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VISIÓN CRISTIANA DE LA HISTORIA EN SUS TEXTOS falsa, que amenazó al cristianismo en el hondo de su esen– cia. Se ha dicho de ella que fue el primer intento de secu– larización que ha sufrido el cristianismo. Habría que decir más bien que fue un conato de adulteración radical. Su declinación al panteísmo y su dualismo pesimista hacen de él un sistema de total oposición al cristianismo. Y más en concreto, a la visión cristiana de la historia. San Ireneo, en su impugnación del mismo, quiso pri– meramente ponerlo en claro. Tal cual era. Muy difícil de lograrlo por ser una maraña intrincada de filosofía, teo– logía, mística, relatos fabulosos, desbordamiento imagi– nativo y mil cosas más. Todavía es hoy una cruz precisar los elementos esenciales del gnosticismo y sus principa– les escuelas. Pese a todo, San Ireneo se apresta a darlos a conocer, a ponerlos en claro. O dicho en su lenguaje: cpavi::pa TCOletV -hacer las cosas patentes-. La secta que tiene más en cuenta es la de los valentinianos, que ha pasado a los manuales de la historia con el nombre de Gnosis itálica. A ellos nos remitimos para un informe inicial sobre el pleroma, los treinta eones con su descenso escalonado por zonas, etc. Se ha dicho de esta concepción que ha destruido la verdadera noción de Dios, tanto si lo separa del mun– do como si lo confunde con él. Es la genuina noción de Dios la verdad que ante todo quiere defender San Ireneo contra los gnósticos. Lo logra con el relato ingenuo y profundo de la creación. Reitera– damente comenta el gran hecho. Elegimos, entre muchos, este texto precioso: La Escritura dice: «Formó Dios al hombre del polvo de la tierra, y le inspiró en el rostro aliento de vida». Luego no fueron los ángeles quienes nos hicieron, ni los ángeles pu– dieron hacer una imagen de Dios; ni poder alguno lejos del Padre de todas las cosas, sino sólo su Verbo. En verdad, Dios no tenía necesidad de ellos, para hacer lo que había prede– terminado, como si Él no tuviera manos. A su lado están siempre el Verbo, y la Sabiduría, el Hijo y el Espíritu, por los cuales y en los cuales Dios hizo libre y espontáneamente todas las cosas. A éstos les habla, diciendo: «Hagamos al hom– bre a nuestra imagen y semejanza» [Adversus haereses, IV, 20, l; P.G., VII, 1.032]. Los comentaristas anotan lo incisivo que es San Ire– neo en este pasaje. Los gnósticos, para explicar el orden del cosmos, hadan intervenir multitud de eones, con su menester peculiar e incontables interferencias. De esta suerte, frente al pleroma, plenitud de perfección, iba sur– giendo, en degradación descendente, todo el cosmos, has– ta llegar al mundo malo, al que el hombre se vincula y del que hay que liberarlo. San Ireneo, con metafísica sim– plicidad, afirma que Dios Padre, plenitud del ser, tiene a su disposición dos manos: el Verbo, que es su Hijo, y la Sabiduría, que es el Espíritu. Estas ayudas, si es lícito hablar así del Ser Supremo, le son suficientes a Dios para crear la maravilla de todo el cosmos y embellecerlo con su imagen y semejanza, que es el hombre. Otra idea de San Ireneo, también clave como la ante- 26/SUPLEMENTOS ANTHROPOS Padres apostólicos y apologistas ____________ rior en una visión cristiana de la historia, es la de recapi– tulación de todas las cosas en Cristo. Sobre el contenido de esta idea nos remitimos a lo dicho ya en su lugar. Nos limitamos ahora a acotar alguno de los mejores textos en que San Ireneo de modo claro manifiesta cómo hizo suya la tesis paulina de la recapitulación. En el texto aludido, San Ireneo hace un resumen de la fe de la Iglesia, recibida de los apóstoles y de los discí– pulos en estos términos: Fe en un solo Dios Todopoderoso... y en un solo Cristo Jesús, el Hijo de Dios, que tomó carne por nuestra salvación, y en el Espíritu Santo, quien por los profetas pregonó «las economías»-los caminos de salvación-: la venida, el llegar a la luz desde el seno de una Virgen, la pasión, la resurrec– ción de entre los ~ uertos, la ascensión en carne a los cielos del amado Cristo Jesús, Señor nuestro, y la parusía desde lo alto de los cielos en la gloria del Padre, para recapitular todas las cosas y resucitar la carne toda de toda la humanidad - !::ni tú O.VUKE<poJ ..m<.óoao0m tÓ. 7CÚvta KUl 0.VUotfíom 7CÚOUV ocipKav no.011<; av0pú)nó,11,o<;- [Adversus haereses, I, 10, 1; P.G., VII, 549]. San Ireneo asume plenamente la recapitulación de San Pablo. Mas advierte en ella una doble vertiente: la de re– sumir y la de renovar. Resume, (,n efecto, los planes de Dios para salvar el mundo en una única economía, dispensada a lo largo del Antiguo y del Nuevo Testamento, y renue– va a todos por la resurrección de los muertos, nuncio de nuevos cielos y de nueva tierra. ¿También en este mundo y a la vista de todos tendrá lugar esta recapitulación últi– ma? San Ireneo parece estar por ello, pues acepta el mile– narismo de Papías. Pero este milenarismo nos parece algo marginal a su concepción de la historia como una mar– cha hacia la plena reincorporación en Cristo. Completa San Ireneo este plan histórico de la recapi– tulación en Cristo, viendo en María a la Nueva Eva al lado del Nuevo Adán Cristo. Este texto lo hace ver claro: Porque del mismo modo que Eva, teniendo por esposo a Adán, permaneciendo aún virgen... vino a ser por su deso– bediencia causa de muerte para ella misma y para toda la hu– manidad, así María, teniendo por esposo al que le habían destinado, manteniendo su virginidad, vino a ser por su obe– diencia causa de salvación, para ella misma y para toda la hu– manidad. Nótese este contraste en el texto griego: ahía eyévetO eavci,ou -Eva- ahía eyéye,o oonepía<; -María- (Adversus haereses, III, 22, 4; P.G., VII, 959. Por las dificultades en la traducción no da P.G. el texto griego, que hemos tomado de Sources Chrétiennes, n. 211, p. 441). Con esta reflexión San Ireneo introduce a María den- tro de la visión cristiana de la historia. Hasta ahora ha estado en ella demasiado marginada. Ensalzada la mujer hasta verla signo de elevación según la conocida frase de Goethe: Das Ewig-Weibliche zieht uns hinan, se ha queri– do hacer de esta frase una ley histórica. Sin tantos precio– sismos románticos el pensador cristiano debe contemplar en María ese misterio de elevación que tanto necesita el 27

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