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_____ l. VISIÓN CRISTIANA DE LA HISTORIA EN SUS TEXTOS Place poner en relieve las paternas entrañas de Dios con sus vocablos griegos: rca-rptKoic; 0rc11,áyx,v0tc;. Vio a Dios San Juan Crisóstomo actuando en la historia con entrañas paternas. Esto debe anotarlo un pensador cris– tiano frente a esa larga literatura de un Dios que amenaza y está pronto a descargar su brazo justiciero. Se le ha vis– to más como a Júpiter vengador que como a Padre entra– ñable en su misericordia. Felizmente la synkatábasis nos da otra perspectiva que esta llamada a iluminar en el pre– sente la visión cristiana de la historia. Pío XII y el Vatica– no II la han hecho sentir en la cuestión del lenguaje bíblico. Con la patrología griega la podemos ampliar a la marcha de la historia. Dios se acomoda al hombre. Dios se achica hasta él. Y lo conduce. La synkatábasis es una idea que ilumina y consuela dentro de una serena vi– sión cristiana de la historia. La patrología griega por San Juan Crisóstomo lo intuyó certeramente. Apena que el historiador tenga que certificar haber hallado pocos se– guidores. Al final de la historia el hombre y el cosmos en espera y esperanza Ya hemos recordado el agnosticismo de K. Jaspers, al de– clarar que ignoramos el origen y la meta de la historia, a los que menta el título de su obra muy conocida. No se pensaba así en el ambiente de la patrística griega. En aquellos días los estoicos daban respuesta a esta gran cues– tión con su teoría de los ciclos eternos, que periódicamente se suceden. Y que Séneca interpretó desde una perspecti– va de decadencia moral, como he expuesto en «La filosofía de la historia en Séneca» (Actas del Congreso Internacio– nal de Filosofía, en conmemoración de Séneca», Madrid, 1966, II, pp. 247-271). Los pensadores cristianos optaron, como ya dijimos, por una visión histórico-lineal, no sólo para el hombre sino también para el cosmos. Muy de notar es que esta con– cepción lineal ha recibido un doble sentido : o como pro– greso indefinido intrahistórico; o como apertura de la historia a la transcendencia al fin de los tiempos. Aquí silenciamos hablar del progreso indefinido de la historia, tan en alza en los dos últimos siglos, por ser ignorado de la patrística griega sobre la que ahora reflexionamos. Ésta tuvo ante sí el preclaro texto de San Pablo en que éste re– salta la actitud del hombre y del mundo cuando acabe la historia para dar paso a los nuevos cielos y a la nueva tierra de la eternidad. Este texto de San Pablo hay que te– nerlo presente para hacernos cargo de la mentalidad pa– trística. He aquí lo esencial del mismo: La expectaci6n ansiosa de la creaci6n está aguardando la revelaci6n de los hijos de Dios. Pues la creación fue someti– da a la vanidad, no de grado, sino en atenci6n al que la so– meti6, con esperanza de que la creaci6n misma también será liberada de la servidumbre de la corrupción, pasando a la libertad de la gloria de los hijos de Dios. Sabemos que la crea- 26/SUPLEMENTOS ANTHROPOS Patrística griega _________________ ción entera congime y siente dolores de parto por la llegada de la hora [Rom., 8, 19-22]. Aúna San Pablo en este pasaje la liberación final del hombre con la liberación del cosmos. Éste, condenado el día de la primera culpa a producir espinas y malezas en réplica a la prevaricación humana, ansía tomar definiti– vamente otra actitud. Con esta exultante personificación San Pablo pondera la conexión viviente entre el hombre plenamente redimido y la creación entera. Los actuales comentadores subrayan que aquí San Pablo entiende que la revelación última de los hijos de Dios sólo tendrá lu– gar cuando los cuerpos resuciten en gloria. Es por esta gloria de la resurrección de los cuerpos por la que la crea– ción entera suspira, ya que será el momento en que ella será definitivamente liberada de la servidumbre del mal. Sólo así será digna morada del hombre en la eternidad feliz de éste, cuando el cuerpo participará con el alma de los dones de Dios en plenitud. Distanciada se halla esta mentalidad del progreso inde– finido intrahistórico: sea marxista o positivista. Pero a ella no puede renunciar una visión cristiana de la historia. Esta visión tiene un magnífico precedente en la patrística griega. San Gregorio Nacianceno aborda certeramente el tema al exponer los dolores de alumbramiento que, según San Pablo, siente toda creatura en la ansiada expectación que hemos recordado (Oratio, IV, XV; P.G., 25, 545). Pero también en esta ocasión es San Juan Crisóstomo quien mejor ha vibrado ante la ansiosa expectación de la creación entera, la cual llega en verdad a hallarse en «espe– ra esperanzada». La palabra «espera» es menos incisiva que «expectación ansiosa», como suele traducirse el vocablo griego de muy rico contenido: «apo-kara-dokía». Pero al darle el calificativo de «esperanza» se indica que es una espera fundada en una esperanza que es firme como lo es la esperanza teologal. En este enmarque mental comenta San Juan Crisósto– mo el texto paulino que venimos regustando. Lo hace en estos términos: 39 La creatura se duele de modo vehemente a la espera de los bienes de que hemos hablado: la palabra apokaradokía -de que se sirve San Pablo- expresa una expectación violen– ta. Aquí pues, habla con énfasis San Pablo, y personaliza a todo el universo, como hacen los profetas (con los ríos y co– llados). No porque los juzguen animados o les concedan algún conocimiento, sino para que aprendamos que el des– bordarse de lo bueno que hacemos llega hasta a los que care– cen de sentido... Cuando aquí el apóstol personaliza la creaci6n y la oye gemir en desgarros de parto, no quiere de– cir que el cielo o la tierra hayan gemido, sino que con ello expresa la inmensidad de los bienes futuros y el deseo de sa– lir de los males que aún detienen al hombre. [...] Y si la crea– tura destituida de mente y de lenguaje gime, aunque ignore estas cosas, mucho más debemos gemir nosotros... Y desear la redenci6n de nuestro cuerpo, es decir, la gloria plena... En esto consiste nuestra redención, para no volver a la pri– mera cautividad [In epist. ad Rom.cmos, XIV, 4-6; P.G., 60, 531].
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