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_____ l. VISIÓN CRISTIANA DE LA HISTORIA EN SUS TEXTOS Este texto, tomado de su obra Contra Celsum, lo ex– presa claramente: Judea y Jerusalén, sombra en sentido simbólico -ouµÍ)ot,.,tK&c; OKtá-, se dicen de aquella tierra, buena y amplia, puesta en el más alto cielo, donde se halla la Jerusa– lén celeste. El Apóstol, que resucitó con Cristo y que, buscando arriba el sentido de la Escritura, eliminó cuanto las fábulas hebrai– cas habían inventado, dijo de esta Jerusalén celeste: «Os ha– béis acercado al monte de Sión, a la ciudad del Dios vivo, a la Jerusalén celestial y a tener la convivencia de millares de ángeles» [Contra Celsum, VII, 29; P.G., 11, 1.402). Esta preferencia por la Jerusalén celeste, que es la Igle- sia gloriosa, preferencia que Orígenes transmite a toda la Patrología Oriental, no le impide aunarla a la Iglesia te– rrena, en peregrinación a la eterna. Por su valor excep– cional acotamos este pasaje de J. Daniélou: Según la concepción de Orígenes la historia humana no aparece sino como la proyección, umbra et exemplar, de una historia celestial. Alcanzaremos entonces las razones últimas, las cxpxo.í de la teología de la historia; pero era importante señalar que nos hallamos ante una de las concepciones cen– trales de Orígenes, tanto más cuanto este aspecto ha sido to– talmente desconocido por los autores que han escrito sobre él. Lo que le opone a la filosofía es precisamente que para él la historia constituye la realidad esencial del cristianismo... Si la verdad es siempre la misma, si la 0(,ot,.,oyío. es inmuta– ble, en cambio la oiKovoµío., las cosas humanas, constitu– yen una historia... La historia se desenvuelve en dos planos: en el plano celeste de una historia eónica, para decirlo como Berdiaev, y en el plano proyectado de la historia de la huma– nidad. De este modo tenemos una fusión nueva, una Wél– tanschauung única, que no es ni pura inmovilidad ni puro devenir, sino la perspectiva cristiana de una historia que se desenvuelve en dos planos que se corresponden [Orígenes, trad. esp.: Buenos Aires, 1958, p. 198). Mis reflexiones de historiador sobre el mundo orien– tal llegan a dar preferencia, en este bello pasaje de J. Da– niélou, a la afirmación primera: «La historia humana no aparece sino como la proyección, umbra et exemplar, de una historia celestial». Por lo mismo, la afirmación de los dos polos que se corresponden sólo es aceptable en el sen– tido de admitir la prevalencia de lo celeste, lo verdadera– mente real, sobre lo terreno, que no es más que mera sombra y proyección. Esta actitud de Orígenes la vere– mos en su influjo muy eficaz a lo largo de nuestra exposi– ción de la visión cristiana de la historia en este apartado en que estamos abordando la Patrología griega. Donde la filosofía ambiental influyó más negativamen– te en Orígenes fue en lo tocante a su concepción escato– lógica. Especialmente en el peculiar problema de la restauración universal -urcoKa.,cicr-wcn<; rcáv,rov-. Se vincula ingenuamente a la teoría platónica de la preexis– tencia de las almas, las cuales, después de su caída y casti– go, piden volver al estado primero. También los ciclos estoicos se hallan presentes en Orígenes. Éste expone de- 34 Patrística griega _________________ tenidamente su doctrina en el cap. VI del Libro III, De principiis. Un texto muy conocido la resume. Comenta el pasaje de la oración sacerdotal de Jesús, en que pide a su Padre: «Que sean uno como nosotros somos uno». He aquí su breve comentario en edición bilingüe por su im– portancia: In quo jam videtur ipsa similitudo, si dici potest, pro– ficere, et ex simili unum jam fieri, pro eo sine dubio quod in consummatione vel fine omnia et in omnibus Deus [P.G., XI, 334. Se cita en latÍn por no conservarse el original]. En lo cual ya aparece que la misma semejanza progresa, si ello se puede afirmar, y por lo semejante se logra lo uno, por cuanto, sin duda alguna, en la consumación o final Dios es todo en todas las cosas. Hace pensar este breve texto por darse en él un entre– cruce del pensamiento neoplátonico y paulino. El neo– platonismo se halla presente al subrayarse el «Unum», palabra clave de esta filosofía, sobre todo cuando se le une a la semejanza que va progresando. Pero la insistencia de Orígenes en repetir esta frase teológica: «Omnia et in om– nibus Deus», hace que no se pueda enjuiciar su teoría de la apokatástasis sólo desde los influjos filosóficos recibi– dos, como suele hacerse. Es también un ataque frontal esta misma frase paulina al dualismo gnóstico y maniqueo. Al fin triunfará, sentencia Orígenes, el principio de Bien: «Deus omnia in omnibus». Exageró en su optimismo a favor del triunfo del Bien. Pero la idea no deja de ser gran– diosa y tentadora. Aun en nuestros días. Historiadores eclesiásticos Mérito de la Iglesia cristiana oriental es el haber sido la cuna del que es considerado como padre de la historia de la Iglesia, Eusebio de Cesarea. A éste siguieron otros his– toriadores no tan preclaros, pero sí de notables mereci– mientos. Ante ellos es obvio preguntarse aquí qué idea tuvieron de la visión cristiana de la historia. Para responder motivadamente a esta pregunta es me– nester distinguir tres maneras de exponer la historia. La primera consiste en considerar la historia como un recuer– do grato del pasado, que gusta hacerlo presente: o bien por un espíritu de familia que vincula largas generacio– nes entre sí; o bien por una agrupación: ciudad, pueblo o nación, que recuerdan su pasado en dichos, cantos y re– latos históricos. De la ingenua crónica diaria hasta la gran– diosa epopeya, pasando por los cantos de gesta y coplas populares, corre esta primera manera de hacer historia, esencialmente narrativa y acrítica. La segunda manera no se limita a narrar los sucesos pasados, sino que quiere dar a conocer su engranaje cau– sal, las motivaciones de los mismos. Más que recuerdo la historia quiere ser lección de vida. Pragmática se ha lla- SUPLEMENTOS ANTHROPOS/26

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