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_____ 11. TEMAS EN TORNO A MI PENSAMIE.NTO CRISTIANO la historia. Se le ha llamado lineal en oposición al senti– do circular, sin salida y sin transcendencia, en que se mue– ve el pensamiento griego. A la interpretación bíblica mejor que lineal debiéramos llamarla de línea sinoidal ascenden– te. Sinoidal, pues son muchas sus curvas y sus altos y ba– jos. Ascendente, porque pese a todo, muestra siempre a la humanidad algo mejor en perspectiva. El tema del «mun– do mejor>> no es algo circunstancial en la historia del cris– tianismo. El cristianismo nunca puede estar satisfecho de su mundo. Siempre cabe una recapitulación más efectiva de todas las cosas en Cristo. Y así hasta el día supremo del juicio definitivo que abra la eternidad. La «diatheke» como testamento de Dios y como pacto con su pueblo nos ha abierto el gran libro de la historia que la «physis» de Aristóteles dejó indescifrable. Mejor sería decir que cerró con el sello de su autosuficiencia, determinismo y finalidad inmanente. Frente a la eterni– dad y suficiencia pagana, el pensamiento bíblico nos ha– bla de creación y dependencia. Frente al determinismo de las especies que enclaustra la «physis» en un desarrollo preciso sin capacidad de despliegue y evolución, la «dia– théke» muestra al hombre en un pacto bilateral por el que acepta -y en ocasiones rechaza- el plan de Dios. De esta suerte el pensamiento bíblico hace ver que los primordiales agentes de la historia son Dios y el hombre. Con esto de particular; que el plan de Dios no lo pode– mos intuir de un modo claro, ni aun siquiera después de realizados los hechos. Sólo su propia revelación nos des– vela la vertiente de la historia. Queda, por lo mismo, la mayor parte de las veces envuelta en el misterio. Ello no quiere decir que la acción de Dios en la historia no sea muy efectiva. El otro agente es el hombre con su libertad. Esta li– bertad es la fuerza creadora que motiva el ascenso -y en ocasiones el descenso- en el desarrollo histórico. Preci– sar estos ascensos y descensos, describiéndolos detenida– mente, toca a la historia profesional. Nadie podrá poner en duda que la visión de la histo– ria es un pensamiento clave en la mentalidad bíblica. Pero, ¿qué decir del concepto de naturaleza? Se ha dicho mu– chas veces que el clima cultural en que se componen la mayor parte de los libros de la Escritura es muy ingenuo, primitivo y tÍpicamente oriental. De aquí la dificultad de poderle traducir a nuestras categorías mentales y aun de meramente comprenderlo. Con toda razón J. Bonsirven escribe: «Disciples d'Aristote ou de Descartes, nous som– mes habitués aux deductions rigoureuses, construites sui– vant des príncipes rigides (príncipe d'identité, príncipe de raison suffisante) et, au sommet, nous aboutissons au syllo– gisme. Un Oriental est insensible aux prestiges d'un syllo– gisme: son mécanisme est sans prises sur lui. 11 comprend mieux, d'accord en cela avec le populaire de tous les temps et de tous les pays, les a fortiori, les assimilations: elles jouent entre des objects concrets et son done immédiate– ment saisissables, bien qu'elles manquent de rigueur». 40 Reconocida, por lo mismo, la inmensa distancia que separa la mentalidad bíblica de la metafísica griega, hay 78 Fuentes de pensamiento cristiano ___________ que subrayar en un segundo momento que uno de los con– ceptos que más diferencian a la una de la otra, es el con– cepto de naturaleza. La actitud del pensamiento bíblico con relación a ella es más bien negativo. Carece de esa idea o concepto. No hay otra naturaleza en los seres crea– dos que lo que quiere su Hacedor. La voluntad divina es la naturaleza de las cosas. Como dice W Eichrodt la na– turaleza se ha subjetivado en cuanto viene a ser una fun– ción de la acción divina. La palabra de Dios es el agente poderoso que hace germinar la tierra, brotar la hierba, hervir de animales las aguas, etc. Pero en ningún momento se describe la naturaleza como principio interno y nece– sario del movimiento de los seres naturales. 41 La naturaleza obra según leyes fijas. Son estas leyes la secuencia obligada del mismo concepto de naturaleza. Ahora bien, en toda la Biblia no se habla de otra ley que la promulgada de un modo o de otro por el mismo Dios. De las leyes naturales en la Biblia escribe así el comenta– rista P. Van Imschoot: «Lorsque l'Ancien Testament men– tionne les lois auxquelles sont soumis les phénomenes naturels, il s'agit de lois imposées de l'exterieur par Dieu, non de jeu des causes secondes». 42 Ante estas observaciones, por otra parte elementales, nos parece insostenible cierta apologética bíblica de hoy. Hasta no hace mucho se vio en la Biblia una rémora para la investigación científica. El caso Galileo ha sido explo– tado hasta la saciedad. Por un deseo excesivo de reconci– liar la Biblia con la Ciencia, hoy se intenta mostrar que es la Biblia el punto de partida de la gran ciencia moder– na. Un pasaje del investigador CI. Tresmontant es bien significativo a este propósito. He aquí cómo analiza este hecho cultural: «El universo bíblico es un universo pro– fano en el que se establece la distinción entre el orden de lo increado divino y el orden de lo creado. El universo bíblico es ya nuestro universo positivo, en el que ninguna cosa visible, sensible, puede reputarse divina; un univer– so secularizado. No admiramos lo suficiente la revolución que la teología y el pensamiento bíblico han supuesto en la mentalidad del hombre antiguo. Este desprendimiento de toda idolatría, y de toda mitología ha hecho posible la ciencia moderna».43 Aceptamos plenamente la última frase. Es indiscuti– ble que la ciencia moderna es incompatible con la idola– tría y la mitología. Lo que negamos rotundamente es que en esa desmitificación haya influido de modo notable la Biblia. En Grecia no sólo hay creencias en Júpiter, fulmi– nando rayos o en Neptuno, presidiendo al océano con su tridente. Ha habido en ella un tránsito del mito al lagos, muy estudiado por los investigadores del pensamiento. Y si la mitología siguió en el pueblo, como b~e de una re– ligión bien poco digna del genio de Grecia, por el con– trario, la filosofía y la ciencia, desde los días en que comienzan a florecer en las colonias griegas del Asia Me– nor, se encaminaron hacia la desmitologización y la se– cularización total. La matemática de Euclides, la metafísica de Aristóteles, el museo-biblioteca de Alejandría son tres modelos de plena secularización del saber. Y son estos mo- SUPLEMENTOS ANTHROPOS/26
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