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_____ 11. TEMAS EN TORNO A MI PENSAMIENTO CRISTIANO luminosamente intuidos, que pueden y deben dar ba– samento a una incomparable metafísica. Pero la metafísi– ca, como saber estricto, se halla ausente de las páginas bíblicas. A la escucha de Dios y por intuiciones geniales nos dieron los antiguos profetas y poetas aquellas sa– bidurías venerables que hoy todavía tanto nos pueden en– señar. Refranes, adagios, proverbios No es el momento de precisar el peculiar matiz que con– tradistingue estas tres manifestaciones de la eterna sabi– duría popular. Aquí nos atenemos a lo que les es común. Sobre lo común de esta sabiduría el filósofo T. Carreras Artau hace una penetrante reflexión que nos place resu– mir aquí. 8 Por tema tiene esta sabiduría al hombre en todas las manifestaciones de su vida. Pero al hombre no lo mira objeto de ciencia, para conocer lo que es en sí, sino como el ser más noble de cuanto nos rodea, al que hay que en– señar cómo orientar su vida para saberla dirigir a su meta. Por lo mismo, esta sabiduría desconoce el incitante saber por el saber de nuestra cultura fáustica occidental, para ate– nerse exclusivamente a dar enseñanzas educativas y prác– ticas. Estas enseñanzas no son dirigidas por la fría lógica razonadora sino que tienen su origen en el buen sentido, el seny, el delicado tacto, el sensus veri et boni. Este buen sentido toma en consideración los innumerables proble– mas prácticos del vivir humano y da para ellos la posible y loable solución. Esta sabiduría de refranes, adagios y proverbios ha for– mado parte de la que cristalizó en las literaturas sapien– ciales, a las que hemos ya hecho referencia. De ellas viene a ser la parte más popular y muy sensible a los avatares diarios del vivir. Desde la perspectiva en que nos hemos colocado en este estudio, me parecen muy acertadas las observaciones que Lorenzo Riber antepone a su versión de los Adagios de Erasmo. «Estos proverbios -escribe- que recorren el mundo, que son ubicuos y se los encuentra en dondequiera y se transmiten de lengua en lengua y de civilización en civilización, proceden de las más abstrusas profundida– des de la Historia; son restos sobrevivientes y venerabl_es testigos de la sabiduría de los hombres de la antigüedad. La Humanidad recogió en ellos lo que tiene de más exquisito y de mejor.» Refrenda este autorizado escri– tor su atestado a favor de esta sabiduría popular con las mismas palabras de Erasmo que dice así: «Hay en estas paremias, sin .duda, una nativa y genuina fuerza de ver– dad. Porque si no fuera así, ¿cómo se explicaría que mu– chísimas veces una sola sentencia haya pasado a cien pueblos y que no haya muerto, ni siquiera envejecido, a través de tantos siglos que ni las mismas Pirámides pudie– ron resistir?». 9 Por nuestra parte, debemos anotar lo que de modo im– plícito ya viene dicho en las citas que hemos aportado. 66 Perspectiva histórica del desarrollo del saber ________ Es decir, que esta admirable riqueza paremiológica no ha sido fruto otoñal de largos razonamientos, sino que ha brotado de la intuición del pueblo. Ésta tiene su más se– creta raíz en los destellos que Dios hace columbrar sobre las mentes humanas. Por este motivo concluimos aquí de modo semejante al anterior apartado. A la escucha de Dios y por intuiciones geniales ante el diario vivir se han ori– ginado los innumerables refranes, adagios y proverbios para ser la guía luminosa del hombre en su duro caminar por la vida. Y también, para risa y chiste en sus inconta– bles charlas de convivencia. Ha sido un infortunio cultural que la paremiología haya sido poco estudiada. Ha sufrido con el ascenso triun– fal de la filosofía en el pensamiento de Occidente. Parece, sin embargo, haber llegado la hora de una vuelta al vene– rable saber sapiencial de las antiguas culturas. La crisis no superada de la ciencia parece estar pidiendo esta vuelta. Al pensador cristiano toca tomar conciencia de este nue– vo ascenso de la sabiduría milenaria y darle iluminada aportación. Prudencia de los ancianos Es posible que la problemática aneja a la tercera edad esté poniendo en sombra oscura lo mejor de esta pru– dencia. Esto mejor lo ha troquelado la sabiduría popular en uno de sus proverbios: Del viejo el consejo. Una au– reola de sabiduría práctica ha coronado por largos siglos las canas del anciano. La historia bíblica refiere cómo Roboam tiene que lamentar la división de su reino por no seguir el consejo de los ancianos. A su vez, el salmo bíblico de alabanza a la ley canta en uno de sus versos: «Super senes intellexi, quia mandata tua quaesivi» (Sal 118, 100). No se puede ensalzar de mejor manera la sabiduría del anciano. Asumiendo este espíritu de veneración a la sabi– duría de los mayores, el órgano de la Orden capuchina, Analecta Ordinis Fratrum Minorum Capuccinorum, du– rante más de 80 años, desde su publicación en 1884, lle– vó, como lema en el subtítulo este texto bíblico tan apremiante: «Interroga patrem tuum et annuntiabit tibi, majores tuos et dicent tibi» (Dt 32, 7). Era confesar la deuda sapiencial con nuestros antepasados, al mismo tiem– po que era un apremio para recordar y seguir sus mejores enseñanzas. Dos causas explican las iluminaciones sabias de los pa– triarcas familiares. La primera hunde sus raíces en el mis– terioso legado que nos han transmitido los siglos. Este legado son las venerables sabidurías de las que hemos he– chos ya mención y que han hallado siempre en los ancia– nos pequeños embalses de su río caudaloso. La segunda la pone muy en relieve Aristóteles, cuando afirma que el joven no puede hacerse cargo de la virtud de la prudencia por carecer del conocimiento de los múltiples casos sin– gulares de la vida humana. Por el contrario, el anciano, ante los éxitos y fracasos que en la vida ha experimenta- SUPLEMENTOS ANTHROPOS/26

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