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EDITORIAL fundización en los conocimientos y una mejor comunicación entre las diversas formas culturales. Se detecta y admite con ge– nerosidad en el documento, cómo cada día existe una mayor conciencia entre los seres humanos de que «son ellos los au– tores y promotores de la cultura de su comunidad». Pensa– mientos que le sirven de aliento y confirmación para seguir en la indagación de sus temas fundamentales. De La Ciudad de Dios sólo un brevísimo texto que nos re– cuerda la dimensión utópica y esperanzada de una teología de la historia: la felicidad eterna, el sábado perpetuo, como re– poso, quietud y alabanza, cántico de Dios, la comunión pro– funda y permanente de un solo pueblo y una sola comunidad, «meta en nuestros deseos». Las Confesiones que expresan su sentido y caminar en la verdad, como norma y criterio de investigación y deber. La me– moria vía de intimidad, de encuentro con el hombre interior, pero que en sus adentros esconde el ansia de encuentro, de ex– periencia y presencia de alguien que allí habita. Con ello se en– marca el paso y el significado de S. Agustín, como huella y sig– no en su elaboración intelectual. San Francisco es una de sus referencias más vitales y quien está presente en su trabajo y en su acción. Los textos «Carta a un ministro», carta que San Francisco envió a Fray León, la «Ora– ción» y el «Cántico de las criaturas», expresan con brevedad los hitos más elevados de su tarea interior: todo acontecer es gra– cia, es don de libertad y fraternidad concretas , amor al herma– no por encima de cualquier otro valor, iniciativa creadora «para agradar al Señor Dios y seguir sus huellas [. .. ]» transustan– ciación del cuerpo y el alma por el amor personal a Cristo cru– cificado. Y recreación y alabanza de las criaturas quienes en la palabra de San Francisco recobran su virginidad, frescura e ino– cencia. «Loado seas, mi Señor, por la hermana agua,/ la cual es muy útil, y humilde, y preciosa, y clara. » San Buenaventura con quien aprende a conjugar fran– ciscanamente especulación con devoción , investigación con admiración, habilidad con piedad y ciencia con caridad, el es– tudio con la iluminación de la gracia.. . Un verdadero itinerario hacia «la fru ición del sumo bien», una ascensión y levanta– miento que sólo puede lograrse por efecto de la oración : «Ora– tio igitur est mater et origo sursumactionis» . Y en este tránsito progresivo «es necesario que se dejen todas las operaciones in– telectuales, y que el ápice del afecto se traslade todo a Dios y todo se transforme en Dios». Experiencia mística y secretísi– ma que sólo conoce qu ien la experimenta. Deseo y gracia, en– cuentro íntimo y personal, donación y entrega es el dinamismo que mueve esta maravillosa escala, que nos conduce hacia la casa del Padre de quien toda luz procede. Lo mismo expresa Santa Teresa a su modo en la «Séptima Morada» de su Castillo interior: los desposorios, la íntima co– municación personal que se ofrecen en tal habitación y expe– riencia. No podía faltar una referencia mínima a Unamuno, a su credo poético, a la unión con Dios: «querría[...] fundirme en Ti [... ]» Su Diario Íntimo: vivir con toda el alma, con todo aquello que brota del conocer, del sentir y del querer. De María Zambrano, un texto que comenta la figura clá– sica de Antígona, conciencia trágica traspasada por el amor fra– terno, que habita bajo la sombra del Dios escondido que se muestra bajo el signo de la cruz. Se cierra esta referencia textual con una sencilla alusión al N.T., los Hechos de los Apóstoles, episodio de Pentecostés y el Apocalipsis, la nueva Jerusalem, la Ciudad Nueva, una his– toria nueva; el tiempo reconquistado y salvífica: el sentido de la historia. He aquí, pues, en la sencilla anotación de estos tex– tos algunas de las claves que configuran el quehacer intelectual y vital de E. Rivera. Podríamos resumirlo en su actitud medi– tada, propicia al diálogo y al entusiasmo, pasión por el estudio y el conocimiento, profundas intuiciones que investiga en mil lecturas y ahonda en un hontanar afectivo de quien se sabe en religación y encuentro experiencia! con un Otro trascendente. Itinerario de la mente hacia Dios, tránsito, peregrinaje temporal que mira al cielo y a sus criaturas buscando noticias, pero que, en definitiva, sabe que no hay otro camino ni otra mediación fundamental que «el ardientísimo amor a Cristo Crucificado». La gravedad pesa y vertebra íntimamente su itinerario por la cultura, la filosofía, la historia y la teología mística: Pondus meum amor meus. «Mi peso es mi amor; él me lleva a donde quiera que voy. Tu don nos enciende y nos lleva hacia lo alto. Según andamos, así caminamos.» Fuego y ascensión, llama y camino; presencia que habita el interior del ser. Abismo que gobierna y guía toda su investigación y estudio. 1. La autobiografía intelectual como quehacer dinámico y unitario Constituye una experiencia sumamente aleccionadora y gra– tificante la lectura y reflexión de cuanto E. Rivera nos expre– sa en su autobiografía intelectual como forma mentis et vitae. Un texto de la Carta a los Efesios, IV, 15, se convierte en des– encadenante de todo el proceso y resumen de sus ideas más nu– cleares. En síntesis podríamos decir que su tema es 'hacer la verdad' - 'en el amor'- ' recapitulándolo todo en Cristo' . Cada una de estas frases va a constituir una parte de este iti– nerario. ¿Cómo ha ido haciendo su verdad? El proceso construc– tivo de la verdad se configura en cuatro momentos. El primer momento de su hacer la verdad part'e de una cé– lebre polémica - 1939 inicio de sus estudios universitarios en la Universidad Gregoriana de Roma- sobre la viabilidad o no de una filosofía cristiana. Su Universidad toma parte en lapo– lémica, pero para negar dicha calificación , se inclina por una filosofía sin adjetivos, sin más , «fundada exclusivamente en la razón». Sin embargo, E. Rivera toma una opción distinta. E. Gilson defiende el hecho histórico de la existencia de una fi– losofía cristiana y «de su indeleble influjo en la cultura de Oc– cidente». Constituirá uno de los temas de estudio importante como indica su bibliografía. La polémica se refleja en discu– siones de varios congresos internacionales. Encuentra un ca– mino para su tesis en San Buenaventura y también en la con– temporaneidad, en M. Blondel. Opta, pues, en la línea de estos pensadores, S. Buenaventura, E. Gilson y M. Blondel, por una filosofía abierta a la luz superior frente a una filosofía cerrada como autosuficiencia del puro filosofar. El segundo momento, advierte la aparición tardía de la fi– losofía frente a las tradiciones sapienciales de los pueblos an– tiguos y también que es «manca» en tanto nos ofrece una so– brevaloración de la teoría frente a la praxis en la concretez de í 22/í 23 ANTHROPOS/7

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