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----- l. VISIÓN CRISTIANA DE LA HISTORIA EN SUS TEXTOS En este clima de comprensión y acercamiento al mun– do pagano, Arnobio vuelve a la tesis de Tertuliano, al afir– mar éste que toda alma es «naturaliter christiana» . Para una recta visión de la historia es este clima mental un ex– celente preámbulo. Lactancio tiene, a su vez, un mérito mayor por haber elaborado una primera síntesis doctrinal de cristianismo dentro del mundo latino. Y es muy de notar desde la vi– sión cristiana de la historia que este intento filosófico– teológico se halle inmerso en la historia salutis. Y esto tan– to en la vertiente negativa como en la positiva de su expo– sición. En la vertiente negativa declara a las religiones no cristianas totalmente insuficientes frente a la plenitud del cristianismo. En la vertiente positiva contempla todo el con– tenido doctrinal de éste en torno al Cristo histórico, si bien puesto en relación con Dios, primer principio y fin de toda la realidad. Y sin embargo, advertimos en su apologética, presen– te siempre en toda su obra, dos notas de claro pesimismo. La ~rimera es su carencia de visión para los tanteos, en ocas10nes preclaros, del hombre religioso antiguo en bus– ca del verdadero Dios, como hizo notar San Pablo. En tema tan decisivo, tanto Lactancio como su maestro Ar– nobio fueron muy ciegos al juzgar las religiones inventos del espíritu del mal para engaño de los mortales. La se– gunda nota es su tendencia a una literatura ardiente y agre– siva -más Arnobio que Lactancio-, muy a tono con su tierra africana. Por desdicha, ha tenido muchos imitado– res en la apologética posterior. Más comprensivo debiera haberse mostrado Lactancio con la filosofía, dada su preo– cupación por las letras clásicas. Sin embargo, el breye tex– to que acotamos basta para probar su carencia de una alta comprensión de la misma: Recte igitur Zeno ac Stoici opinationem repudiarunt. Opi– nari enim te scire, quod nescias, non est sapientia, sed teme– rarii potius, ac stulti. Ergo si neque scire quidquam potest, ut ~ocrates docuit, nec opinari oportet ut Zeno, tota philoso– ph1a sublata est [Divinae lnstitutiones, lib. III, N; P.L., 6, 357]. Así pues, rectamente Zenón y los estoicos repudiaron el emitir pareceres. En verdad, opinar que tú sabes, cuando ig– noras, no es de sabio sino más bien de temerario y necio. Luego si no se puede saber algo, como enseñó Sócrates, ni procede emitir opiniones, según Zenón, toda la filosofía ha quedado eliminada. Más contrario a una visión cristiana de la historia se muestra Lactancio en este otro texto en que explícitamente niega la inserción del cristiano en la naturaleza, inserción que es fundamento primario de lo que se llamará con el tiempo «naturalismo cristiano». Este es el texto aludido: Audiamus etiam Zenonem... Summum, inquit, est bo– num, cum natura consentanee vivere. Belluarum igitur no– bis more vivendum est. Nam quae abesse debent ab homine, in iis omnia deprehenduntur: voluptates appetunt... [Divi– nae Institutiones, lib. III, VII; P.L., 6, 367]. 44 Patrística latina ___________________ Oigamos también a Zenón... El bien sumo, dice, se halla en vivir según la naturaleza. Se sigue que debemos vivir como lo hacen las bestias. En ellas encontramos cuanto debe estar alejado del hombre: apetecen los placeres... Qué poco honra Lactancio su interpretación del na– turalismo estoico. Pero más nocivo es su pesimismo res– pecto de la naturaleza por lesionar una fibra central de la visión cristiana de la historia. Por contraste y en com– pensación Lactancio sueña con un milenarismo terreno, pletórico en toda clase de bienes, de los que participa la nueva naturaleza recreada. (Entre paréntesis sea dicho que no es correcto celar el milenarismo de Lactancio en el es– tud\o tan serio de M. Perrin, I:anthropologie de Lactance, Pans, Beauchesne, 1981.) A las ingenuas ilusiones del milenarismo condujo a Lactancio su pesimismo. Este mismo pesimismo motivó en el campo de los hechos históricos su obra tan citada pero poco digna de serlo: De mortibus persecutorum. Tiene esta obra un doble fallo. Primeramente porque tien– de a desfigurar los hechos históricos a favor de su tesis aunque se le reconoce un indudable deseo de querer se; objetivo y leal. En segundo lugar porque mantiene un in– consciente, pero atrevido, intento de penetrar en los de– signios de Dios sobre los destinos humanos. Lactancio inicia una apologética unilateral que casi llega hasta nues– tros días. Al final de esta breve exposición sobre Lactancio pa– rece muy pertinente proponer este texto en que Lactan– cio se abre a la «humanitas», tema que él pudo desarrollar, pero que dejó a otros para tiempos mejores. Este es el tex– to que gustamos acotar y que desearíamos pudiera decir– se que resume a Lactancio: Summum igitur Ínter se hominum vinculum est huma– nitas: quod qui disrupit, nefarius et parricida aestimandus est. Nam si ab uno homine, quem Deus finxit, omnes ori– mur, certe consanguinei sumus; et ideo maximum scelus puta~d1:1m est, .odisse hominem, vel nocentem... Ergo pro bellms 1mmambus sunt habendi, qui homini nocent, qui contra jus humanitatis et fas omne spoliant, cruciant, occi– dunt, exterminant [Divinae Institutiones, lib. VI, X; P.L., 6, 666-667]. De aquí que el vínculo sumo de los hombres entre sí sea la humanidad: quien lo rompe, debe ser tenido por nefasto y parricida. Pues si de uno solo, a quien Dios formó, pro– cedemos todos, ciertamente esto nos hace consanguíneos; por tanto se ha de juzgar un máximo crimen odiar al hom– bre, aun al nocivo... Así pues, se han de tener por crueles bestias quienes hacen daño, quienes contra el derecho de hu– manidad y de cuanto es lícito despojan, torturan, matan y aniquilan. Como programa de futuro para una visión cristiana de la historia hemos transcrito este bello texto de Lactan– cio. Con especial complacencia hemos subrayado el vo– cablo humanitas. La semilla ha sido echada al surco. Ya llegará la hora de dar fruto en sazón. SUPLEMENTOS ANTHROPOS/26

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