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_____ l. VISIÓN CRISTIANA DE LA HISTORIA EN SUS TEXTOS edad de los patriarcas del Antiguo Testamento sucedió la de los clérigos del Nuevo, para culminar en la tercera edad del Espíritu cuyos protagonistas serían los monjes. Irrita que esta idea haya tenido secuaces. Pero la histo– ria constata hechos. Lo más lamentable de este embrollo doctrinal ha tenido fundamento en la cláusula mentada del Apocalipsis, de la que se dedujeron consecuencias tan infundadas. Damos fin a esta colección de textos que han servido -y pueden servir- de fundamento bíblico a una visión cristiana de la historia, con una reflexión sobre el uso que se ha hecho del Apocalipsis. Pudiera extenderse esta re– flexión a todo el pensamiento bíblico como base prima– ria del pensamiento cristiano. Da pie para esta reflexión el meditado estudio de H. Urs von Balthasar, Liturgie Cosmique. Maxime le Con– fesseur (París, Aubier, 1947). En el Prefacio afirma justa– mente que Máximo el Confesor es «l'achevement et la maturité de la pensée grecque, mystique, théologique et philosophique». Es obvio, por lo mismo, preguntarse ante el título del estudio de Von Balthasar: ¿Qué liturgia co– menta y exalta Máximo el Confesor? Se pregunta porque terminamos de resumir la «liturgia cósmica» del Apoca– lipsis. Y comparando ambas liturgias, intriga si el Lagos, centro del cosmos ideal, no ha desplazado en la gran Pa– trística Griega al Cordero Inmolado, que lavó con su san– gre a la humanidad para llevarla a los pies del Padre. Época patrística Una feliz comparación de E. Mounier muestra la agitada historia de la Iglesia, a lo largo de los siglos, como un cau– daloso río, por cuyo centro corre el puro y perenne caudal del Evangelio, pero por sus lados laterales, cercanos a las orillas, arrastran detritus y escorias que mancillan la pure– za de las aguas y hacen aparecer al caudaloso río muy dis– tinto de lo que es. El pensamiento cristiano, uno de los ingredientes primarios del caudaloso río, está sometido también a los influjos muchas veces negativos de las orillas. Es lo que vamos a comprobar en esta larga serie de textos. En la parte anterior se ha intentado hacer ver cómo el río caudaloso del pensamiento cristiano ha tenido una fuente primaria en el manantial bíblico. Toca ahora pre– sentar este pensamiento en la aportación que ha dado al caudal bíblico a lo largo de los siglos cristianos. Programáticamente se estudia tan sólo un tema: la vi– sión cristiana de la historia. Es, sin embargo, tan vasto que 22 Época patrística _________________ Como comentario Von Balthasar afirma que la inter– pretación de esta danza solemne de la adoración litúrgica tiene por cañamaza y sostén un conjunto que «jaillisant de la pensée volcanique d'Origines, avait assimilé le besoin d'infini d'un Grégoire de Nysse, la sagesse autommale et sereine d'un Grégoire de Nazianze, l'équilibre intérieur d'un saint Basile, ¡le sens cosmique d'un proclus... !» (p. 13). Basta fijar la atención en el último inciso subrayado para constatar que la liturgia cósmica, cantada por Máxi– mo el Confesor, sin dejar de ser cristiana encierra dentro de sí tantos elementos neoplatónicos que amenazan as– fixiarla. ¿Qué actitud ha de tomar entonces el pensador cristiano al tener que optar entre ambas liturgias? Posi– blemente haya de responder que por las dos. En verdad no se contradicen. Pero dentro de esta opción es de justi– cia destacar que la corriente cristiana, imbuida de neo– platonismo, ha vivido muy en el cielo, pero ha, de algún modo, marginado la historia de los avatares de la Iglesia en este mundo pese a sus numerosos historiadores. Su gran punto de referencia en sus altas meditaciones fue la litur– gia cósmica del cielo. No los desgarrones y sufrimientos de la Iglesia que describe grandiosamente el Apocalipsis. Indicamos como final que se han ofrecido aquí textos bíblicos muy significativos para una visión cristiana de la historia. Han sido hitos en el pasado para los pensadores. Debieran serlo más aún en el futuro para lograr dar por cuantos se interesan en el gran tema de la historia, una visión panorámica y plena con sentido cristiano y a la altura de los tiempos. sobrecoge el abordarlo. Me limito, con todo, a exponer lo que a lo largo de casi medio siglo he venido estudiando y enseñando. Sin otro deseo que contribuir a ulteriores reflexiones. Pienso haya llegado para ellas una coyuntura excepcional. En esta ocasión, ante la imposibilidad de abordar el tema en toda su amplitud, me he centrado en la época pa– trística. Salvo el caso de San AgustÍn, es una época muy poco estudiada en nuestros ambientes culturales. Y sin em– bargo, el tema está llamando a las puertas. La aceptación ambiental que está teniendo la obra del teólogo U. von Balthasar, Herrlichkeit, habla de que ha llegado la hora de que la piel de toro del Occidente medite sobre los gran– des temas del Oriente europeo. Y en general, sobre los primeros siglos cristianos. Dentro de la Época patrística distinguimos un doble período: el del siglo II con los padres apostólicos y apo– logistas; y el de la gran Patrística con su bifurcación de Oriental y Occidental. Optamos, contra otros criterios aceptables desde otros puntos de vista, incluir el siglo III dentro de la gran Pa- SUPLEMENTOS ANTHROPOS/26

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