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(25) LOS CONVENTOS DE RETIRO EN LA üRUEN CAPUCHINA 151 afirmar que se fragu6 en aquel cenáculo <le espiritualidad, que ya conocemos, en el convento de la Sma. Concepci6n de la Ciu– dad Eterna. Si no el autor, por lo menos el propagador más entusiasta e incansable del mismo que conocemos fué el P. Que– rubín de Niza. He aquí el retrato moral que de este religioso trazó el compilador del necrologio de la provincia de Roma: (( Fué un óptimo sacerdote, paciente, humilde, devoto y acé– rrimo defensor de la regular observancia )) 1 • Y su amigo con– fidente el P. Romualdo de Frihurgo lo ealifieaba de e< capuchi– no auténtico y varón santo)>". Con todo, como luego se verá, tan lisonjera opinión no era admitida por todos sin reservas. Contando con e-l seguro patrocinio de tan buenos favorecedores como los PP. José M. de- Savorgnano y Pablo de- Colindres, a principios de enno de 1756 presentó una solicitud al Definito– rio general, en la que exponía y razonaba su deseo de retirarse juntamente con otros religiosos a un convento solitario, en el (fue sin trabas de ningún género pudit>ran ohservar con toda exactitud lo prometido en su profesión. proyecto no obtuvo la aprobación solicitada del Ministro general P. Serafín de Zie– genhals ( Caprieolense) y reprobado por el Prelado provin– cial y su definitorio. Pero el P. Querubín, sin desanimarse por la negativa y esperando oportunidad más favorable para realizar sus planes, continuaha divulgando sus ideas y conquistando adeptos. Por el contrario, los Superiores provinciales, deseando atajar aquella actividad que juzgaban perjudicial para el bien y normal desarrollo de la vida de la provincia, estudiaron de– tenidamente el asunto en la congregación definitorial del de abril de 1756 y propusieron al Definitorio general que con su autoridad suprema dictaminara una prohibición que cortara de raíz aquellas veleidades. Corno antes apuntábamos, allí contaba el P. Querubín con poderosos sostenedores y a ellos sin duda se dehe la solución conciliadora adoptada. Tratándose una cuestión importante, que por su envergadura interesaba a toda la Orden, no era prudente prejuzgar el parecer de los vocales del próximo capítulo general, a quienes por tanto se remitía la solución definitiva del problema. El P. Querubín podía apuntar un tanto a su f avor 3 • Coincidiendo con los trámites a que acabamos referirnos, aunque por motivos muy diversos, surgieron algunas dificulta- 1 Cf. ALOYSIUS A FofüL'io, O.F.l\'LCap., Necrologium seraphicum patrum et fratrum Ord. Min. S. Francisci Capuccinornm almae Urbis provinciae, Velitris 1851, ad diem 5 ian. 2 Así lo llama en una carta dirigida al Nuncio de Lucerna Mons. Luis Gon– zaga Valenti el 23 de enero de 1769. Cf. BoNAVENTURA vo:s MEHR. Vier neue Brie– fe des Kapuziners P. l{omuald Bamnann, in Coll.Franc. 21(1951) 399. Véase así• mismo el testimonio de un confidente del P. Jesualdo de Reggio, más abajo, p. 154. 3 Cf. Amiali manoscritti della prov. di Roma V, 28.

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