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_____ l. VISIÓN CRISTIANA DE LA HISTORIA EN SUS TEXTOS Es clara la selección que se hace aquí del contenido histórico. Pero es una actitud legítima. Y tiene un largo historial por haber sido cultivada por las antiguas tradi– ciones sapienciales. Nuestra Biblia es un ejemplo precla– ro de esta primera manera de hacer historia. Es ésta un recuerdo. Pero un recuerdo agradable y nostálgico. Las fa– milias, las colectividades, las iglesias, los pueblos y nacio– nes han gustado de la misma. Pero a estos grupos humanos no les interesa tanto saber «cómo las cosas fueron», cuan– to tener del pasado un ejemplo, un modelo, un tipo en carne viva que simbolice el ideal de la colectividad. Ya vimos cómo Eusebio declara que se propone des– cribir lo provechoso para los presentes y para la posteri– dad. ¿Y qué pretendió San Atanasia al escribir su encantadora Vita Sancti Antonii? De su efecto edificante, constructivo, habla San AgustÍn en sus Confesiones, VIII, 6, cuando relata por labios de un tercero cómo dos ofi– ciales de la milicia del emperador, al hacer su lectura, se sienten inclinados a dejarlo todo y seguir el ejemplo del santo anacoreta. Encantan las anécdotas de esta Vita Sancti Antonii, tan conocida y comentada. Pero junto con ellas San Atanasia plasma el tipo ideal del hombre solitario que vive sólo para Dios. Parigual es la Vida de Santa Macrina, escrita por su hermano Gregario de Nisa. De nuevo nos hallamos con el tipo y la anécdota. Aquí el tipo que se quiere proponer es el del alma que asciende por una vía interior hacia Dios. Se halla movida por un impulso hacia arriba -tpü)(;– que es un celeste desasosiego. San Gregario adensa este impulso en una palabra: E1téKi-a.otc;. Pudiera traducirse por esta perífrasis: «siempre más allá». Y en este ir más allá lleg6 la santa al abrazo místico con Dios. Del ascetis– mo riguroso de San Antonio Abad pasamos aquí a las de– licias de la más alta contemplación. Pero en un caso y otro ambas biografías son modelo para siglos del santoral de la Iglesia. En una y otra el ideal de un modelo tipo, da la mano a la deliciosa anécdota que será siempre un en– canto al repetirla las generaciones cristianas. Estas dos ruedas: el modelo-tipo y la anécdota circuns– tancial han facilitado el movimiento de las variadas ca– rrozas del santoral cristiano, casi hasta nuestros días. Siglos más tarde, del VII al XII, se llamaron a las colecciones biográficas Pasionarios o Legendarios, según que recogie– ran martirios o dieran a conocer la brega diaria del santo en cada hora. En los siglos siguientes son muy conocidas otras colecciones: Legenda Aurea y Flos Sanctorum. Lo di– cen todo en su tÍtulo. Noches de placidez cristiana hicie– ron pasar a nuestros antepasados. De lamentar es que a veces se las tenga tan en poco. Anotemos al final que des– de la estructura interna de la historia aparecen siempre con este entramado bimembre: tipo y anécdota; modelo y suceso casero. Este historial va desde las vidas de los mon– jes -una preclara hemos recordado- hasta las leyendas medievales, cuya lectura tanto todavía nos agrada. Desde la visión cristiana de la historia esta literatura religiosa nos la muestra en su momento menos teórico. En compensación tal vez sea su momento más vivencia!. 36 Patrística griega ______ ___________ Los grandes padres de la Iglesia oriental Después de informar en el apartado anterior sobre la idea que de la historia tuvieron los laboriosos historiadores de la Iglesia oriental, toca ahora abordar el tema en sus gran– des teólogos, a los que la tradición eclesial ha llamado «grandes padres de la Iglesia oriental». Éstos no hicieron de la historia un campo de su reflexión especial. Pero en torno a ella han pensado una temática que en su grandio– sidad llega hasta nuestros días. Debemos, por lo mismo, detenernos muy en serio en los temas estudiados por esta gran Patrística, presentándola en su mejores textos. Mas antes de adentrarnos por tan incitante tema, pla– ce advertir que nos hallamos en un momento cumbre de las letras cristianas. Uno de estos padres, San Juan Crisós– tomo, pasa por ser el mejor orador cristiano de todos los tiempos, haciendo honor al calificativo que se le ha dado. Su relación con la estética es por lo mismo patente. Pero es de notar que la estética que se cultiva en este momento eclesial es de concepción y de expresión. La estética de con– cepción hace referencia a la visión cósmica unitaria, a lo que podemos llamar «cosmos cristiano». El autorizado teó– logo Urs von Balthasar la ha expuesto con morosa deten– ción en su obra Herrlichkeit. Por lo que toca a la estética de exposición alcanza en estos santos padres del siglo IV un valor de antología dentro de la literatura griega clásica. Es obvio, por todo ello, suscitar aquí una cuestión pre– via a la historia, pero muy relacionada con ella: cuál fue la actitud de estos santos padres respecto de la cultura clásica. Ya hemos indicado que el problema venía de atrás. Contra las letras, según dijimos, estuvo Tertuliano. En la Iglesia oriental compartieron la misma tendencia Tacia– no y Teófilo de Alejandría. Al extremo opuesto vimos que Clemente alejandrino la insertó dentro del plan divi– no de salvación, mientras que su sucesor Orígenes, pese a su repliegue, reconoce la valía de la cultura griega para defender la verdadera fe. Lo chocante en la situación del siglo IV se halla en que Juliano el Apóstata acordara con los cristianos recelosos, aunque por motivo muy distinto. Los cristianos temían la contaminación con dicha cultura. Juliano tenía esta do– ble razón: dar pie a los que, como Celso, juzgaban a los cristianos como ignorantes; e impedir, con esta ignoran– cia, la posibilidad de defenderse. Dos mentes preclaras toman plena conciencia de los intentos de Juliano: San Basilio y San Gregorio Nacian– ceno, ligados por una entrañable amistad. Ya con su es– tancia en Atenas, donde se formaron en letras griegas, refutaban a Juliano, a quien allí conocieron y trataron. San Basilio escribe además, en momento de gran reflexión: Carta a los jóvenes sobre el modo de obtener provecho de las letras griegas. El título de la carta declara a plena luz cuál haya sido la mentalidad de este padre de la Iglesia. En refrendo del tÍtulo baste citar uno de sus bellos pasajes: SUPLEMENTOS ANTHROPOS/26

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