BCCCAP00000000000000000000453
_____ l. VISIÓN CRISTIANA DE LA HISTORIA EN SUS TEXTOS mienzos de la Reforma protestante. Que la Iglesia roma– na en aquellas circunstancias del cisma de Occidente y de sus maléficas secuelas necesitaba reformarse, era sobrado patente. Sí, la pedían todos a lo largo y ancho del siglo XV. Pero nadie la tom6 en serio salvo algunos heroicos clarividentes, como en España el cardenal Cisneros y su grupo precursor. Pero vino la trágica escisión de la Re– forma, que hizo abrir los ojos al más ciego. Ante los evidentes abusos morales, vigentes en la Igle– sia y, más en concreto, en Roma, la ciudad de los Papas, surge en las sectas disidentes la idea de identificar la gran ramera del Apocalipsis, símbolo de la Roma imperial, per– seguidora de los primeros cristianos, con la Roma, para ellos abominable, de los papas. En su momento oportu– no se hará ver que su visión cristiana de la historia les mos– traba, frente a la mundanizada Roma papal, la por ellos llamada Ecclesia Spiritualis. Esta idea todavía persiste en drculos amplios del protestantismo actual. 2) La fecha escatológica Como ya dijimos, el Señor declara a sus apóstoles al final del discurso escatológico que, sobre el día y la hora, ni los ángeles de Dios sabían nada. Solamente eran cono– cidos por su Padre. Pese a tan autorizada declaraci6n ha sido una constante en el pueblo cristiano -más en la base que en la cumbre- la curiosidad por fijar la fecha escato– lógica. Sabido es que las primeras comunidades cristianas te– nían por muy próxima la parousía, la nueva venida del Señor. Aunque decae en intensidad la creencia en el pró– ximo fin del mundo, el pueblo cristiano ha ido oyendo a lo largo de los siglos la trompeta que llama a juicio. Du– rante la Edad Media parecía sonar detrás de cada tumba. En un desvelo mayor o menor la preocupación se ha he– cho sentir hasta nuestros días. Dentro de este clima general ha habido momentos de exaltaci6n. Uno de ellos lo motivó el número 1.260, que se lee en el Apocalipsis (Ap 12, 6). Doctos exégetas de hoy ·-citamos a M. García Cordero, Biblia comentada, VII, BAC, 1965, p. 433- interpretan así dicho número: «La permanencia de la Mujer en el desierto durará 1.260 días, es decir, tres años y medio, o, en términos apocalípticos, media semana de años... El tiempo que durarán las perse– cuciones del Dragón contra la Mujer y sus hijos los cris– tianos será de media semana de años, cifra simb6lica cuyo valor real s6lo Dios conoce». No siguieron esta sobria exégesis muchos exaltados del siglo XIII, que hicieroU: suyas las ideas del abad Joaquín de Fiore. He aquí un dato que resume aquel ambiente. Se lee en René de Nantes, Histoire des Spirituels dans l'or– dre de Saint Franrois (París, 1926, p. 178: «Salimbene -cro– nista franciscano- nous appren que les Joachimites avaient fixé a l'année 1260 le comencement du troisieme regne, et que les Flagellantes qui parurent précisément cette an– née, passerent pour l'avoir inauguré». Esta exégesis tiene poco de científica. Pero muy efectiva durante algún tiem– po en la interpretación cristiana de la historia, como en su lugar se dirá. 26/SUPLEMENTOS ANTHROPOS Nuevo Testamento ________________ 3) El milenarismo o quiliasmo El cap. 20 del Apocalipsis intriga al repetir reiterada– mente el número mil. Ha dado con ello origen al milena– rismo o quiliasmo, palabras de origen latino o griego, respectivamente. La exégesis de hoy -utilizamos de nuevo a M. García– Cordero, op. cit., p. 512- propone esta interpretación bí– blica muy sencilla: «La expresión mil años es un número redondo, que designa un tiempo muy largo, de duración casi infinita. San Jer6nimo y San Agustín, con la mayor parte de los exégetas que dependen de ellos, creen que es– tos mil años designan el período de tiempo existente en– tre la primera venida de Cristo y la consumación final». Sin embargo, antes de los dos doctores mencionados, Papías de Hierápolis, que bebi6 su doctrina en ambiente apostólico, optó por ver en los mil años apocalípticos una época determinada en la que los siervos de Dios vivirían felizmente en la tierra durante mil años. Le siguieron San Justino, San Ireneo y otros muchos. Sin embargo, debido a la autoridad de los dos grandes doctores citados, el mi– lenarismo pierde fuerza al final de la era patrística. Pero vuelve a retoñar peri6dicamente en los siglos posteriores. Sobre todo entre las sectas exaltadas. También los espiri– tuales franciscanos, que promovieron dentro de la orden continuas reformas, simpatizaron siempre con un mile– narismo de plenitud de vida cristiana. Y hasta hay que decir que el milenarismo ha tenido en este siglo una radi– cal secularización pagana. Nada de ello se halla en el Apo– calipsis. Pero el historiador debe seguir esta idea en sus múltiples meandros, dado su innegable influjo his– t6rico. a) El evangelio eterno. Esta breve cláusula del Apoca– lipsis ha hecho correr ríos de tinta. En una ulterior vi– sión nos dice San Juan haber visto otro ángel que volaba por medio del cielo y que traía un evangelio eterno. El texto bíblico añade: «Para pregonarlo a los moradores de la tierra y a toda naci6n, tribu, lengua y pueblo» [Ap 14, 6). De nuevo acudimos a la ciencia exegética de hoy que clarifica de modo obvio este pasaje: «Se le llama evangelio eterno porque es un mensaje eterno e inmutable. Es el Evangelio mismo de Cristo que no cambia». El pensador cristiano no puede aceptar que Hegel haya hecho del misterio trinitario el quicio de su interpreta– ci6n de la historia -«Dieses neue Prinzip (der Dreieini– ge) ist die Angel, um welche sich die Weltgeschichte dreht»-. Pero es más de lamentar que surja el conato de insertar a la Trinidad en la historia, como un agente de la misma en la Edad Media. Este conato culmina en la doctrina del abad J. de Fiore. La formuló de un modo claro y sencillo que atrajo a muchos. Según ella el Padre presidió la historia del Antiguo Testamento. El Hijo, la del Nuevo. A la que seguirá la del Espíritu Santo. Este tercer tiempo es el que está por venir. Hacia 1240 las obras de Joaquín de Fiore pasan del sur de Italia al centro de la península. Se suscita entonces el movimiento joaquinista que arrastra a muchos, especial– mente entre los espirituales franciscanos. Soñaron que a la 21
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz