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ANÁLISIS E INVESTIGACIÓN valoración del pensamiento agustiniano, como cultura del hombre. Ante la absoluta imposibilidad de po– der sintetizar, en unas breves páginas como las que ahora vamos a utilizar, la aportación del profesor Rivera al agusti– nismo, damos aquí un esbozo de algunos puntos principales. 1. El agustinismo eterno Con otros agustinólogos el profesor Ri– vera de Ventosa ha hecho suya esta fór– mula. Al mismo tiempo la ha pretendido ampliar y enriquecer con la aportación del máximo pensador agustiniano me– dieval: San Buenaventura. Este «agusti– nismo eterno» consiste en la vía que pro– pone al hombre para que pueda ascender hasta la Verdad eterna y trascendente y gozar para siempre de su bondad y de su belleza. San Buenaventura llamó a esa vía intinerarium mentís in Deum, y ha sido la fórmula feliz que ha atravesado los siglos y en la que puede expresarse este «agustinismo eterno». Este agustinismo eterno tiene dos su– puestos básicos, que el profesor francis– cano ha estudiado con gusto y detención: el ejemplarismo metafísico y el iluminis– mo gnoseológico. Contra la tesis del concienzudo histo– riador medieval, F. Van Steenberghen, que afirma que el ejemplarismo es una cuestión primariamente teológica, el profesor salmantino, en uno de sus traba– jos3 hace ver que este ejemplarismo lo bebe San Agustín en Platón, aunque más tarde se ve enriquecido mediante sus profundas meditaciones sobre el Verbo. Platón se limita a constatar que todo ser proviene de la Idea del Bien, de la que el alma es una participación; San Agustín, en cambio, proclama cómo todo ser es una huella, un rastro e imagen de .Dios. Son clásicos y conocidos los textos agustinianos sobre el tema. Si Platón, en el Fedón, fundamenta su convicción en la pervivencia del alma, alegando que es semejante a las ideas eternas e inmutables, y por ende tiene que ser inmortal, Agustín profundiza mucho más en este razonamiento y afir– ma que el alma no sólo es semejante a las ideas, sino al mismo Dios, pero con la condición, que Platón no subraya tan– to, es decir con la condición de que se mantenga pura. Es cierto que Platón exi– ge la pureza del alma, pero se trata más bien de una pureza cósmica, en cuanto ésta pide desvinculación de la materia y de lo sensible. En cambio Agustín ami– nora esta pureza meramente cósmica, para exigir mucho más la pureza moral que limpia al hombre de todo desorden culpable. El pensador salmantino escri- 92/ANTHROPOS 122/123 ANÁLISIS TEMÁTICO be: «Anotarnos con satisfacción que en este su razonar sobre la pureza ligada a la caridad, San Agustín se halla muy dis– tanciado del "intelectualismo platóni– co"». Da un paso gigante sobre ese inte– lectualismo, y junto con la actitud plató– nica cultivará esta obra tan distinta, para la que halló una fórmula luminosa al fi– nal de sus días: Ad veritatem non perue– nitur, nisi per caritatem . 4 Al agustinisrno medieval de San Bue– naventura tocó precisar con mayor de– tención la escala gradual de las huellas de Dios en las criaturas, en estos cuatro momentos: umbra, uestigium, imago, si– militudo. No se trata tan sólo de una par– ticipación o derivación, como pretendía Platón, sino que es verdadera imagen. Esta perspectiva descendente de Dios hasta la criatura pide, por parte de ésta, al ser consciente como hombre que es, que vea y contemple a Dios en las hue– llas que el Creador ha ido dejando en la creación. De aquí el ascenso del hombre hasta Dios, dramáticamente descrito por San Agustín en sus Confesiones: éxtasis de Ostia y diálogo con las criaturas. O descrito también , de modo más sistemá– tico por San Buenaventura al disponer seis escalas graduales para ascender has– ta Dios, tal como lo expone en su ltine– rarium mentís ad Deum. Este es el agustinismo eterno que nuestro lírico castellano se ha complaci– do en potenciar. Muy conocida es la es– trofa de San Juan de la Cruz: Mil gracias derramando pasó por estos sotos con presura, y yéndolos mirando, con sólo sufigura vestido los dejó de hermosura. En prosa concisa, pero con no menor lirismo lo canta Fray Luis de León en los Nombres de Cristo , y describe así el ras– tro de Dios en la creatura: «Esta semejan– za, escribe el místico agustino, es, si cabe decirlo así, el pío general de todas las co– sas, y el fin y corno el blanco a donde en– vían sus deseos todas las creaturas». Hasta nuestro tiempo que vive prosa, señala el profesor Rivera de Ventosa, han llegado los ecos de esta poesía in– maculada. Amado Nervo lo canta así: Distingo un santo sello sobre todas las frentes: un di vino me fecit Deus, por doquier: y noto que me hacen signos inteligentes las estrellas... lasflores. Y en nuestros días, José María Pemán exclama a nuestra vera: ¡Oh ternura inf inita de las cosas! Ecos de la palabra que el Se11orfijara

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