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_____ l. VISIÓN CRISTIANA DE LA HISTORIA EN SUS TEXTOS confrontación con la misión de la ley escrita vuelve sobre este gran tema en la epístola a los Romanos 2, 14-15: «Cuando, pues, los gentiles que no tienen ley obran rec– tamente, son para sí mismos ley; y muestran el contenido de la ley escrito -ypa1t'tÓV- en sus corazones». Sin duda San Pablo alude aquí a la ley natural, que el pagano cum– ple. Por este cumplimiento éste se halla ante Dios en pa– ridad con el pueblo judío que obedece la ley que se le dio. Pues ante Dios, ha escrito San Pablo poco antes, no hay «aceptación de personas». Imposible no evocar en este momento a Antígona, con– denada por desobedecer la ley del Estado. Nos parece que el apóstol, directa o indirectamente, la tiene ante sí. Con– tra lo que opina Hegel, no se trata en el caso de Antígena de obedecer al Estado o a la conciencia individual subje– tiva. Se trata más bien del primer gran enfrentamiento his– tórico -anótese bien esto- entre la ley positiva del Estado y la ley natural, comunicación al hombre de la ley eterna de Dios, según la conocida sentencia de San Agustín. An– tígona responde al reproche que le hace el rey Creonte alegando que ella obedece a otras leyes no escritas y esta– bles de los dioses -aypan-rn Kacrcpa).,,fi 01::&v vóµtµa– (Antígona, 455). Adviértase que a pesar de utilizar Antí– gona y San Pablo los participios derivados de grápho con signo contrario, vienen a decir lo mismo. Antígona de– clara que sobre las leyes dadas y escritas por el Estado hay otras leyes no escritas, pero grabadas por los dioses en las conciencias humanas. Es esta última frase la que utiliza San Pablo, acorde totalmente con Antígona. Según esto, Israel y los otros pueblos son llevados por la Providencia a la plenitud de los tiempos, que es Cristo. Esta idea pau– lina la recogerá la primera escuela cristiana, la de Alejan– dría, especialmente el escritor Clemente, en su intento de mostrar los caminos del Lagos para iluminar y salvar al hombre. Al final de las reflexiones de San Pablo sobre los cami– nos de Dios en la historia, es de subrayar el emocionante apóstrofe que cierra los tres capítulos, 9, 10 y 11, de la Epístola a los Romanos, en los que se comenta la historia de Israel: Oh profundidad de la riqueza, de la sabiduría y de la cien– cia de Dios. Cuán inaccesibles sus decretos e irrastreables sus caminos. ¿Quién conoce lo que hay en su espíritu o puede venir a ser su consejero? [Rom 11, 33-34]. De este admirable pasaje se deduce que si Dios revela sus designios, al hombre le toca adorarlos y cooperar con ellos. Pero si los cela, es un temerario atrevimiento el intento de sondearlos. Ante la historia de su pueblo, Israel, Pablo no comprende el momento que le ha tocado vivir. Israel debía postrarse ante el Mesías, venido ya en carne. Pero Israel lo rechaza. En su lugar los gentiles toman su pues– to. Israel, de olivo con fruto se trueca en árbol estéril. Y los gentiles que vivían como acebuchos silvestres, ini– cian su marcha histórica como árbol frondoso en la tierra fértil del Evangelio. ¿Por qué este cambio? No hay otra 16 Nuevo Testamento _________________ respuesta que la patética exclamación: «Oh profundidad de... ». Es de lamentar que a lo largo de los siglos no se haya tenido en cuenta esta enseñanza de San Pablo. Un incons– ciente atrevimiento ha hecho que escritores eclesiásticos -más aún los predicadores del pueblo- se hayan sentido nuevos profetas para, en nombre de Dios, predecir fu– turos venturosos o maléficos. Varias naciones católicas modernas se han creído un «nuevo Israel». Ya su preten– sión enfrentada las pone en ridículo. Lo peor fue que hi– cieron mucho daño en los pueblos que las escucharon. La historia de España no se halla al margen de este maleficio. Paralelamente hay que decir lo mismo de los profetas de castigos y calamidades. Tan acertados, a veces, como el predicador que preanuncia que seguirá sin llover por nuestros pecados. Al día siguiente, el pueblo no pudo acu– dir a oírlo por la lluvia... para celebrar el chasco del pre– dicador. Deje el lector a trasmano el humor de la anécdota y vea tras ella un deterioro de la visión cristiana de la his– toria, expuesta a la chanza y a la risa por ridículas profe- ' cias. Un ejemplo de alta historia pone esto muy en claro. Pablo Orosio, preclaro historiador en su tiempo, siglo IV, no tiene reparos en afirmar que la mejor explicación de por qué Aníbal se detuvo en Capua y no destruyó Roma después de su derrota en Cannas, hay que hallarla en que Dios reservaba a Roma para los grandes destinos cristia– nos. Muy en otro plano, el historiador profesional de hoy advierte que Aníbal no recibió los refuerzos pedidos. Y no podía con un ejército victorioso, pero muy gastado, atacar frontalmente la ciudad amurallada de Roma. ¿Para quién la raz6n? Santo Tomás declara que no hay que acu– dir a causas sobrenaturales cuando se puede hallar expli– cación en lo natural. Esto es válido también en una interpretación cristiana de la historia. Pero no siempre se ha sopesado debidamente. 4) Universalismo total. Tres clases de gentes en oposi– ción formaban el clima social en el ambiente histórico que rodea la predicación del apóstol San Pablo: judíos y gentiles; griegos y bárbaros; esclavos y libres. La oposÍ– ción entre los mismos reñía con una concepción univer– salista. Sólo en el Antiguo Testamento hallamos, según hemos visto, preclaros preanuncios de un universalismo en que todos los pueblos se sientan unidos. Fue en ver– dad la gran misión de San Pablo superar esta oposición, proponiendo un universalismo total. Este universalismo lo enuncia de modo preclaro y sin ambages en la Epísto– la a los Colosenses 3, 11: «Aquí y ahora ya no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión; bárbaro, escita o libre». Determinemos más detenidamente por otros tex– tos este universalismo total: a) Universalismo de judíos y gentiles. Inicialmente es de notar que el vocablo «éllen», al margen de su significa– ción de «griego» o «helenizado», San Pablo lo identifica con «gentil», con «hombre no judío», como en el texto a los Colosenses, que acabamos de acotar. Sobre la unión de gentiles y judíos habla reiteradamente. Nunca mejor que SUPLEMENTOS ANTHROPOS/26
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