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____________________ EPÍLOGO «Transeamus cum Christo Crucifixo ex hoc mundo ad Pa– trem». Es, pues, manifiesto que en la mente del gran doc– tor está el Padre presidiendo las ascensiones del alma a lo largo de su itinerario místico. Ahora bien, el mediador en este itinerario místico no es otro que Cristo. Lo decla– ran bien estas palabras: « Via autem non est nisi per arden– tissimum amorem Crucifixi». San Buenaventura se halla, por lo mismo, en perfecto acuerdo con el litúrgico: «per Dominum nostrum Jesum Christum». Pero si San Buenaventura ve en Cristo el camino ha– cia el Padre, San Francisco es el modelo humano para ser imitado. Este modelo lo presenta nuestro doctor con má– ximo relieve en el prólogo a su obra cuando, viviendo en el monte Alvernia al escribirla, contempla en las llagas, que el Serafín imprime en el cuerpo de San Francisco, el símbolo plástico de las mentales ascensiones por las que el alma sube hasta Dios. Hasta Dios Padre. Y en el capí– tulo final vuelve a mirar a la imagen de su seráfico Fun– dador y escribe: «in Deum transit per contemplationis excessum». La vía ascendente, descrita en sus mejores es– tancias por el doctor seráfico, había sido antes praxis mís– tica de San Francisco. En pocas ocasiones se puede afirmar con mayor justeza que San Buenaventura pensó lo que intensamente vivió su seráfico Padre. En confirmación de esta interpretación de la vivencia de San Francisco: «por Cristo al Padre» place citar el pre– ludio de su Carta a todos los fieles. Que el lector la reguste en todo su contenido. Aquí nos tenemos que limitar a este breve extracto: «Este verbo del Padre... fue enviado por el mismo altísimo Padre desde el cielo al seno de la santa y gloriosa Virgen María... Y la voluntad del Padre fue que su bendito y glorioso Hijo... se ofreciese a sí mismo como sacrificio y hostia, por medio de su propia sangre, en el altar de la cruz, no para sí mismo... sino por nuestros pe– cados, dejándonos ejemplo para que sigamos sus huellas». ¿Puede darse compenetración mayor entre las dos viven– cias de San Francisco que estamos comentando: la de su amor a Cristo y la de nuestra reconciliación por Cristo con el Padre, meta final de las vivencias religiosas del Santo, que la vive con ternura filial? Elevado por Cristo hasta la intimidad del Padre, San Francisco se siente brizado por las auras que dimanan de la Bondad divina. Es esta Bondad la nota que más le place ver en el mismo. Y lo traduce al exterior hasta llegar a un balbuceo filial. Sabido es el regusto que todo buen padre halla en las palabras trabucadas de sus pequeños, cuando éstos se le encaraman con manos torpes y ojos encendidos de cariño. Esta nos parece ser la actitud de San Francisco ante su Padre Dios. Este balbuceo característico de niño puede percibirse en la reiterada repetición del Tú, el pro– nombre de la confianza Íntima: «Tú eres trino y uno... Tú eres el amor, la caridad... Tú eres la hermosura, la manse– dumbre... Tú eres nuestra esperanza, tú eres nuestra fe, tú eres nuestra caridad...» Este místico balbuceo pone más en relieve la nota filial de Francisco con su Padre celeste cuando une al pronombre Tú el atributivo de «bueno». Así en este pasaje de tanta transcendencia para el pensar y el sentir fran- 26/SUPLEMENTOS ANTHROPOS Vivencias primarias del alma de San Francisco _______ ciscanos: «Tu es bonum, omne bonum, summum bonum». Este neutro, «bonum», en labios de San Francisco parece reunir en un punto el mar insondable de las perfecciones divinas. Los teólogos franciscanos se encargarán de descri– bir este mar insondable de las perfecciones divinas, consi– derando en su centro la bondad y el amor. Esta vivencia filial de San Francisco adquiere una nue– va tonalidad en el comentario que éste compuso al Padre Nuestro. Repetía tantas veces esta oración que nos enseñó Jesús que, al fin, brota de su alma el sencillo comentario de todos conocido. Recordemos algún momento esen~ial del mismo. La salutación de entrada no puede ser más en– trañable: «¡Santísimo Padre Nuestro: creador, redentor, con– solador y salvador nuestro...». Y en la primera petición comenta: «...porque Tú, Señor, eres el amor... eres el bien sumo, eterno, de quien todo bien procede, sin quien no hay bien alguno». Lo que brevemente terminamos de exponer lo desa– rrolla ampliamente Th. Matura en un estudio que se lee sin pestañear: «Mi Pater Sancte». Dieu comme Pere dans les écrits de Franrois. A él me remito de momento hasta volver en su día sobre tan bello tema con una más posi– ble detención. Pero no podemos menos de recoger y acep– tar la conclusión del estudio que juzgamos conveniente citarla sin traducir: «En fin, si notre étude est fondée... une révision s'impose de ce que nous appelons la spiri– tualité franciscaine. Révision qui metrait dans une autre lumiére, un autre équilibre le christocentrisme de Fran– s;ois. Ce christocentrisme tel qu'il est présenté, met sou– vent a l'ombre le mystere du Dieu trinitaire. Or ce mystere, centre de la foi chrétienne, est aussi le centre de la vision de Frans;ois. Jésus est "voie, vérité et vie", mais c'est pour nous conduire au Pere». Th. Matura ha examinado con nitidez la vivencia fi– lial de San Francisco respecto del Padre celeste en sus mis– mos escritos. No hay, en verdad, mejor fuente. Nosotros hemos ampliado esta perspectiva y hemos intentado ha– cer ver que el mismo San Buenaventura, en su obra más pensada y más sintética, interpreta la espiritualidad fran– ciscana desde su arranque y su terminación en la Trini– dad. Dentro de este arranque y terminación trinitarios hay que situar el justamente ponderado cristocentrismo del pensamiento y de la piedad seráfica. QUINTA VIVENCIA: La naturaleza, reflejo de Dios y cauce de sus bondades Ha sido muy ponderada la sentencia de Aristóteles en la que afirma ser la poesía «más digna de atención y más filosófica que la historia». Tal sentencia pocas veces es 145

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