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_____ l. VISIÓN CRISTIANA DE LA HISTORIA EN SUS TEXTOS dad es un proceso tranquilo y silente, aunque sumamen– te eficaz, de las ocultas virtualidades de la semilla. Siem– pre en evolución; nunca en revolución. ¿Por qué no así en el desarrollo de las grandes virtualidades humanas den– tro de la historia? Gran problema -uno de los primarios– en una visión cristiana del desarrollo histórico. Evangelio de San Juan Tres asertos de este Evangelio, que se repiten y comentan a lo largo del mismo, están necesariamente presentes en toda visión cristiana de la historia. Primer aserto. «El vérbo, que estaba en Dios y era Dios... era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo» Gn 1, 1 y 9). Sobre la traducción que se da aquí de lagos por Verbo •es de notar que su traducción por Palabra, hoy en uso, repite el contenido bíblico viejotestamentario. Pero San Juan escribe dentro de la koiné helenística, que recoge una larga tradición del lagos desde Heráclito de Efeso. Esto im– pide el poder ser traducido por Palabra, término venera– ble pero empobrecedor. El vocablo latino vérbo, de origen latino y de vigencia secular, expresa mejor el rico conte– nido del lagos de San Juan. Las traducciones actuales se inclinan a unir el participio tpx,óµevov con el sustantivo 'tü <pro<;. Y dan esta versión: «[la luz] estaba llegando al mundo». Pero históricamente -es nuestra actual perspectiva en prevalencia- se ha li– gado al acusativo av0pwrcov. Es el sentido que recoge la traducción que damos. Hechas estas aclaraciones previas, es de notar que la historia del influjo de este texto se bifurca en dos direc– ciones, no contrarias, pero sí muy distintas. Una es la di– rección universalista que representa San Justino, al ponderar éste la presencia activa del Lagos en la adquisi– ción de toda verdad a que ha llegado el hombre a lo largo de los siglos. Esta dirección, matriz de una posible visión cristiana de la historia, quedó, sin embargo sofocada du– rante siglos por otra dirección de signo individualista. Ésta domina el pensamiento cristiano a partir de San Agus– tÍn. Tiene larga y profunda historia en la corriente llama– da iluminismo. Según esta mentalidad la iluminación del Logos es necesaria para que cada hombre llegue a tener certeza de las verdades espirituales y transcendentes. San Agustín escribió su obra, De Magistro, para hacer sentir la necesidad de un maestro interior, que es el Logos, el Yer– vo iluminador. Lo coment~t y amplía San Buenaventura, el gran agustínista medieval, quien resume su doctrina en su discurso Christus, unus omnium magíster. También San– to Tomás utiliza y comenta este famoso texto, sí bien le da un sentido más restringido (Summa Th., 1, 79, 4, qd. 1). Por fortuna, los papas últimos, al proponer sus pers– pectivas históricas han retomado la dirección universalis– ta, iniciada por San Justino, ante el texto de San Juan que 26/SUPLEMENTOS ANTHROPOS Nuevo Testamento ________________ venimos comentando. Pío XII lo recuerda especialmente en los radíomensajes de Navidad. Así, en el de 1942: «Las sagradas campanas, que anuncian este mensaje por todos los continentes... proclaman también esta realidad presen– te, la realidad de la luz verdadera que ilumina a todo hom– bre que viene a este mundo y que no conoce ocaso» ( Colección de encíclicas, Madrid, ACE, 1962, p.347). Sin duda nos hallamos ante un texto de gran futuro para el pensador cristiano que reflexione sobre la historia. Segundo aserto. «Y el vérbo se hizo carne y entre noso– tros habitó en tienda de campaña» Jn, 1, 14). Se da aquí la traducción directa y fuerte del texto grie– go. En la mentalidad bíblica carne viene a ser igual a hom– bre. Pero históricamente esta traducción es más descarada frente a un iluso ultraespiritualismo, tantas veces amena– zador del pensamiento cristiano. Lo de habitar entre no– sotros en tienda de campaña está expresado por el verbo foKl)VWCJBV, derivado del sustantivo CJKTJVll, que signifi– ca in recto: «tienda de campaña». Con este texto San Juan nos sitúa en el centro de la visión cristiana de la historia, cuyo eje, único y primario, es Cristo. San Pablo ampliará esta visión cristocéntrica. San Juan se limita a afirmar que el Lagos eterno se ha he– cho temporal; que se ha incorporado con su carne en el tiempo. Este insustituible gozne de la historia ha querido ser radicalmente eliminado por el idealismo antihistórico del neoplatonismo clásico y por el idealismo transcendental moderno, saturado de historicismo. Los neoplatónicos afir– maban a coro que el Lagos se hallaba en Dios y que el Logos era Dios. Pero que este Logos tomara carne era para ellos un absurdo, un sinsentido. Este idealismo, radical– mente antihistoricista -el espíritu carece de historia- in– sidia durante siglos, especialmente en el mundo oriental, el desarrollo del pensamiento cristiano, fundado en la his– toria sagrada. Y esto debe ser dicho pese a la obra gigante de San AgustÍn en De Civitate De_i, el neoplatónico cris– tiano que superó -y no superó- el neoplatonismo clá– sico. El idealismo transcendental moderno, estilo Hegel, ha hecho de la historia tema primario de sus reflexiones. Pero en vez de ver en Cristo el centro de la misma, la concibe dentro del mero proceso dialéctico de la Idea. Al identifi– car la Idea con Dios, Hegel puede lógicamente afirmar que la verdadera filosofía de la historia tiene que negar todo influjo transcendente al mismo devenir histórico. La historia viene a ser entonces la revelación de Dios. Pero es muy de notar que el Dios cristiano transcendente no tiene nada que ver con este Dios de la historia, que es un Dios haciéndose en la misma: Gott im Werden. Si se contrapone esta mentalidad con la de San Juan, se advierte lo fácil que es pasar de una visión transcen– dente de la historia, presidida por el Lagos, a una visión radicalmente inmanente, dirigida por la ley interna del de– sarrollo de la Idea en su lucha de contrarios. Denuncia– mos este fácil tránsito porque en el deseo legítimo de asimilar lo mejor del pensamiento humano, pueden dar- 13

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