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_____ 11. TEMAS EN TORNO A MI PENSAMIENTO CRISTIANO terminado plazo para el envío de su Hijo. Durante este tiempo de espera y de expectación, el género humano se halla en estado de minoridad, como niño bajo tutela. 31 Algo distinto quiere significar San Pablo cuando en el texto que estamos comentando habla de una economía que se va realizando a través de los siglos en largos períodos se– gún las diversas oportunidades -kairoi- que la Providen– cia de Dios ha decretado. Ya veremos muy luego cómo este conjunto de medidas providenciales se puede sinteti– zar en un solo concepto: diatheke. Ahora sigamos el co– mentario literal al texto del apóstol. La palabra cimera de todo este celebrado pasaje es &.va– Ke(j)<J.Aatú'.>cracr0m Los exégetas discuten el matiz preci– so que se encierra en dicha palabra. A nosotros nos basta subrayar el contenido básico indiscutible. No es otro que enunciar como plan divino la «recapitulación» en Cristo de todas la cosas, dispersas por el pecado, reuniendo en sí mismo cuanto hay en el cielo y en la tierra. De esta suerte, el apóstol proclama a Cristo Rey de los siglos y del género humano, puesto que el hombre está llamado «según el propósito divino» a incorporarse a esta cabeza mís– tica y real de la humanidad. En nuestro deseo de cotejar la mentalidad bíblica con la filosofía griega permítasenos advertir que Platón en su anhelo de transcendencia intuyó como posible y desea– ble la «imitación» de Dios por el hombre. Fue el ápice a que llegó aquella filosofía. San Pablo, sin embargo, le deja muy atrás al describirnos la incorporación del hom– bre a Cristo, Dios Encarnado, con el cual forma una mís– tica, pero real, unidad. Con el plan bondadoso de Dios queda prefijada la mar– cha de la historia del hombre. Toda ella es camino hacia Cristo, preparación de su venida hasta su llegada a la ple– nitud de los tiempos. Después de ésta la historia tiene por fin primordial seguir realizando esta obra de incorpora– ción a Cristo hasta la segunda venida, que será la consu– mación final. Y todo «para gloria de Dios Padre». 32 Es ésta una visión transcendente, esencialmente esca– tológica, de la historia, cuyos pasos sucesivos nos interesa ir aclarando para penetrar en su finalidad y su sentido. Lo vamos a hacer, utilizando el concepto de «diatheke», que nos va a señalar las distintas etapas de la economía divina. Los comentadores de la Sagrada Escritura no están acor– des sobre la significación primordial de «diatheke», debi– do al ingente contenido histórico de que está impregnada esta palabra. Para unos es fundamentalmente un «testamen– to», es decir, una libérrima disposición de la voluntad di– vina que dispone generosamente de sus bienes a favor de los hombres. Para otros implica igualmente un «pacto» en– tre Dios y su pueblo. 33 Tampoco en esta ocasión nos es necesario solventar estas dificultades exegéticas. Nos es suficiente saber que la «diathéke» preside los diversos estadios por los que la Providencia divina ha ido llevando a la humanidad de pro– greso en progreso hasta su Salvador: ley de naturaleza, pro– mesas a los patriarcas, alianza sinaítica y era de la gracia 26/SUPLEMENTOS ANTHROPOS Fuentes de pensamiento cristiano ___________ evangélica. Según esto, «diatheke» importa inicialmente una promesa dada, lo que equivale a un «testamento» a favor de la humanidad. Ya antes del patriarca Abrahán, en quien el apóstol personifica la era de la promesa, Dios había dejado oír al día siguiente del primer pecado, en el período de naturaleza, la promesa de un futuro Reden– tor. Esta promesa es ratificada en la esperanza dada a Noé después del diluvio. 34 En Abrahán la promesa queda ligada al Patriarca y a su descendencia, lo que no obsta para que en Abrahán sean benditas todas las gentes. Y por consiguiente tenga también un sentido universal. 35 Al período de la promesa patriarcal gratuita, absoluta y universal sigue luego el período de la ley sinaítica. La «diathéke», hasta entonces unilateral, testamento de Dios a favor de los hombres, se trueca en pacto bilateral que obliga a ambas partes: a Dios y a su pueblo. Durante si– glos la historia de Israel no es más que un contraste entre las defecciones de Israel a su Dios y el desamparo provi– sional en que éste le deja hasta que se convierta. 36 Por ello, la ley sirvió de hecho, como dice el apóstol, para manifestar las transgresiones e infidelidades del pue– blo de Israel. Sin embargo, en el primer designio de Dios, la misión de la ley era muy otra: servir de pedagogo para llevar a Cristo. Si recordamos al viejo esclavo griego, el de más confianza en la casa, que con el cargo de pedagogo llevaba al pequeño a que lo adoctrinara el maestro, ten– dremos una imagen clara de lo que intenta decirnos el apóstol sobre la significación de la ley. La ley, por tanto, era un paso más hacia Cristo en los planes providenciales de Dios. Cuando hace Cristo su aparición, empieza la cuarta era: la era de la gracia. 37 La Carta a los Hebreos ha escogido como tema cen– tral demostrar a los cristianos, procedentes de Israel, la superioridad de esta era de gracia, es decir, del Testamen– to Nuevo sobre el Antiguo. El autor de la carta les recuerda que han llegado los días en los que la profecía de Jeremías ha tenido cumplimiento. Ante las infidelidades de Israel profetiza el vidente: Nienen días, palabra de Yahvé, en que yo haré una alianza nueva con la casa de Israel y la casa de Judá; no como la alianza que hice con sus padres, cuando tomándolos de la mano, los saqué de la tierra de Egipto; ellos quebrantaron mi alianza y yo los rechacé, palabra de Yahvé. Esta será mi alianza que yo haré con la casa de Israel en aquellos días, palabra de Yahvé: Yo pon– dré mi ley en ellos y la escribiré en su corazón y seré su Dios y ellos serán mi pueblo». 38 Esta alianza nueva, este testamento nuevo, del que dijo Cristo quedaba ratificado con su sangre, 39 abre la pleni– tud de los tiempos. Esta plenitud tiene dos momentos cumbres: la aparición de Cristo en carne para iniciar la era de gracia y su postrera aparición en el día magno del juicio, cuando se cierre la historia y comience la eternidad. A esta luz que el filósofo no puede discutir por caer fuera de su campo, pero cuyo influjo en la interpretación de la historia tiene que reconocer haber sido inconmen– surable, aparece bien claro cuál sea el sentido bíblico de 77
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