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_____ l. VISIÓN CRISTIANA DE LA HISTORIA EN SUS TEXTOS Este ponderado texto quiere hacer ver el profundo nexo existente entre el hombre y el cosmos dentro del plan di– vino salvífica. Y cómo al final de la historia se dan la mano, al iniciarse el eterno amanecer de los hijos de Dios. Según esta grandiosa concepción la historia no acaba en historia: ni en intra-historia, ni en meta-historia. Defini– tivamente se abre a la Trans-Historia. Complace sobremanera que tan bella y honda doctri– na, después de un silencio de siglos, haya sido gozosamente asumida por el Vaticano II en las Constituciones Lumen Gentium, n. 9 y Gaudium et Spes, n. 39. Por su breve den– sidad acotamos el texto de la primera: [El pueblo mesiánico] tiene últimamente como fin la di– latación del reino de Dios, incoado por el mismo Dios en la tierra, hasta que sea consumado por El mismo al fin de los tiempos, cuando se manifieste Cristo nuestra vida y la misma creatura será liberada de la servidumbre de la corrup– ción para participar en la libertad de los hijos de Dios [Rom., 8, 21] [BAC, n. 252, p. 23]. Marchamo de oro para esta doctrina de la espera espe– ranzada al final de la historia que quiere dar paso con an– helos gozosos a la trans-historia de la dicha eterna en Dios. En esta fórmula poética ha adensado P. Claudel tan grandiosa y cristiana visión de la historia: N'est-il pas écrit que Dieu un jour fera non pas un ciel nouveau seulement mais une terre nouvelle? Et qu'est-ce que cela veut dire sinon la Redemption aussi de cette Creation matérielle? [L½rchitecte. Ouvre poétique, Ga– llimard, 1967, p. 621] Liturgia cósmica al margen de la historia En un momento de exaltación de la liturgia cósmica, pues– ta tan en relieve por el teólogo, hoy cardenal de la Iglesia, U. von Balthasar, no agradará que se vincule esta liturgia a un aspecto tan negativo como el de haber marginado la historia. Pero el historiador constata y juzga. Y desde esta doble misión es obligado comenzar ahora ponderan– do el final de la gran patrística griega, final que se adensa en la citada fórmula: liturgia cósmica. Dos figuras señeras la viven intensamente: la que se esconde tras el Corpus Dionysiacum y su seguidor y comenqrista San Máximo el Confesor. Sobre la significación histórica del primero baste recoger el membrete que han dado los monjes de Solesmes a la edición del mismo con sus traducciones his– tóricas: «L'une des sources principales de la pensée théo– logique des écoles d'Occident» (Dionysiaca, Desclée de Brouwer, 1937, I, l. (Utilizamos esta edición, si bien da– mos las referencias por P.G.). Sobre San Máximo el cita– do teólogo, U. von Balthasar, afirma que es «l'achevement et la pleine maturité de la pensée grecque mystique, théo– logique et philosophique» (Liturgie Cosmique. Maxime le Confesseur, París, Aubier, 1947, p. 11). Pues bien, por los escritos de ambos se siente transpi- 40 Patrística griega _________________ rar un hálito entusiasta de adoración litúrgica a la obra de Dios. Los respalda la teología cuando describe la litur– gia celeste de ángeles y santos, a los que se une la creación entera, como grandiosa manifestación de la vida eterna. Algo muy peculiar de uno y otro es el haber visto en la liturgia celeste un modelo de la liturgia de la tierra, que debe ser una imagen y anticipo de aquella (De ecclesiast. hierarchia, VI, 5. P.G., 3, 538. S. Maximus, Mystagogia, XXIV; P.G., 91, 703). Agrada sobremanera subrayar este final litúrgico de la historia humana por cuanto la secularización actual la ha dejado totalmente al margen. Y aún los pensadores cris– tianos tienden a desentenderse de tan grandioso tema. Lo han dejado, al parecer, para que lo canten los poetas. Ter– minamos de citar a uno de ellos, P. Claudel, quien ha sen– tido grandiosamente el misterio latréutico del cosmos. Pero éste no es sólo un tema poético. Debe entrar de lleno en una visión cristiana de la historia, que ha de ver su últi– ma etapa como paso a la trans-historia. Este sentido latréutico del cosmos el Corpus Dionysia– cum lo hace sentir en todas sus páginas. Los reiteradísimos vocablos: üµvoc;-üµvo11,oyía-Oµvq;>oía, etc., coaunados con la apµovía -roo navróc;, conforman el festival cós– mico y eterno. Es muy de notar que este festival tiene por meta de su júbilo los atributos divinos: Bondad, Sabidu– ría, Providencia... (De divinis nominibus, IV [per totum ]; P.G., III, 679-693). Al final quiere el gran liturgo que se cante la paz divina, que todo lo une y acorda con Dios, a quien reiteradamente, bajo impronta neoplatónica, lla– ma El Uno -i-o sv- (De divinis nominibus, XI; P.G., III, 947). El «mysterium laudis» lo ha proclamado el Corpus Dionysiacum como grandioso final de la más alta vida cris– tiana. Por este motivo -también hay otros- es grande nuestra deuda para con el famoso Corpus. Con matices muy peculiares, que hoy los doctos estu– dian, San Máximo sigue al Corpus Dionysiacum, al que comenta. Nunca con más fervor que al exponer el miste– rio latréutico del cosmos. En su obra fundamental, Mysta– gogia, centra este misterio en torno a la Sacra Synaxis, como se dice en versión latina. En la descripción que hace de la misma el cristiano parece sentirse partÍcipe, no tan– to del cuerpo y de la sangre del Señor, cuanto del miste– rio litúrgico celeste, que se preludia durante la celebración eucarística, que la Iglesia preside y organiza aquí en la tie– rra. Certeramente resume U. von Balthasar cuanto veni– mos diciendo en este juicio histórico al que nos remitimos: «L'idée fondamentale de la Mystagogia est done que le culte sacramental de l'Église est le symbole éfficace de la litur– gie transcendante, universelle, cosmique» (op. cit., p. 241). La conexión entre la liturgia terrestre con la celeste, San Máximo la quiere hacer patente en su breve comen– tario al Trisagio. Por su significación lo acotamos: La trina exclamación que brota de labios de todo el pue– blo fiel, manifiesta la unión en la alabanza y la igualdad en el honor, que han de tener lugar en el siglo futuro entre to– das las potestades incorpóreas e inteligibles. La naturaleza hu- SUPLEMENTOS ANTHROPOS/26

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