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_____ l. VISIÓN CRISTIANA DE LA HISTORIA EN SUS TEXTOS mosata y Celso inician esa galería de mentes obcecadas que a lo largo de los siglos se han empeñado en dar del cristianismo una falsificación o caricatura. Para defender el cristianismo surgieron entonces cris– tianos inteligentes y decididos. Son los llamados apologis– tas, cuyos nombres ha recogido la literatura religiosa de este siglo. De ellos recordamos aquí los que han tenido influjo en la visión cristiana de la historia. San Justino Es ejemplar ese santo mártir para todo pensador cristiano por no haber renunciado a su filosofía cuando se convier– te a Cristo. Al contrario, se reafirma en ella. Durante lar– gos años anduvo en busca de la verdad. El camino sinuoso que anduvo por las distintas escuelas filosóficas hasta dar con Platón llegó a su recta final el día en que un anciano, a la vera de la playa, le habla de los profetas bíblicos. Como cúspide y plenitud de éstos le muestra a Cristo. Durante años Justino ha buscado el Lagos. Ahora lo tiene ante sí en carne. Empalma en este momento con el Prólogo del Evangelio de San Juan, al afirmar éste que el Lagos en carne ilumina a todo hombre que viene a este mundo. Con tal que se le busque con verdad, siempre se da con él. En las antiguas sabidurías y en los sistemas fi– losóficos hay muchas chispas de este Lagos que iluminan con fulgor. San Justino universaliza de tal suerte este in– flujo del Lagos que afirma sin ambages no ser posible que la inteligencia tenga acceso a la verdad si no es iluminada por el Lagos. De esta concepción de San Justino, que encierra en sí un núcleo primario en la interpretación de la historia hu– mana, cual es el de la conquista de la verdad, damos aquí algunos textos acotados: Nosotros hemos recibido la doctrina de que Cristo es el primogénito de Dios y ya hemos indicado que Él es el fo. gas, de quien todo el género humano participa -oú na.a yÉvoc, av8pcírncov µE,ÉCJXE-. Y quienes vivieron conforme al La– gos, son cristianos, aunque hayan sido tenidos por ateos, como Sócrates y Heráclito entre los griegos [Apolog., I, 46, ed. D. Ruiz Bueno, Apologistas griegos, BAC, n. 116, p. 272]. A esta espléndida declaración de la acción universalis– ta del Lagos, de quien todos participan en su Apología 1, hace San Justino un comentario en la Apología JI, en el que afirma que por doquier se halla ingénita la semilla del Lagos. Y pone por ejemplo las doctrinas éticas de los estoicos, con quienes condivide la terminología de llamarle 11,óyoc, anepµanKÓ<;. Pero finamente hace notar que los estoicos tienen el Lagos total en Cristo. Véase ahora el texto original de esta doctrina: Sabemos que han sido odiados y muertos algunos de los seguidores de las doctrinas estoicas, muy moderados en su doctrina ética, como también los poetas en algunos puntos, pues la semilla del Logos se halla plantada en todo género 26 Padres apostólicos y apologistas ____________ de hombres -Ola ,O i;µcpu,ov rcav,t yÉVf:l av8pcímcov arcépµa ,ou Aóyou-... Nada, pues, de maravillar que odien aún más a los que participan, no parcialmente del Lógossper– matikós, sino del Lagos total, que es Cristo, tanto en el co– nocer como en el comprender [Apolog., II, 7, ed. D. Ruiz Bueno, p. 269]. La consecuencia de no haber conocido los filósofos y legisladores más que en parte al Logos, la deduce poste– riormente en estos términos: Cuanto de bueno dijeron y hallaron filósofos y legisla– dores fue logrado por ellos según la parte del Lagos de la que participaron por la investigación y reflexión. Mas como no conocieron Íntegramente al Lagos, que es Cristo, se contra– dijeron frecuentemente unos a otros [Apolog., II, 10, ed. D. Ruiz Bueno, p. 272]. Los textos acotados nos dan lo más importante que ofrece San Justino para una visión de la historia. Que se siente muy actual lo demuestra la pugna que tuvo lugar los años anteriores a 1960 en torno al caso Or– tega-RamÍrez. No hay por qué revolver de nuevo el caso. Pero sí de recordar que en aquel momento de la vida intelectual española se distinguió en el ambiente cle– rical entre los excluyentes y comprensivos. Muy de no– tar que a éstos se los arropó bajo el nombre de San Justino. ¿Y por qué no elevarse de este caso al gran tema del encuentro de culturas y civilizaciones, tema tan del día? Es de recordar la bella doctrina de San Justino sobre la semilla del Lagos, sembrada por doquier. San Ireneo Si luminosa para la interpretación de la historia es la con– cepción de San Justino sobre la luz del Lagos, semilla de toda verdad, San Ireneo enriquece esta concepción con una visión más precisa y determinada de la acción de Cris– to en la historia. Hizo honor a su nombre, trabajando por la paz de la Iglesia. Pero fue firme y decidido contra los falsos gnósticos que deformaban con sus ideas la verdad. Se tiene a este gran obispo de Lyon por un develador del gnosticismo. Pero esto debe ser aclarado. En línea con San Pablo, quien pondera la gnosis, unida a la agápe, como la cumbre de la moral cristiana, San Ireneo habla de una gnosis verdadera, que es la enseñanza de los apóstoles -yvwcni:; (111,r¡0r¡i:; T] 'tcOV U7t0CT'"CÓA,ú)V 8toaxií- (Adver– sus haereses, IV, 33, 8; P.G. 1.077).De esta terminología y doctrina hará Clemente Alejandrino uno de los goznes de su pensamiento cristiano, que vendrá a ser luz en el futuro para esta gran cuestión. Quede, pues, constancia de que estos pensadores cristianos del siglo II y III no tie– nen nada que oponer -más bien son favorables- a una gnosis que penetre en el misterio de Dios para asumirlo y también, en lo posible, para aclararlo. Pero tuvo lugar en este siglo II una explosión de gnosis SUPLEMENTOS ANTHROPOS/26

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