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______ 11. TEMAS EN TORNO A MI PENSAMIENTO CRISTIANO delos los que han pesado en el desarrollo de la ciencia de Occidente, paralizada en su avance por elementos ultraes– piritualistas que no pocas veces buscaron en la Biblia un apoyo y una justificación. En Israel ni hay matemática, ni física, ni metafísica, ni ética natural, ni centros de investigación científica. La Biblia no ha influido ni ha podido influir del modo que se dice en la ciencia moderna de Occidente. Somos discí– pulos de Grecia en el saber, como lo somos en lo religio– so de la Biblia. El mensaje de ésta no consiste en habernos abierto al conocimiento de la naturaleza, sino en haber– nos enseñado los caminos de Dios. Al final de este ensayo de nuevo contraponemos physis a diathéke. Inicialmente se nos mostraban muy distancia– dos. La physis nos parecía, siguiendo la filosofía griega, la palabra clave para interpretar el mundo natural que nos envuelve. La diathéke nos iluminaba los arcanos de la his– toria. Ahora, al término de nuestro estudio, juzgamos a las dos como complementarias. La mente humana no pue– de quedar satisfecha con una diatheke que desconozca la naturaleza racional. Pero tampoco le basta -aunque tan– tos opinen lo contrario- con el conocimiento de la na– turaleza y de sus leyes. Diathéke y physis no son conceptos contrarios. Responden a mentalidades complementarias. Cada uno de ellos nos descubre un aspecto de la realidad y de la historia humana. Vinculados, las sombras de nues– tra mente son menores, pues se hace luz en el misterio de eso dos grandes temas: la Naturaleza y la Historia. NOTAS l. Naturaleza, Historia, Dios, Madrid, 1963, 5~ ed., p. 5. 2. De Coelo, I, 2, 3, 13 y 14. 3. Metaph., V, 4, 1.014 b 16-1.015 a 19. 4. lbíd., 4. 1.015 a 14-15. 5. Die Philosophie der Griechen, Zweiter T., Zw. Abteilung, Leipzig, 1921, 4.ª ed., p. 389: «Es bleibt so im dunkein, ob wir uns die Natur als eine einheitliche K.raft oder eine Gesamtheit von K.raften... zu den– ken haben». 6. De Anima, II 4, 415 b 8-28. 7.. Phys., II, 8, 199 a 30-32. 8. lbíd., 1, 193 a 29-30. 9. De Anima, op. cit., II, 4, 415 a 29. 10. Summa Theolog., I, 2, 3c. 11. Le. 12. A. Mansion, lntroduction a la Plrysique aristotélicienne, París, 1946, 2.ª ed., p. 235. 13. Plrys., op. cit., II, 5 196 b 27-28 y 197 a 18-19. 14. Summa Theol., op. cit., I, 19, 6c. 15. lbíd., 116 ab 2. 16. Comment., In Eccl., c.l, Op. O. (Quaracchi) t. VI, 77a. 17. Siger de Brabant et l'averroisme latin au XIII siecle, t. VI: Les Phi- losophes belges, Lovaina, 1911, parte I, p. 181. 18. Eth. Nic., III, 7, 1.113 b 6-14. 19. lbíd., I, 5 1.097 b 7-8. 20. lbíd., III, 6, 1.113 a 35. 21. He aquí cómo define a la «polis» en uno de los pasajes más signifi– cativos de la Polttica, III, 1, 1.275 b 20 7tAfi0oc; lx,avóv 1tpóc; av1:<ipx,emv 1:,oiíc;. 22. Poet., 9 1.451 b 5-6. 23. Historia de las ideas estéticas en España ( ed. nacional), t. I, p. 60. 24. Quizá alguno lamente el que no hayamos tenido en cuenta el problema de la evolución de Aristóteles, tema que no se puede ignorar 26/SUPLEMENTOS ANTHROPOS Fuentes de pensamiento cristiano ____________ después de los estudios de Jaeger, Zürcher, l\iugens, Oggini. Creímos con todo poder prescindir de este· íem'a en nuestro estudio, más orienta– do al pensamiento que a la persona, pues bajo estos puntos de vista se seguirá hablando de un Aristóteles identificado con el Corpus Aristote– licum. En este sentido escribe certeramente G. Fraile Historia de Filoso– fía t. I, BAC, 2.