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_____ 11. TEMAS EN TORNO A MI PENSAMIENTO CRISTIANO cepción pagana de la vida, no halló más salida que esa po– bre causa per accidens que para muchos no viene a ser más que una pobre -otros dirían, trágica- escapatoria del campo de lo racional a lo ilógico y sin sentido. El pensa– dor cristiano, por el contrario, se eleva desde ella a los hondos e inescrutables caminos de la Providencia divina. Expuestos los principios generales de la Física de Aris– tóteles, nos toca ver ahora cómo los aplica al hombre. Lo ha hecho especialmente en los tres libros que los escolás– ticos llamaron De anima Un estudio atento advierte al instante entre éstos y los tratados éticos un «hiatus» que toca a los investigadores especializados determinar. Para nuestro propósito basta que lo constatemos. Consiste este «hiatus» en la actitud distinta que muestra el filósofo griego respecto de la li– bertad humana. En el tratado De anima y, en general, en los de Física, considera al alma como forma del compues– to, con todas las implicaciones que esto lleva consigo den– tro de la concepción hilemórfica. Sabemos que una de ellas es la imposibilidad de acotar un campo para la actuación de la libertad. En la Física y en el De anima domina el necesitarismo de las formas y de los fines. Y todo ello sin tener en cuenta los influjos extraños en la generación y corrupción, en los cuales no cabe ni siquiera la salida de la causalidad per accidens. De aquí que cuantas veces en la historia de la filosofía el determinismo psicológico bus– có un refrendo en la autoridad de Aristóteles -recuérdense las luchas del averroísmo latino-creyó poderlo encon– trar, y con todo fundamento, en los tratados de Física del filósofo. El mismo P. Mandonnet, nada desfavorable en sus juicios sobre Aristóteles, al investigar las luchas me– dievales en torno a la libertad y buscar sus orígenes histó– ricos, no duda en escribir que «la tendencia determinista que domina en toda la concepción aristotélica, se extien– de también al dominio de la Psicología». Pero añade a continuación: «Por otra parte, se da cuenta de las conse– cuencias desastrosas de la negación de la libertad en el cam– po de la moral y de la vida social y parece rehuir el fatalismo». 17 Esto es reconocer el hiatus entre la Física y la Moral de que venimos hablando. En efecto; si la Física aboca a un determinismo inevitable, se encuentran en la Ética bellísimos pasajes donde Aristóteles defiende la te– sis de la libertad como base necesaria del orden ético. 18 Ello nos fuerza, por nuestra parte, a dejar la Física, aún también los tratados De anima, pues el determinismo que domina en ella deja sin respuesta la pregunta sobre el tema de la historia. Tal vez en los tratados éticos hallemos me– jor filón doctrinal que satisfaga nuestro deseo de hallar un basamento a la historia en el pensamiento de Aristó– teles. Esta nueva búsqueda por la Ética nos lleva muy luego al convencimiento de que, no obstante la diferencia seña– lada entre la Física y la Ética por lo que toca al tema de la libertad, se advierte en ambos el mismo sentido de auto– suficiencia que impide al filósofo dar con el verdadero ca– mino de la solución al problema de la historia. Este sentido de autosuficiencia se subraya en los tratados éti- 26/SUPLEMENTOS ANTHROPOS Fuentes de pensamiento cristiano ___________ cos con el nombre de au-rá.pxcia. 19 El hombre en su ac– tuación plenamente libre no puede tener otra finalidad que lograr el desarrollo de su vida específicamente huma– na. Este modo excelso de vida ha sido expresado muy bellamente con el término abstracto Ka1vox,aya0ía, con– junción de los dos adjetivos que expresan los valores su– premos en el vocabulario griego: KUAÓ<; x,aí aya0ó<;. El destino del hombre para Aristóteles no tiene otro senti– do que el vivir pleno y perfecto que acuña la palabra griega citada. Lamentablemente, esta plenitud de vida humana se in– tenta lograr sin referencia alguna al ser transcendente. Ello hace que el hombre se cierre sobre sí y que su vida no tenga otra finalidad que vivirla del modo más elevado. El sentido de la suficiencia humana llega en Aristóteles a lo sumo cuando se atreve a escribir en este momento de ple– nitud que el hombre es canon y medida de las mismas co– sas existentes. 20 Esta plenitud de vida el hombre, según Aristóteles, so– lamente la obtiene en la «polis». De ahí la importancia de la política en toda la obra del mismo. Reiteradamente afirma que es uno de los saberes sumos. Se comprende que sea así si se tiene en cuenta que el sentido último de la «physis», su finalidad suprema consiste en vivir la vida del mejor modo posible, del modo más noble y digno del hombre. Y si esto sólo se logra en la polis, se sigue que el estudio de ésta es el primero del que el hombre se ha de preocupar. Ahora bien; el concepto de suficiencia, at' .ná.px ,cm, que ya vimos es el concepto clave en la Ética individual, lo es igualmente aquí con más relieve. Los hombres, según Aris– tóteles, buscan la sociedad porque ni la familia ni la aldea pueden ser autárquicas. Sólo se da suficiencia para vivir bien en la «pólis». Por ello, la «pólis» es el acmé o cumbre en este ascenso hacia la plenitud del vivir humano. 21 ¿Y la historia? De nuevo creemos que la declinación del pensamiento aristotélico hacia la finalidad meramen– te inmanente del obrar humano le ha impedido ver el ca– mino para una recta interpretación de aquélla. Si el hombre no tiene otra finalidad que «vivir bien», es decir, realizar plenamente su específica perfección humana, las acciones que constituyen la trama de su vida, es decir, la historia, sólo pueden interesar en cuanto modelos y para– digmas de una vida excelente y lograda. Nunca en cuanto camino hacia una situación :nejor, hacia un mundo en progreso. Esta palabra carece de sentido en la filosofía de Aristóteles. No hay más progreso que hacia la realización de la forma específica. Frente a la idea de la historia en un sentido lineal ascendente que se abre hacia un futuro mejor, nos topamos en Aristóteles con la eterna repeti– ción de lo específico, inmutable y eterno. Y que el hom– bre, por excepción de su libertad moral, puede ir realizando a más alto o a más bajo nivel. Dígase lo mismo de la ciudad. Estudia Aristóteles los diversos modelos de constitución, vigentes endistintas ciu– dades. ¿Con qué fin? Con el de hallar la constitución tipo, que facilite al maximum el que los hombres puedan reali- 75
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