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_____ l. VISIÓN CRISTIANA DE LA HISTORIA EN SUS TEXTOS Completa esta excelsa antropología de San Basilio, preámbulo de la historia bíblica, su hermano menor San Gregorio de Nisa. Sobre la inserción del hombre en el cosmos sintetiza su pensamiento en la pequeña obra: In verba «faciamus hominem, etc.». Para fundamentar la su– perioridad del hombre sobre los animales y el resto de la creación enuncia este principio que vale por un trata– do de filosofía de la historia: «Donde se da capacidad para mandar, allí hay una imagen de Dios»-01tou T] -roü a.p– XElV 8úvaµtc;, EKEl i¡ 't"OÜ 0wü ElKrov-. A continuación hace notar en qué conviene el hombre con los animales: brutos, peces, etc. Y cómo éste puede extender su vista por la inmensidad de las cosas, para admirar toda la gran obra de Dios. Pero San Gregorio no tiene reparo en afir– mar que al decir Dios: «llenad la tierra», nos constituyó señores -Kuptouc; i¡µéic; snofacrEv- (P.G., 44, 272). De este imperio del hombre sobre las cosas deduce San Gregorio de Nisa el deber que tiene éste de dominarse a sí mismo. Sólo así podrá cumplir el mandato divino de hallarse al frente de la creación. De donde se sigue igual– mente que la salvación del hombre se irradia sobre todos los seres (P.G., 44, 278). Acentúa aún más esta vinculación del hombre y del cosmos al hacer suyo lo que oyó a algunos sabios, quie– nes, al razonar sobre nuestra naturaleza, afirmaron que el hombre es un mundo pequeño -µtKpóc; -rtc; KÓcrµoc; fo-rív ó a.v0pronoc;- (In Psalmos, cap. III; P.G., 44, 439). Esta idea se hará muy fecunda a lo largo de los siglos. San Gregorio gusta ver la armonía cósmica resumida en la que ya se advierte en el hombre. Éste, a su vez, debe ascender de su propia armonía a la de los cielos que cantan la glo– ria de Dios, como ya lo senda el salmista. Así pues, en esta visión de San Gregorio el hombre y la creación van unidos en la empresa común de dar glo– ria a Dios. La historia del hombre se entrecruza entonces con el cosmos. Lo que motiva que éste adquiera un senti– do histórico-lineal. La synkatábasis -condescendencia- de Dios en la obra salvífica Si hombre y mundo van Íntimamente unidos en la mentalidad de la patrística griega, no se puede perder de vista que en el plan divino de salvación el protagonista es el hombre. Por lo mismo interesa sobremanera refle– xionar en la colaboración de Dios y el hombre en esta histórica empresa. La teología se ha detenido morosamente en el análisis de esta colaboración desde el punto de vista soteriológico. Menos lo ha hecho desde una visión cris– tiana de la historia. Pues bien, un concepto poco comen– tado nos puede introducir de lleno en la misma. Nos referimos al concepto de «synkatábasis». En nuestros días este concepto se ha hecho sentir muy autorizadamente. Pío XII en la Divino afflante Spiritu, 1943, al exponer cómo la revelación divina se acomoda al lenguaje humano, escribe: «En esto consiste aquella 38 Patrística griega _________________ cruvKa-rál3amc; o condescendencia de Dios providente que ya San Juan Crisóstomo exaltó sobremanera y que re– petidamente afirmó encontrarse en los Libros Sagrados» (n. 20). Igualmente la constitución Dei Verbum del Vati– cano II, n. 13, repite a Pío XII y en nota alega como re– frendo histórico a San Juan Crisóstomo. En efecto, este gran padre de la Iglesia oriental ha sen– tido con hondura este tema. Anticipándose a Pío XII y al Vaticano II, al comentar cómo Isaías vio a Dios senta– do en su trono, lo hace en estos términos: Liri11,&v on rcú.vrn eKeiva ouvKarn!3aoewc; íív. Mani– fiestamente todas estas cosas son de condescendencia, de aco– modación. Pues si Isaías hubiera visto la misma naturaleza divina, no la hubiera visto en distintas formas, puesto que ella es simple, sin figura, sin composición, incircumscripta. No se siente, no está en pie, no camina. Todo esto es algo corpóreo. Como en verdad sea Dios, sólo él lo sabe [In Joan– nem. Homilía, XV, 1; P.G., 59, 98]. Pero este modo de comentar la synkatábasis no tradu– ce su pleno contenido. Y menos si se la aplica a la histo– ria. Y es que este vocablo griego no significa tan sólo «con-descender», es decir, abajarse, acomodarse... A esta primera benevolencia añade el «ir con». En el núcleo de la misma se halla el verbo l3aívro = caminar. Evoca la syn-kata-basis a la madre que se abaja para aupar del suelo a su niño al que da la mano para acompañarlo en su mi– núsculo correteo. Pues bien, un reiterado agacharse Dios para alzar a su pueblo y darle la mano de su perenne ayuda es, en sustancia, lo más íntimo y cordial de la historia sagrada. Con calor hogareño describe el profeta Isaías las condescendencias de Dios, verdaderamente ma– ternales. Nunca se ha perdido este mensaje bíblico. Y bien po– demos decir que la palabra «synkatábasis» pone muy de relieve la acción condescendiente de Dios en la historia. San Juan Crisóstomo, con su realismo mental, la vivió muy intensamente. Como más tarde tendremos que cons– tatar la asfixia de esta visión cristiana de la historia en al– gunos padres griegos, que se dejaron llevar por el neoplatonismo antihistoricista, place ahora subrayar la vi– sión cristiana de San Juan Crisóstomo, quien nos hace sen– tir la synkatábasis divina en el correr de la historia salvífica humana. Acotamos este texto bien esclarecedor de su Co– mentario al Génesis: Quisiera hoy pasar a proponeros aquellas cosas por las que podáis conocer la inefable «filantropía» de Dios y de cuánta condescendencia -synkabásei- se ha servido para atender a nuestra naturaleza en su Providencia. En ver– dad, al ver a los dos, Adán y ·Eva, que se habían desen– tendido de su mandato, no cesó en su bondad, sino que, así como el padre clementísimo busca la manera de rehabilitar a su hijo indigno, caído en la abyección, Dios, conmovido en sus paternas entrañas, no los abandonó sino que los ayu– dó para que, desde su vileza actual, retornaran a la primera dignidad recibida [In Genesím. Homilía, XVII, 1; P.G., 53, 134]. SUPLEMENTOS ANTHROPOS/26

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