ª ed., p. 433. 25. Mt X, 29. 26. Cf. Gén I, 1-3: 2 Me, 7, 2-28; Is, 41, 24; Jer, 17, 1, Sal, 145, 6. 27. Eci, XV, 14-18. 28. Para una orientación bibliográfica sobre el tema X. Flick y A. Alszeghy «Teología della Storia», Gregorianum, 35 (1954), 256-298; G. Thils «La théologie de l'histoire. Note bibliographique», Ephem. Theol. Lovan., 24 (1950), 87-95. R. Criado. «La teología de la historia en el An– tiguo Testamento», XIV Semana Bíblica Españ., pp. 33-78. Para la exposi– ción del tema, Mysterium Salutis. Manual de Teología como historia de salvación (trad. españ.), Madrid, 1969: H. l. Marrou Théologie de l'his– toire, París, 1969. La théologie de l'histoire. Révelation et histoire (a cargo de E. Castelli), París, 1971. Para la visión protestante del problema S. de Dietrich. Le dessein de Dieu, Neuchatel, París, 1954, 5.ª ed.; O. Cull– mann. Le salut dans l'histoire, Neuch:1tel, 1966. 29. Ef 1, 3-14. En nuestro comentario a este pasaje seguimos a F. Prat. La teología de San Pablo (trad. españ.) t. II, México, 1947. pp. 102-107. 30. Ef 1, 10. 31. Gál IV, 4 y el comentario de F. Prat, op. cit., t. II, P. 105. 32. Por tres veces se repite en este pasaje la fórmula, especie de estri– billo «Dios quiere eic; enavov 1:fis: 8ó1;T]c; au1:ou que su gracia sea reco– nocida, admirada y alabada por los hombres y no solamente su gracia, sino también la gloria de su gracia, su gracia triunfante» (F. Prat, op. cit.). 33. Cf. L.G. Fonseca. «Foedus an Testamenium?,, Biblia, 8 (1927), 31-50, 161-181, 290-319; 9 (1928). 15-40, 150-164; J. Behm, «Diatheke en Théol.», Wort. z. N Test., II, pp. 106-137: A. González Lamadrid. «Allianza», en Enciclopedia de la Bibli,i, t. I pp. 350-362. J. Schilderberger «Die Religion des Alten Testamenteo», en Christus und die Religionen der Erde, III, pp. 460-467. 34. Gén III, 15; IX, 9. 35. Gén V, 18; XVII, 7-10; XXII, 17-18. 36. Éx. XXVI, 3-4; Dt, IV, 32-40; IX, 4-6. 37. Gál V, 19 y 24. 38. Jer, XXXI, 31-33; Heb, VIII, 8-18, X, 16-17. 39. Le XXII 20; 1 Cor XI, 25. 40. Vocabulaire biblique, París, 1958, p. XIII. 41. Théologie des Alten Testamentes, Stuttgart, 1961, pp. 100-102. 42. Théologie de l'Ancien Testament, Tournai, 1954, pp. 105-106. 43. La doctrina moral de los profetasde Israel, (trad. españ.), Madrid, 1962, p. 25. Sigue esta misma línea EL. Boschke, La creación no ha ter– minado todavía. Un científico tras las huellas del Génesis ( trad. españ.), Barcelona Madrid, 1962. DOBLE FUENTE DEL CONCEPTO DE NATURALEZA EN SAN BUENAVENTURA En mi estudio: «Doble fuente del concepto de natura– leza en San Buenaventura» (Atti del III Congreso lnterna– zionale di filosofia medioevale, Passo de la Meldola, Trento, agosto-sept., 1964, pp. 447-464) intenté mostrar cómo el doctor franciscano utilizó la doble fuente del pensamien– to cristiano, la bíblica y la aristotélica para precisar el con– cepto de naturaleza. De la conjunción del contenido de ambas llegó a concluir que era necesario admitir tres ór– denes distintos en el campo de lo real. Con su tesis com- 79

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