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_____ 11. TEMAS EN TORNO A MI PENSAMIENTO CRISTIANO bencia: ser punto de arranque y término del movimiento. De aquí que su sistema lleve la nota de finalista. Sin embargo, desde una visión más amplia y comple– ta, hay que notar que este finalismo se halla minado por una deficiencia substancial al no aceptar más que una mera finalidad inmanente, sin referencia alguna a ningún ser ordenador. Para ver el desarrollo histórico de este aspecto de la finalidad, es interesante analizar cómo Santo Tomás hace aplicación de este finalismo en la quinta vía de su ascen– so hacia Dios. Por este análisis quedará patente hasta dónde el santo es aristotélico y en qué preciso momento comien– za a reflexionar con un esquema superior. Escribe el santo doctor: Videmus enim quod aliqua quae cognitione carent, scili– cet corpora naturalia, operantur propter finem, quod appa– ret ex hoc quod semper, aut frequentius eodem modo operantur, ut consequantur id quod est optimum. Unde pa– tet quod non a casu, sed ex intentione perveniunt ad finem. 10 En este pasaje Santo Tomás se mueve en el más puro aristotelismo. Distingue con Aristóteles, según hicimos nosotros anteriormente, los seres naturales que obran siem– pre del mismo modo y los que obran así la mayoría de las veces: «frequentius», segÚn la terminología de Santo To– más; «ut in pluribus», según la de Duns Escoto. En am– bos casos, razona el santo, el azar no puede intervenir, sino que es preciso admitir una intención que dirige los seres en sus actividades, es decir, una causa final. También su– braya el santo que la finalidad que se intenta es siempre lo Óptimo para cada naturaleza. Con todo ello nos halla– mos igualmente en el puro aristotelismo. Éste es superado netamente cuando Santo Tomás si– gue argumentando: Ea autem quae non habent cognitionem, non tendunt in finem nisi directa ab aliquo cognoscente et intelligente, si– cut sagitta a sagittante; ergo est aliquid intelligens, a quo om– nes res naturales ordinantur in finem et hoc dicimus Deum. 11 Tal modo de argumentar apunta, por medio de los fines inmediatos que persiguen los diversos seres natu– rales, a la causa que ha prefijado anticipadamente esos fines segÚn un plan. Esta causa no puede ser más que el autor de la naturaleza, Dios. Aristóteles al prescin– dir de Éste en la determinación de los fines propios de los seres naturales, dejó envuelto en deficiencias y os– curidades el problema de la finalidad que de modo más pleno resolvió Santo Tomás en la quinta de sus famosas I v1as. Ahora se alcanza a ver igualmente la significación del azar y la fortuna en la Física de Aristóteles y la dificultad de hallar explicación para tales fenómenos físicos. En el mundo autosuficiente de la «physis» con su triple causali– dad todo debía ser orden, armonía, equilibrio y logro de 74 Fuentes de pensamiento cristiano ____________ lo más perfecto. Pero los choques frecuentes entre las diversas causas y las monstruosidades no raras en la gene– ración de los vivientes ponen en entredicho la bella cons– trucción naturalista de Aristóteles. No halló éste otra salida para dar explicación a tales fenómenos que el azar y la fortuna. Tales agentes no actúan, con todo, como cau– sas per se, sino per accidens. Pero estas fórmulas escolásticas que traducen directamente la terminología de Aristóte– les, ¿son algo más que meras fórmulas? 12 Y sin embargo, la causalidad per accidens, bien enig– mática por cierto, adquiere singular importancia en la mente de Aristóteles como recurso in extremis para ex– plicar todas las infracciones del orden que la «physis» cons– tata. Esta causalidad, sin lógica, sin cognoscibilidad, verdadero agente irracional del mundo aristotélico, tiene primordialmente su asiento en la materia, que no siem– pre es apta para recibir las debidas perfecciones de la for– ma específica. Otras veces se debe al entrecruce de los diversos agentes, al actuar su respectiva causalidad. En todo caso hay que decir que la misma autosuficiencia de la <,physis» que impidió el que Aristóteles entreviera la ac– ción de la causa primera, le empujó a prodigar la salida hacia esa causalidad misteriosa de la causa per accidens, que viene a ser una causalidad alógica, irracional. 13 En este punto, como en tantos otros, los escolásticos retocaron y completaron al filósofo griego. Santo Tomás escribe en un pasaje: Potest enim aliquid fieri extra ordinem alicujus causae par– ticularis agentis, non autem extra ordinem alicujus causae universalis, sub qua omnes causae particulares comprehen– duntur; quod si aliqua causa particularis deficiat a suo effec– tu, hoc est propter aliquam aliam causam particularem impedientem, quae continetur sub ordine causae univer– salis.14 Qué lejos nos hallamos de la causa per accidens aristo– télica en esta jerarquización de causas que expone aquí el Aquinate. En otro pasaje paralelo nos da el mismo santo doctor la filosofía última del hecho casual con una in– terpretación que se halla igualmente muy distanciada del camino que tomó el maestro griego Aristóteles. Dice I as1: Nihil prohibet esse fortuita ve! casualia per comparatio– nem ad causas proximas, non tamen per comparationem ad divinam providentiam: sic nihil temere fit in mundo. 15 Idéntica interpretación hallamos en otro doctor me– dieval, San Buenaventura, según lo muestra este texto que acotamos: Si eventus rerum comparantur ad Causam primam, quae Deus est, cum Deus omnia praevideat, nihil est causale se– cundum divinae paescientiae ordinationem. 16 La filosofía pagana de Aristóteles, razonando sobre el tema del azar y del destino, temas cruciales en toda con- SUPLEMENTOS ANTHROPOS/26
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