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_____ 11. TEMAS EN TORNO A MI PENSAMIENTO CRISTIANO do paso. Ello contribuirá a elevar este decrépito mundo cultural que rezuma naturalismo a ras de tierra. Las mo– dernas y complicadísimas cuestiones de la nueva cristian• dad con sus problemas afines sobre la misión de la Iglesia en lo temporal, la interpretación de la marcha de la histo– ria como «encarnación» o como «escatología», etc., todos estos temas creemos podrán recibir nueva luz de las ense– ñanzas del gran teólogo medieval. 27 Sin desdeñar la car– ne y sus exigencias, supo centrar las mentes en lo que demanda el espíritu a quien la carne debe hallarse orien– tada y en función de servicio. El P. Zamayón nos ha dado una síntesis de la sabiduría cristiana según el seráfico maes– tro en estas palabras con las que cerramos esta primera conclusión: «Un conjunto de conocimientos en el que se coordinan sin confundirse las luces de la razón y de la fe, desde el conocimiento natural en esta vida hasta la visión beatífica en la otra». La segunda conclusión hace referencia a la triste his– toria de la filosofía separada. Nace en Jonia bajo el influ– jo de la técnica y está agonizando a los golpes de un fiero irracionalismo. En su camino ha conocido errores, des– viaciones, petulancias, miseria ideológica. Evoquemos el texto bonaventuriano, implacable con la filosofía presun– tuosa: «Multi philosophi, dum se voluerunt dividere a te– nebris erroris, magnis erroribus se immiscuerunt..., superbientes de sua scientia, luciferiani facti». Es esta la tremenda lección de la historia para todo filósofo que quie– ra ver. Que quiera ver, se entiende, la sima que se abre a sus pies vacilantes desde el momento en que renuncie a la sa• biduría. Y es para pensar -con esta reflexión concluimos-, cómo esta sabiduría cristiana, motejada de «sacristana», y «beata», sea ahora quien levante más firme que nadie su voz para defender a la razón de las impugnaciones fu– riosas del irracionalismo. De la «cochina lógica» hablaba y escribía muy en se– rio el conocido pensador de Salamanca. Dudo que la teo– logía haya cosechado de sus émulos tan indigno trato. El irracionalismo actual es la razón vengándose sin piedad de sus propios extravíos. Para que se vea la necesidad que tiene y tendrá siem– pre la filosofía de estar aupada y sostenida por la sabidu– ría que en nuestros medios culturales, en nuestra civilización occidental, no es otra que la sabiduría cris– tiana. 26/SUPLEMENTOS ANTHROPOS Perspectiva histórica del desarrollo del saber _________ NOTAS 1. Camille Bérubé, De la philosophie a la sagesse chez saint Bonaven• ture et Roger Bacon, Roma, Biblioteca Seraphico-Capuccina. Sectio his– torica, 26, 1976. 2. Naturaleza y Gracia, 3 (1956), 181-205. 3. Xavier Zubiri, El hombre y Dios, Madrid, 1984, pp. 12 y ss. 4. Acta Apostolicae Sedis, 25 (1958), 153. 5. Heidegger, muy reiterativo en este tema a partir de la «Kehre», lo expone especialmente en su obra: Unte-rwegs zur Sprache, Pfullingen, 1959. 6. M. Heidegger, «Brief über den Humanismus», en Wegmarken, Francfort a. M., 1967, pp. 145-149. 7. Francisco de Vitoria, «De jure belli», en Obras de Francisco de Vitoria. Relecciones teológicas (edición de T. Urdánoz), Madrid, 1960, 812-858. 8. T. Carreras Artau, «Elogio de la sabiduría», Revista Española de Filosofía, 3 (1944) pp., 119-131. 9. Lorenzo Riber, Prólogo a Obras escogidas de Erasmo, Madrid, 1956, p. 17. 10. J.M. Pemán, «A la muerte de mi madre», en Las musas y las ho– ras, Madrid, 1945, pp. 355 y ss. Todo el pequeño poema es un canto a la serena sapiencia maternal. 11. Aristóteles, Metaph. l (A), 1 980, a 21. 12. Utilizamos para este estudio la autorizada traducción española de J. Xirau y W. Roces, Paideia: los ideales de la cultura griega, México, 1942. 13. E. Zeller, «Die Philosophie der Griechen in ihrer geschichtlichen Entwicklung», Dritter Teil, erste Abteilung: Die nacharistotelische Phi– losophie, Leipzig, 1909. 14. Ibíd., p. 15. 15. Summa Theologica, I, q. I, a. 2: Utrum sacra doctrina sit scien– tia; a. 3: Utrum sacra doctrina sit una scientia; a. 4: Utrum sacra doctri– na sit sciencia practica. 16. M. de Unamuno, «Sobre filosofía española», en Ensayos, I, Ma– drid, 1945, p. 549. 17. E. Gilson, Eetre et l'ess_ence, París, 1972, 2, pp. 124-187. 18. Pone de relieve esta tendencia, con elogio injustificable al pare– cer, Crisógono de Jesús Sacramentado, La escuela mística carmelitana, Ávila, 1930, pp. 141-253. 19. E. Levinas, Autrement qu'etre ou au dela de l'essence, La Haya, 1974, pp. 125-166. 20. Cf. Philosophy Today, 27 (1983), 101; el estudio Íntegro, pp. 87-103. 21. Fumi Sakaguchi, Der Begriff der Weisheit in den Hauptwerken Bonaventuras, Munich, 1968, pp. 76-92. 22. Camille Bérubé, recensión de la obra cit. de F. Sakaguchi, en ColL Franc., 40 (1970), 199. 23. H . Bergson, «Les deux sources de la morale et de la religion», en Oeuvres, París, 1963, cap. IV, p. 1.239. 24. Pelayo de Zamayón, Hacia Dios. Cinco lecciones acerca del «Iti– nerario» de San Buenaventura, Roma, 1940, p. 62. 25. H. Leisegang, Denkformen, Berlín, 1951, p. 255. 26. Cf. Ciencia y Sabiduría..., pp. 135-224. En esta obra se remite a otras anteriores y reafirma su posición más firme y definitiva. Muy instructivo a este particular el «Anexo-Respuesta a nuevas objeciones». 27. Cf. G. Thils, Teología della Storia (edic. ita!.), Alba, 1951, pp. 45 y ss. También estos temas preocupantes han sido objeto de estudio en las Conversaciones Cató!. de San Sebastián. Véase Documentos, 11- 12: La eficacia temporal del Cristianismo. 71

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