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tualismo en el pensamiento eclesial. Al abandono de la tradición agustiniana, re– cogida por el agustinismo franciscano medieval, se debió esta intelectualiza– ción excesiva del pensamiento eclesial. Una nueva paideia, más en contacto con la vida, con las conciencias llagadas, con este ajetreo de la historia, es de todo punto necesaria y por doquier se advierte su ausencia. Y se puede afirmar con todo derecho que de esta paideia San Agustín es un maestro preclaro. 2. Dar alma a un mundo «des-almado » Es muy citada, hasta por los Papas, la frase de Bergson que pide para este cuer– po enorme, desarrollado por la técnica en la historia humana, «un suplemento de alma». La cibernética pragmática, que está sobre nosotros, nos habla ya de– masiado de que el mundo crece excesi– vamente. Pero su alma, por el contrario, se va achicando cada vez más. Necesita, por lo mismo, agrandar su alma. ¿A quién le incumbe esta misión? A lamen– te nos vienen sin dificultad los muchos que deben sentirse comprometidos en esa noble tarea. En vanguardia, según el P. Enrique, los que se sienten seguidores auténticos de San Agustín. Iluminados por sus reflexiones, deben saber penetrar en las conciencias, que es donde se fra– gua en definitiva el destino humano. Y en este sentido, San Agustín que curó su alma llagada y nos dio a conocer sus lla– gas, es un excelente maestro y guía en esta obra primaria de dar más alma al mundo que se muestra por doquier como un mundo sin alma, «des-almado». 3. El hombre existencial Se habla del mundo sin alma. Pero el mundo, como tal, ni se alegra ni sufre. Y hablando en cristiano: ni se salva ni se condena. Es el hombre concreto, indivi– dual el de la existencia agobiante de cada hora, el de carne y hueso, el que piensa y sufre. Este es el que, en definitiva, se sal– va o se condena. Pensamos que un acer– camiento al mismo es una exigencia pre– via para poderle atender y curar. Pues bien: el profesor Rivera de Ventosa piensa que no hay mejor doctor para adentrarnos en el misterio del hombre concreto que San Agustín. Sus Confesio– nes tienen un valor y vigencia perennes. Pero sería empobrecerlo si pretendiér~t mos reducir su mensaje existencial a l~~ 1 • solas Confesiones, cuando es toda la obra del obispo de Hipona donde se re– zuma esa idea. Hoy se ponderan sus Ser– mones. Y es que ellos reflejan la vida cristiana de entonces en lo que ésta tiene de eterno porque los problemas cristia- ANÁLISIS E INVESTIGACIÓN nos son esencialmente siempre iguales. Por eso los de ayer nos iluminan sobre los problemas de hoy. En ese sentido Ri– vera piensa en San Agustín como en el guía y mentor excelente para el hombre concreto de hoy. 4. Método adecuado En nuestros días el existencialismo, utilizando el método fenomenológico , ha penetrado profundamente por los entrecijos de la conciencia cristiana. En San Agustín ha visto un antecesor modélico. Es hora, por lo mismo, de que el pensamiento cristiano sepa utilizar este nuevo método para clarificar muchas de las altas cuestiones de filosofía y teología. El acceso al almá de los santos, la exposición de las altas virtudes teologales, son dos de los muchos casos que podríamos aducir en este lugar. Nos hablan de la incumbencia de utilizar este método que San Agustín utilizó ya de modo intuitivo pero muy eficaz. Sus intuiciones geniales deben ser germen fecundo para un pensar cristiano. El comentario al hecho religioso, resumido por nuestro santo en la fórmula muy conocida: inhorresco et inardesco ha sido realizado por R. Otto. Es una lección que debiera repetirse para hacer altamente fecundos los gérmenes depositados por San Agustín al través de su inmensa obra literaria. El profesor Rivera recoge unos versos de A. Machado y con él concluye el estudio a que nos estamos refiriendo: Como se fue el maestro, la luz de esta mañana me dijo: Van tres días que mi hermano Francisco no trabaja. ¿Murió? ... Sólo sabemos que se nos fue por una senda clara, diciéndonos: Ha cedme un duelo de labores y esperanzas. Sed buenos y no más: sed.lo que he sido entre vosotros: ALMA . 19 El P. Enrique Rivera pone estos versos en labios de San Agustín, que se dirige a los que han hecho profesión de seguirle. Y está seguro de que el pensacfor africano los repetiría hoy al pensador de nuestros días. ANÁLIS S TEMÁTICO 122/123 ANTHROPOS/95

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