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_____ l. VISIÓN CRISTIANA DE LA HISTORIA EN SUS TEXTOS Las abejas son patente imagen de lo que podemos obte– ner de estas obras. No van indistintamente a todas las flo– res; y sobre aquellas que se posan, no intentan llevárselo todo; solamente lo que es útil a su trabajo y se desentien– den de lo demás. De la misma manera, si nosotros somos sabios, recogeremos cuanto nos puede convenir y sea con– forme a la verdad. Sobre lo demás pasaremos de largo [P.G., 31, 563]. Esta alta estima de San Basilio por las letras griegas al– canza eficacia literaria en San Juan Crisóstomo, quien, ins– truido por el retórico Libanios, aúna en su elocuencia la pulcra claridad del aticismo con el entusiasmo que le daba su sentido cristiano. En San Gregorio de Nisa, hermano de San Basilio, tie– ne lugar la máxima conjunción de la cultura antigua y de la verdad teológica. Por esto mismo interesa sobrema– nera conocer su actitud ante la filosofía griega que tanto estimaba. En un pasaje de Vida de Moisés, su obra mejor pensada, compara la filosofía con la hija de Faraón, la cual, estéril y sin hijos, adopta al niño hebreo. «Tal es, dice Gre– gorio de Nisa, la educación de los de afuera -it e~ro0ev 1taí8e0cnc;- que concibe siempre -ad rooívouoa- pero que nunca es capaz de dar a luz un hijo -µTJOÉ7tO'te ~roo– yovoüoa 1:é¡) 'tÓK<y- [P.G., 44, 350]. Imposible expresar con mayor realismo la tendencia de la filosofía a la verdad sin lograr poseerla. Viene a la mente la actitud paralela de San Buenaventura durante las controversias medievales. Todavía hoy se hace sentir el tema dentro del pensamiento cristiano. En todo caso, y para concluir con esta cuestión incidental, aunque importan– te, parece evidente la actitud de los grandes padres orien– tales ante las bellas letras, por ellos asumidas altamente en teoría y en praxis. Expuesta esta cuestión previa pasamos ahora apresen– tar la visión de la historia, propuesta por la patrística grie– ga. Pese a su manquedad, ofrece aspectos de grandiosidad maravillosa y de vigencia eterna. En cuatro de estos as– pectos fijaremos especialmente nuestra atención. El cosmos con sentido histórico-lineal La patrística griega, al asumir la filosofía ambiental, tuvo peligro de hacer suya la concepción que ésta tenía del cos– mos respecto del hombre. Éste, según la misma, se halla– ba inserto dentro del cosmos como elemento integrante, sometido a los ciclos eternos de un proceso necesario. El gran Orígenes sucumbió, como vimos, al impacto de es– tos ciclos, aunque de manera parcial. Por otra parte, el pen– samiento cristiano de Occidente, muy centrado en el hombre, consideraba «el gran teatro del mundo» como el proscenio donde el hombre realiza su historia como los actores de teatro ejecutan el drama. El mundo, creación de Dios, será el campo donde actúe el hombre bajo la ac– ción de la gracia. Una tendencia a delimitar las zonas de la acción creadora y redentora, de la naturaleza y de la gracia, acompaña esta concepción. 26/SUPLEMENTOS ANTHROPOS Patrística griega _________________ La patrística griega aúna, sin confundirlas, todas estas realidades en la unidad del plan divino que preside el Pa– dre y realiza el Hijo con la acción del Espíritu. En virtud de esta acción trinitaria en el cosmos, éste entra de lleno dentro del plan divino que se irá desarrollando a lo largo de los siglos. Por tanto, pierde el cosmos su presunta auto– suficiencia del «sin principio ni fin» de los ciclos eternos, para ser un elemento colaborador en la historia lineal de avance hacia una meta última señalada por San Pablo en estaJórmula: «ó 0e6c; 1táv1:a EV 1tiimv» (1 Cor 15, 28). Con entusiasmo hizo suya esta fórmula toda la gran pa– trística griega. San Atanasio es muy explícito en afirmar que no sólo todo ha sido creado por el Logos, sino que el Logos está dando consistencia a todo lo creado. Del tan comentado texto de San Pablo (Col 1, 15) deduce que en Cristo, por ser el primogénito de toda creatura, fueron creadas todas las cosas. San Atanasio subraya en su comentario lo que añade el apóstol al decir que todo tiene consistencia en él. Retocando el texto del apóstol escribe, refiriéndose al Logos: éht fü'm'i-rou Kui ev uu-ré¡'> cn>vécHTtKE -ra. núv-ru -ra. -re ópu-ra. Kui -ra. uópu-ru [Oratio contra Gentes, 41; P.G., 25, 83]. Porque por medio de Él y en Él tienen consistencia to– das las cosas, las visibles y las invisibles. San Atanasio da a entender que la conservación de las cosas viene a ser una creación ininterrumpida para que todas ellas vayan realizando el plan providencial de Dios. Por lo que toca a la salvación del hombre la ve sencilla– mente como creación prolongada. San Basilio insiste preferentemente en la acción del Es– píritu por cuyo influjo se realiza la creación total del hom– bre en cuanto hijo de Dios adoptivo en Cristo. Esa filiación adoptiva señala la meta final de la creación. En la ascensión hacia esta meta San Basilio contempla a la creación entera puesta al servicio del hombre para que éste glorifique a Dios por ella y con ella. Es patente, por lo mismo, que el hombre tiene dentro de la realidad cósmi– ca un puesto excepcional. Contra los judíos, negadores de la Trinidad, y contra los gentiles, adoradores de mil dio– ses, San Basilio lo ensalza con entusiasmo bíblico al co– mentar las palabras pronunciadas por Dios creador: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza». Esta es la glosa que hace de ellas: 37 El hombre perfecto es elevado a la dignidad de los án– geles. ¿Pero es que puede el artefacto llegar a ser igual a su hacedor? Y sin embargo, reflexiona sobre lo que se dice a continuación: «a imagen nuestra». ¿A quién otro puede referirse esto que al que es imagen de Dios invisible, es– plendor de su gloria y fisionomía de su sustancia? Fue, por tanto, creado el hombre a imagen de aquel que dijo: «Yo y el Padre somos uno» [Homilia IX in Hexaemeron, P.G., 29, 206].

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