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_____ 11. TEMAS EN TORNO A MI PENSAMIENTO CRISTIANO do y al que ahora sólo tenemos que añadir un adjetivo. Obtendríamos así esta fórmula: paideia cristiana. Esta fórmula pudiera servir de rótulo indicador a los 400 volúmenes de la conocida colección patrística. En ver– dad, todos los santos padres, al mover su pluma o discur– sear en sus homilías, no tenían otro intento que enseñar a su pueblo a ser cristiano. Todos cultivaban una excelsa paideia cristiana. Esta paideia cristiana, grandiosa aunque sólo sea por la mole de sus escritos, no tiene continuidad en Santo Tomás al declarar éste que la sacra doctrina es antes especulativa que práctica, antes.ciencia teórica que orientación de la pra– xis cristiana. 15 ¿Tuvo conciencia Santo Tomás de la infle– xión innovadora que daba al pensamiento cristiano? No es cosa de responder a esta pregunta que nos distraería de lo que ahora queremos claramente subrayar. A saber: que San– to Tomás introduce en el seno mismo de la doctrina cris– tiana, en el corazón de la teología, el saber por el saber, al declarar que la teología es primariamente un saber científico. Con este saber gana la teología precisión y claridad. Serán estas cualidades, dadas a la teología, un indiscuti– ble mérito del tomismo, Pero a costa de haber perdido mucho contacto con la vida. Miguel de Unamuno, en uno de sus desplantes, mal comprendidos, acusa a la escolásti– ca de ser: «aquella hórrida combinatoria de conceptos abs– tractos, rígidos, cinchados en sus definiciones». 16 Fue justo que los escolásticos se sintieran heridos por la agre– sividad unamuniana. Pero fue muy de lamentar que no tomaran conciencia de cuán certeramente denunciaba Unamuno su fría sequedad conceptiva. Punto de arran– que de esta fría corriente doctrinal fue Santo Tomás al declarar a la teología antes especulativa y conceptual que vital y práctica. Pudo haber sido San Buenaventura un correctivo a esta dirección prevalentemente teórica con su sensibilidad más afectiva y más en contacto con la intimidad de las con– ciencias cristianas. Así pensaron doctores tan eminentes como Gerson y San Francisco de Sales. Pero hay que cons– tatar que San Buenaventura no dio la pauta al pensamiento cristiano en los siglos que le siguieron, excepto en el cam– po de la mística donde su influjo benéfico fue siempre muy eficaz. Los místicos franciscanos españoles dan buen refrendo a esta afirmación. Pero la teología, como sínte– sis doctrinal, tomó desde el siglo XIII el rumbo teórico que Santo Tomás le impuso. El otro gran doctor franciscano, Juan Duns Escoto, no comparte la opinión de Santo Tomás sobre el carácter de la teología, pues la declara esencialmente práctica. Pese a ello, . la declinación de la teología hacia el intelectualismo concep– tual tiene en Escoto tanto o más relieve que en Santo Tomás. No en vano es Escoto el gran metafísico de la esco– lástica, como lo transparenta en su obra De primo principio. Parece en lo cierto E. Gilson, cuando declara al intelectua– lismo de Duns Escoto, con quien empalma F. Suárez, am– bos filósofos de la esencia, un antecedente del racionalismo del siglo XVII, el de Descartes y Leibniz, propugnadores los dos de la filosofía de la esencia, en la línea de Escoto. 17 68 Perspectiva histórica del desarrollo del saber ________ El pensamiento cristiano oscila desde fines de la Edad Media entre teología y vida. Recuérdese la «devotio mo– derna» con el Kempis como libro excepcionalmente signi– ficativo de esta tensión. Aquí en España, y más en concreto en San Juan de la Cruz que estudió en la Universidad de Salamanca, se ha querido ver una síntesis de teología y mís– tica. Pero lo cierto fue que se mantuvieron más o menos frente a frente hasta que la teología escolástica se impuso en tal manera al pensar místico que éste, durante los siglos XVII y XVIII, realizó el lamentable esfuerzo de encuadrar las experiencias místicas, tersamente expuestas por Santa Teresa, dentro de la rígida terminología escolástica. Con tan invidentes tentativas el pensamiento místico español entró en una estéril paramera de dos siglos, que sólo muy parcialmente hemos logrado dejar atrás. 18 Más o menos todo el pensamiento cristiano ha pasa– do por esta paramera del frío intelectualismo. Ha sido el Vaticano II quien nos ha incitado a salir de él. Nos place que en este momento cite a San Buenaventura. Para todo pensador es una acuciante llamada a abrirse a nueva vía. Ésta ha de ser menos abstracta y más vinculada a lo con– creto; menos intelectualista y más ir a la verdad «con toda el alma», como ya pedía Platón, no obstante ser acusado de idealista; menos sistemática en su conexión lógica y más histórica: desde la historia sagrada de salvación hasta la historia de las civilizaciones y culturas en las que esta salvación debe integrarse y realizarse. Expongamos, pues, brevemente esta nueva vía para con– tribuir por nuestra parte a que nos abra a un pensamien– to cristiano de mayor plenitud y más a la altura de nuestro momento histórico. Hacia una nueva «sapientia» En acuerdo con el propósito del pensamiento cristiano actual de asumir las mejores aportaciones de la filosofía de nuestro tiempo, iniciamos esta última reflexión de nues– tro estudio con la tesis del filósofo judío E. Levinas. Afir– ma éste que es necesario aunar la filosofía y la revelación bíblica, puesto que la religión alcanza lo que no puede ser logrado por la sola filosofía. Y además, contra la ten– tativa de Hegel de situar la claridad del concepto como lo absoluto, juzga patente que la suprema perfección del hombre no se halla en la adquisición de la verdad teórica. U na mentalidad abierta a codo saber y una repulsa de la prevalencia que ha tenido el pensamiento puramente teó– rico transpira la tesis del filósofo judío, muy para ser teni– da en cuenta en la actual coyuntura. 19 Aún más incitante es un estudio de M. Zimmerman, Heidegger and Heraclitus on Spiritual Practice. Desde la interpretación de Heráclito, dada por Heidegger, este autor se atreve a comparar el pensamiento heideggeriano con la sabiduría oriental. Llega en su razonamiento a esta con– clusión: «For Heidegger, Heraclitus and the Eastern sage, SUPLEMENTOS ANTHROPOS/26
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