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_____ l. VISIÓN CRISTIANA DE LA HISTORIA EN SUS TEXTOS ANTIGUO TESTAMENTO Primer contraste Necesitarismo griego La q¡úcnc;=naturaleza, tiene dos notas: la de ser plenamente autosuficiente, y la de ser eter– na en lo específico. S6lo lo individual es transitorio. El mo– vimiento y el tiempo que lo acompañan no tienen ni prin– cipio ni fin. Son eternos. El necesitarismo griego en su as– pecto c6smico tiene aquí su fundamentaci6n. Textos de Aristóteles: Metafísica VI, 1, para su con– cepto de naturaleza. Física VIII, 1, sobre el movi– miento y el tiempo. Contirtgentismo bíblico Es una constante bíblica mos– trar el mundo en total depen– dencia de Dios. Pero el texto de máximo influjo ha sido el pri– mer capítulo del Génesis (1,1- 31) que extractamos aquí. Al principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra estaba confusa y vacía... Dijo Dios: «Haya luz», y hubo luz. Y vió Dios ser buena la luz, y la separó de las tinieblas... Dijo luego Dios: «Haya firmamen– to en medio de las aguas, que sepa– re unas de otras»; y así fue... Dijo luego: «J{mtense en un lugar las aguas de debajo de los cielos yapa– rezca lo seco». Así se hizo... Dijo luego: «Haga brotar la tierra hier- ba verde, hierba con semilla y ár– boles frutales...». Y así fue... Dijo luego Dios: «Haya en el firmamen– to de los cielos lumbreras para se– parar el día de la noche, y servir de señales a estaciones, días y años, y luzcan en el firmamento de los cie– los, para alumbrar la tierra». Y asi fue... Y dijo Dios: «Hiervan de ani– males las aguas, y vuelen sobre la tierra aves bajo el firmamento de los cielos». Y asi fue... Dijose en– tonces Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, para que domine sobre los peces del mar...». Y creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, y los creó macho y hembra; y los bendijo, diciéndoles: «Pro– cread y multiplicaos, y henchid la tierra... ». Y vio Dios ser muy bue– no cuanto había hecho, y hubo tar– de y mañana, día sexto. [Traducción de A. Schokel– Mateos, Madrid, Cristiandad, 1984. Para el A.T. se utiliza esta versión autorizada.] En este texto bíblico la visión cristiana de la historia ha leído estas tres verdades fundamentales: 1. El radical contingentismo de todo ser, cuya existencia le es dada por Dios en la creaci6n. 2. La dependencia del orden cósmico respecto de Dios, que puede con su Omnipotencia providente intervenir en este or– den por el milagro. La máxima intervención milagrosa de la Pro– videncia en la historia ha sido la Encarnación del Verbo. 3. La única humanidad, por ser fruto de una sola pareja, pro– clama la igualdad de todos los hombres en un vínculo de frater– nidad. Antiguo Testamento __________________ Segundo contraste La historia: «gesta hominis» Tucídides, al determinarse a escribir la Guerra del Pelopone– so, define así su propósito: Tucídides, Guerra del Pelopo– neso, lib. I, XXII: Como algo desagradable parece– rá la ausencia de lo mítico, pero cuantos quieran ver con claridad los hechos pasados y que en el futuro, dado lo que es el hombre - KO.ta to 'o.v8promvov-, acaecerá lo mis– mo o algo semejante, verán esto de mucha utilidad, y esto basta. Estos hechos constituyen un tema para siempre más bien que algo apara– toso para ser oído en un momento. Renuncia Tucídides en su his– toria a toda intervenci6n extra– ña al hombre, sea fabulosa o mitológica. Es el hombre quien forja la historia. Y la historia tiene por fin amaestrar para la vida -magistra vitae, la llama– rá Cicer6n-. Arist6teles ve en la historia de los grandes hom– bres, los héroes, los modelos de conducta ética que deben ser imitados. Así pues, la historia es obra exclusiva de la acci6n del hombre: ejemplar o malva– da. Así piensa la historiografía clásica desde Tucídides hasta Tácito. La historia: colaboración del hombre con Dios La historia bíblica narra la colaboración del hombre a los planes de Dios. Es la historia sa– grada de Israel, de alianzas y de repulsas respecto de su Dios a lo largo de los siglos. Unos pa– sajes, acotados al Génesis, ha– cen ver la llamada de Dios y la respuesta de Abrahán. Se inicia la historia de Israel. El Señor dijo a Abrahán: «Sal de tu tierra nativa y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Haré de ti un gran pueblo, te ben– deciré, haré famoso tu nombre, y servirá de bendición. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan. Con tu nom– bre se bendecirán todas las familias del mundo». Abrahán marchó, como le había dicho el Señor... Abrahán llevó consigo a Saray, su mujer, a Lot, su sobrino... Salieron en dirección a Canaán [Génesis 12, 1-5]. Desde el cielo, el ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán: «Juro por mí mismo -oráculo del Señor-. Por haber obedecido así, por no ha– berte reservado a tu hijo, tu único hijo, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las ciudades de tus enemigos. Todos los pueblos se bendecirán nombrando tu descendencia, porque me has obedecido» [Génesis 22, 15-18]. La pronta obediencia se une en la historia del patriarca Abrahán a la heroicidad del desgarro paterno. Un caso y otro son manifestación paten– te de la llamada de Dios y de la respuesta del hombre. Esta llamada y esta respuesta es una de las claves de la visi6n cris– tiana de la historia: de la in– dividual (biografía) y de las sociedades (historiología). 8 SUPLEMENTOS ANTHROPOS/26

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