acecho de la muerte. Este zapato pertenece a la tierra y se guarda en el mundo de la cam– pesina. A base de esta pertenencia cobijada surge el zapa– to mismo, en su descansar en sÍ.» 11 Van Gogh: Un par de zapatos SUPLEMENTOS ANTHROPOS/26

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