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168 P. '\IELCHOR DE POHLAlHJUA (42) voroso Superior a su paso por las provincias francesas perse– veraría en sus insatisfPehos afanes por mejorar la disciplina re– gular; pno no eonsta <¡tw ventilara la cut>slión de los conventos de Retiro, acaso porque los prohlema8 que con mayor urgt>ncia se le presentaron exigían otros métodos y no le pareció oportuno sugerir remedios <¡ue podían ser mal interprt>tados, suscitando recelos, antipatías y difieultades <1ue a priori lot,; condenarían al fracaso. Una eosa nos parece (·ierta, y es (fue comunicaría las experit'ncias t>nsayadas a este propósito en Italia y España al P. Ambrosio de Lomht>z, acuciado como él por ansias de un mayor florecimit>nto ele la vida rdigiosa y su eolaliorador en la visita. Con todo, es igualmt>nte cierto qut' en la vida de este iluslrt' y santo religioso no aparece la más leve huella sobrt> el particular. A los 30 años rlt> Nlad se había propuesto un rigu– roso programa de (( reforma individual )), Pn el que da capital imporlaneia al recogimiento interior y a la soledad para el desa– rrollo t'fi('ienle de la vida eonventual, pero sin aludir para nada a los conventos de Retiro H. Ente sileneio, sin embargo, eslá ple– namente justifi('ado, pues se trataba dt• un plan o método de re– forma individual y no eolectivo, además de que por aquellas fechas - haeia 1735 la iniciativa de que nos venirnos ocu– pando era del todo di>seonorida. Después dt> haher tratado con– fidt>neialmente al P. Pablo de Colindres, cultivó con más entu– siasmo. si calie, sus dt>seos y ¡.;us eRfut>rzos por ver florecer en todas parles la observancia regular; por este motivo saludó con alt•gría la aparición en 1766 dt> la Cominión ele Regulares, abri– gando muy fü,onjeras esperanzas sohre e] hien ílue haría a los institutos monásticos de Franeia 17 • En ello peeó de optimismo; pero estos pecados se perdonan fácilnwnte. Aun cuando su pre– matura muerte en 1778 le ahorró el disgusto de contemplar los males irremediables ('ausadofi por a<¡uel nefasto organismo de seudoreforma, le bastaron las tortuosas peripecias del capí– tulo nacional de la Orden celebrado a su somhra en París el año 1771 y la reforma de las ConstitueioneR, llevada a cabo a pesar ele sus protestas y enérgiea oposición, para desengañarle 1 ·1 . 1 is y e PSI us10nar e amargamente . A partir de 1766 la reforma de los Regulares en Francia quedó prácticamente polarizada y sometida a las poderosas in– gerencias de la citada Comisión. Cuando años más tarde el su– cesor del P. Pablo de Colindrt>s en el gobierno ele la Orden, P. Amado de Lamhalle, ,·isitaha las provineias francesas, aque- 16 Cf. LEONARDO n'AucH, O.F.M.Cap., Histoire de la vie du R. P. Ambroise de Lombez, capucin de la province de Guienne, Toulouse 1782, 155-170. 17 Cf. LEO;'iARD n'AucH, ob. cit., 119ss: BÉNAC J., P. Ambroise de Lomb~::: (1708-1778), Paris 1908, 33 ss. 18 Cf. Lr:o;'iARn n'Aucu, ob. cit., 119ss; BÉNAc J., ob. cit., -i7ss; lnÉNÉE n'AuLON, O.F.l\1.Cap., llistoire des Freres Mineurs Capucins lle l'ancienne pro• ·vince d' Aquitaine, Rome 1906, 76 ss.

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