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_____ 11. TEMAS EN TORNO A MI PENSAMIENTO CRISTIANO Naturaleza e historia en Aristóteles Son tres los niveles de la Física, según Aristóteles. El pri– mero es el de los fenómenos que suceden siempre. Tales fenómenos son los cambios de los cielos que en su movi– miento único y circular repiten indefectiblemente los mis– mos giros y ejercen los mismos influjos. Para Aristóteles todo es perfecto en la limpidez del cielo. Las inteligencias cumplen necesariamente su función motora respecto de los astros y éstos, formados de materia incorruptible, no ponen el menor obstáculo a su acción. 2 Puestos tales principios, sería absurdo hablar de histo– ria en este primer nivel de la Física. Pues no hay más que una repetición eterna del movimiento circular, sin prin– cipio ni fin. Mas si los cielos carecen de historia, Aristóteles cree que el movimiento circular de los astros ejerce un influjo extraordinario sobre los acontecimientos que se realizan en la tierra la mayoría de las veces, «ut in pluribus», que decían los escolásticos. Es decir: sobre los seres sujetos a generación y corrupción. ¿Tienen éstos historia? Para responder a esta nueva pregunta, precisamos dar un rodeo, analizando el concepto de naturaleza, «physis», primordial, si queremos tomar conciencia de los graves problemas que nos van saliendo al paso. Aristóteles dedi– ca un capítulo Íntegro de su Metafísica a señalar los diver– sos significados de la palabra «physis». Encuentra nada menos que siete en una gama filosófica que va desde la significación etimológica según la cual ,physis» quiere de– cir la génesis de cuanto se engendra hasta la más universal, por la que <<fJhysis»viene a significar lo mismo que esencia o sustancia. 3 Expuestos los distintos modos en que se puede enten– der el concepto de ,physis», Aristóteles fija una significa– ción como primera. Es la de naturaleza como sustancia de aquellas cosas que tienen en sí en cuanto tales, principio de movimiento. 4 Si esta materia, cargada de virtualidades, la hemos de concebir como una única fuerza unitaria o como la totalidad de las fuerzas productoras del cambio, es difícil precisarlo. Ya E. Zeller hablaba de la oscuridad del problema en Aristóteles. 5 Por lo que atañe a nuestro propósito, podemos prescin– dir de esta cuestión. Sea la naturaleza una fuerza única o sea un conjunto de distintas fuerzas, lo que interesa es subra– yar las notas peculiares que Aristóteles atribuye a la <,physis». La primera nota es la autosuficiencia. La autosuficien– cia de la <<jJhysis» queda bien patente en el modo cómo Aristóteles concibe la causalidad dentro de los cambios naturales. La naturaleza, según él, es a la vez causa eficien– te, formal y final de los mismos. El desgarro cósmico que sufría el mundo en el dualismo platónico ha sido elimi– nado en la visión aristotélica. Si para Platón la idea es «ousía», «lagos» y «télos», transcendente a la realidad sen– sible que participaba de un modo muy deficiente de la misma, para Aristóteles estos tres caracteres de la idea son inmanentes a la <<jJhysis». Todavía, si cabe, tiene la <<fJhysis» 26/SUPLEMENTOS ANTHROPOS Fuentes de pensamiento cristiano ___________ una plenitud de que carecía la idea platónica que ejercía su acción como causalidad eficiente por medio del demiur– go. La <<jJhysis», por el contrario, por sí misma activa, goza de causalidad eficiente. 6 En efecto; para Aristóteles la naturaleza es el principio de donde procede el movimiento. Al mismo tiempo, es la forma que especifica los diversos movimientos. Y es, final– mente, la meta a que tiende el movimiento. Ningún pro– ceso más adecuado para aclarar esta concepción filosófica que el proceso de crecimiento en el viviente. Este proce– so tiene su causa eficiente en la naturaleza peculiar de di– cho viviente, que despliega sus virtualidades latentes. Tiene también en la naturaleza su causa formal, pues el viviente se desarrolla según una forma bien determinada. Tiene igualmente en la naturaleza su causa final, por cuanto el pleno desarrollo de la forma específica es la meta que el viviente logrará si en su marcha hacia la misma no es im– pedido por la deficiencia de la materia o por el choque con agentes extraños y coactivos.7 Tan sólo la causa material parece quedar fuera de la naturaleza. Pero ya nos advierte Aristóteles que pertene– ce a la <<jJhysis» en cuanto es el sustrato sobre el que actúa la forma. Con ello se cierra la plena y perfecta autono– mía de la <<fJhysis». 8 La segunda nota es su carácter fixista dentro de la es– pecie. Y juntamente con ello, la primacía absoluta de lo específico sobre lo individual. Lo eterno, lo inmutable, lo que tiene valor para Aristóteles es lo específico. Lo indi– vidual es tan sólo un modo de manifestarse lo específico dentro de la corruptibilidad propia de los seres vivientes. Expresamente dice Aristóteles en su tratado Del alma que por la generación los vivientes logran de algún modo ser siempre y participar en lo posible de lo divino. 9 La tercera nota de la Física aristotélica es la teleología o el finalismo. Ello quiere decir que la causa final tiene primacía sobre las demás causas, aun sobre la eficiente que ejecuta la acción de mover. Sabido es que el problema en– tre la causalidad eficiente y la final ha sido una lucha de gigantes en el campo de la filosofía. El mecanismo subraya tanto la primera que elimina la segunda. El finalismo, por el contrario, da la preferencia a la causa final sobre el agente. En la época del racionalismo filosófico Descartes y Leib– niz son dos gigantes que se enfrentan con este problema. Opta el primero por el mecanicismo, con desprecio de toda investigación sobre los fines, arcano que Dios mis– mo se ha reservado para sí. Y ve el segundo en la causa final la clave de toda explicación racional del cosmos. Ter– cia en la polémica Kant. Y en la tercera de sus criticas, en la Crítica del juicio, propone una solución sintética en la interpretación de la naturaleza viviente y en el arte. Aristóteles, espíritu equilibrado siempre, pero más que nunca en esta cuestión, ve en la causalidad de la causa fi– nal una realidad misteriosa pero intensamente efectiva. De ella, en efecto, parte todo el proceso del movimiento y en ella termina. Por lo mismo, sin plantear la cuestión de la primacía, siempre vidriosa, da a entender que la causa final tiene una importancia máxima por su doble incum- 73

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