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_____ 11. TEMAS EN TORNO A MI PENSAMIENTO CRISTIANO tórica», frente a la enorme acumulación de materiales. «No puede desconocerse, escribe, que hay una desproporción escandalosa entre la masa enorme de labor historiográfi– ca ejecutada durante un siglo y la calidad de sus resulta– dos. Yo creo firmemente que los historiadores no tienen perdón de Dios...» 3 En verdad, los historiógrafos francis– canistas bien merecido tienen nuestro perdón. Más bien son deudores al agradecimiento de los que venimos en pos de ellos, recogiendo los valiosos datos que nos han pro– porcionado. Pero debemos reconocer, en línea con el pen– samiento de Ortega, que no hay proporción entre los ingentes materiales del método histórico-crítico y el co– nocimiento del alma del Santo de Asís. Y es esta alma lo que más nos interesa conocer. De aquí brota la exigencia, no de corregir, pero sí de completar el método histórico– crítico, que en muchas ocasiones rezuma el retraso de todo un siglo. Ya no nos hallamos en la época de L. Ranke. Y se ha dicho muy bien que si la ciencia física halló su horma en la Crítica de la Razón Pura de Kant, las cien– cias históricas del siglo pasado tuvieron la suya en la Crí– tica de la Razón Histórica de W. Dilthey. Con esta crítica y con sus derivaciones tenemos que contar hoy al hacer la historia íntima de los santos. Una de estas derivaciones de la crítica de W Dilthey, por medio de su Psicología Descriptiva, es la Fenomenolo– gía. Ésta hace uso de un método muy propio llamado mé– todo fenomenológico. Dos aspectos distintos, pero complementarios, distin– guimos en el método fenomenológico. De ambos es ne– cesario tomar conciencia para practicarlo rectamente. En su primer aspecto se presenta ante nosotros como un pre– cioso instrumento para llegar a las cosas y conocerlas; es entonces un método de conocimiento. En un segundo as– pecto se preocupa de hallar el lenguaje más adecuado para expresar lo conocido; es, a su vez, un método de expresión. Analicemos brevemente ambos aspectos. Como método de conocimiento En este momento inicial nos place proponer un muestra– rio de este primer aspecto del método fenomenológico. Nos lo ofrece Dámaso Alonso, presidente durante años de la Real Academia de la Lengua. En su análisis de la Oda a Salinas del maestro fray Luis de León, utiliza tanto el método histórico-crítico como el fenomenológico. 4 Por el primer método hace ver este crítico cómo en dicha Oda esd.n presentes ideas pitagóricas, platónicas, mitológicas, cristianas, etc. Por lo que toca a las cristianas, el crítico ve en el transfondo de la estrofa quinta, la más bella es– crita en español, según opina, la concepción grandiosa que contempla al mundo como un «canto divino», como una «sinfonía celeste», traducción de aquellas otras fórmulas latinas: «magnum carmen», «carmen pulcherrimum», que tanto gustaba comentar San Agustín y que hallan reso- 26/SUPLEMENTOS ANTHROPOS Métodos filosóficos: escolástico y fenomenológico ______ nancia agrandada en San Buenaventura. 5 Reconocemos agradecidos que la historia de este mar de belleza metafí– sica y cristiana se la debemos al método histórico-crítico. Pero Dámaso Alonso, en el momento mismo en que el método histórico-crítico parece haberlo dicho todo, pide que nos encaremos directamente con el «poema en sí». Y esto al margen de todo posible influjo histórico. Que nos hable el poema; que nos emocione; que transporte nues– tro espíritu para contemplar, siquiera por unos instantes, la armonía del mundo con el artista eterno que la crea. Fray Luis sube aquí, gracias al arte más delicado, a regus– tar la serenidad del Cielo. Qué inefable dicha poderle acom– pañar en su poema para hondamente sentir una de las más altas delicias estéticas que aquí abajo se pueden lograr. Esta evocación del poema, Oda a Salinas, pone inicial– mente bien en claro la esencia del método fenomenológi– co, que luego expondremos más detenidamente. Ahora debemos constatar con satisfacción que el alma de San Francisco nos brinda incontable cantidad de poemas, ya religiosos, ya estéticos, o ambos a la vez. Unos, pequeños como su amistad con el halcón que le despierta para sus rezos. Otros hondos y prolongados como su encuentro con el crucifijo que le habla. En todos estos poemas es de todo punto necesario distinguir las aclaraciones que nos pueden venir por el método histórico-crítico y lo que dice el poema en sí mismo. Comprender esto último es lo que pretende el método fenomenológico al ponernos ante la rea– lidad en sí, en toda su ingenuidad y transparencia. Pide, por tanto, este método volver a las cosas en sí mis– mas, «zu den Sachen selbst», según la ya clásica expresión filosófica, para hacer que las cosas nos digan sencillamente lo que son. La esencia del método fenomenológico pudié– ramos resumirla en esta breve y sencilla fórmula: «enseñar a ver». Quiere devolvernos aquella actitud infantil que tu– vimos «de niños». Es la actitud que pide en su introduc– ción al filosofar M. García Morente: «El que quiera ser filósofo necesitará puerilizarse, infantilizarse, hacerse como el niño pequeño». 6 Deberá eliminar, sobre todo, esos transfondos y prejuicios que va creando la doblez humana en el transcurso del vivir. Contra esta doblez nos place re– cordar que el filósofo Eugenio d'Ors ha enunciado este so– lemne principio metafísico: «En el principio era la apariencia».7 Es decir; en un principio las cosas eran como aparecían. Así en la primavera virgen de la que gozaron Adán y Eva en los inmaculados días de su existencia, al llamar a las cosas como éstas eran, según atestigua la pági– na bíblica. La madre Eva practicó más delicadamente este ejercicio con las flores, según cuenta Milton, pues se des– pide de ellas, camino del destierro, con estas palabras: «De mí recibisteis vuestros nombres, oh flores que no veré... ».8 En resumen; el método fenomenológico quiere volver– nos a un estado de feliz inocencia mental. Quiere hacer de nuestro vivir una perenne fiesta de «epifanía». De no– tar es que en el centro de tan sugerente palabra se halla el luminoso verbo griego «phaino» = alumbrar, brillar. Y, en verdad, en el día de la Epifanía Dios en pañales bri– lló ante los poderes humanos de la ciencia y del mando. 83

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