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_____ 11. TEMAS EN TORNO A MI PENSAMIENTO CRISTIANO sin embargo, la nueva sapiencia debe hacerse cargo de las ingentes aportaciones del saber racional. También este sa– ber racional debe colaborar en la necesaria iluminación de los problemas humanos actuales. Con este plan programático volvemos a la concepción sapiencial de San Buenaventura, propuesta por sus comen– taristas. Uno de ellos, Pelayo de Zamayón, la define en estos términos precisos: «Conjunto armónico de conoci– mientos filosófico-teológicos, en el que se coordinan sin confundirse las luces de la Razón y de la Fe, desde el co– nocimiento natural en esta vida hasta la visión beatífica en la otra». 24 Gran programa se nos ofrece aquí, si que– remos realizar esta definición en el momento presente. La obra de H. Leisegang, Denkformen, describe los mo– dos de pensar de la filosofía de Occidente, dominados por el esfuerzo de la razón. El fruto de este esfuerzo han sido los diversos sistemas. También a San Buenaventura lo ve bajo este esfuerzo. Pero añade: «...auch der ganze Aufbau des Systems eine wesentlich andere Form zeigt». 25 Según esto, San Buenaventura, además de elaborar un sistema, ha cultivado otra forma de pensamiento. Es la forma de su sapientia christiana que tiene hoy un futuro prometedor. Tres estilos de pensar hemos señalado en los campos de la filosofía y de la teología. Dentro de ellos hemos igual– mente constatado dos tránsitos de máxima inflexi6n: de la sabiduría milenaria a la filosofía racional, de la filoso– fía racional a una nueva «sapientia christiana». Este segun– do tránsito, que desearíamos fuera un logro en nuestros días, lo leemos en el lema, si se le actualiza, que Camille Bérubé puso al frente de su laboriosa colección de estu– dios: De la philosophie a la sagesse. SABIDURÍA Y FILOSOFÍA EN SU SIGNIFICACIÓN HISTÓRICA E IDEOLÓGICA* Ista scientia praecipitavit et obscw-avit philosophos, quia non habuerunt lumen fidei...Philosophica scientia via est ad alias scientias, sed qui ibi vult stare cadit in tenebras. S. BONAVENTURA De donis Sp. Sancti, IV, n 12; V, p. 476. Conclusiones Mediante el estudio hemos podido advertir el entrecru– zamiento que hist6ricamente ha tenido lugar entre sabidu– ría y filosofía. Y cómo estos dos saberes, centrados en una * Preámbulo de la perspectiva histórica representada en el estudio precedente fue este estudio publicado 23 años antes: Naturaleza y Gracia, 4 (1957), 181-205. Puede interesar conocer las conclusiones a las que habíamos llegado por entonces. 70 Perspectiva histórica del desarrollo del saber ________ civilización cnstlana, no solamente no han sido con– tradictorios sino que mutuamente se han completado, llegando a constituir lo que en el lenguaje agustino-fran– ciscano se ha llamado sapiencia cristiana. Dentro de esta civilizaci6n cristiana no puede darse auténtica sabiduría si ésta no hinca su pie en el terreno humano de la filoso– fía. Del peligro contrario nos hablan bien alto teologis– mos extemporáneos y anacrónicos, lacra endémica de ciertos medios culturales a nuestra vera. Menos aún cabe una filosofía cerrada y plenamente autónoma, en cuyo seno lucha la contradicción con más denuedo que lo hi– cieron los dos mellizos bíblicos. Contradicción patente, pues queriendo ser la filosofía por definición y por con– signa histórica «patencia de los grandes enigmas del hom– bre y del mundo», en su necia cerrazón y autosuficiencia se condena a ignorar los principales. ¿Es que cabe una res– puesta al dilacerante problema del dolor en una pura fi– losofía? ¿Qué nos dice ésta del tremendo enigma de la historia en su desarrollo? Si hasta para problemas par– ticulares como la cuestión social, la educación, los papas reiteradamente nos dicen que hay dos luces, la revelación y la razón, las que iluminan un único problema, en sí mis– mo inescindible, ¿por qué entonces en virtud de no sé qué abstraccionismo, vacuo e insincero, se separa lo que Dios ha unido, raz6n y fe, filosofía y teología, que solamente aunadas pueden darnos la iluminaci6n que más necesita– mos, la de los problemas últimos? Y no se arguya una vez más con la resobada objeci6n de que no hay que confun– dir filosofía con teología, razón con fe. Volvemos a decir que son dos luces; pero dos luces que iluminan un único problema: el problema de la salvación definitiva del hom– bre, de su destino eterno. J. Maritain mantuvo contra eminentes tomistas una polémica famosa sobre el valor de la ética natural y su subordinación a la teología. 26 Creemos que caló profun– damente, aunque de modo parcial, en el tema que venimos desarrollando. Lástima que una fidelidad de escuela le haya impedido deducir lo que está latente en sus principios. Razona J. Maritain que si históricamente el fin del hombre es de hecho sobrenatural, no puede construirse una ética sin tener en cuenta este hecho. Tal modo de ra– zonar parece concluyente. Pero sigamos arguyendo more scholastico. Si toda ética, como él mismo reconoce, se fun– damenta en una metafísica y más en concreto, en una an– tropología, ¿cómo poder prescindir en el estudio de esta metafísica y de esta antropología de las realidades sobre– naturales que han dejado su marchamo 6ntico y psicol6- gico en nuestras estructuras humanas, base sobre la que hay que levantar la cúspide de la moral: el deber y la obli– gación? J Maritain no cita a San Buenaventura. Creemos, sin embargo, que ha hecho un gran servicio al seráfico doctor, pese a haberse quedado a medio camino. Ello pa– rece decirnos que la concepción de San Buenaventura so– bre la sabiduría cristiana, no como confusión de filosofía y teología, como tantas veces sin motivo se le ha imputa– do, sino como síntesis sapiencial en la que convergen los rayos distintos de la teología y de la filosofía se está abrien- SUPLEMENTOS ANTHROPOS/26
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