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ANÁLISIS E INVESTIGACIÓN respecto de Dios, padre universal. Esta paternidad tiene su origen en la creación. Por ella y en ella todas las cosas corpora– les y espirituales adquieren su ser y su sentido. Al margen de los textos legislativos que reflejan estas ideas de Francisco, hay un escrito clásico que ha sido objeto de repetidos comentarios: el Canto al Hermano Sol. 41 En este bello «canto» se manifiesta la concordancia de Francisco con la natura– leza, que aparece concretada en unos va– riados seres (sol, luna, estrellas, viento, cielo, aire, agua, fuego, tierra), que reci– ben el nombre de «hermanos». Esta cali– ficación no es un puro recurso literario. Porque, si en el «canto» es evidente una sensibilidad cósmica de comunión con la naturaleza, también lo es la vertiente mística, ya que todas las criaturas son vistas y contempladas desde la experien– cia espiritual de un «altísimo, omnipo– tente y buen Señor». Francisco nos des– cubre no sólo naturaleza y fuerzas miste– riosas animadoras de la misma, sino la profunda paz y unidad que nace de la condición de ser todas las criaturas her– manas e iguales en su origen creado y en su finalidad laudatoria de la bondad del Creador. Ya no hay misterios o vacíos, sino hermanos y hermanas que reciben de Dios su «significación». 42 «Las criaturas: huellas, imágenes o símbolos de Dios». Es este un tema pro– fundamente pensado por E. Rivera, por– que este simbolismo de la naturaleza fue vivido por el fundador de su orden fran– ciscana: «San Francisco fue un alma mís– tica para quien el mundo se transformó en un conjunto de símbolos, que le habla– ban de realidades muy distintas y más su– blimes que las fastidiosas y mostrencas de cada hora... El simbolismo entró den– tro de la contextura de su vida, desde el momento en que ésta se sentía como lu– gar de tránsito, de lucha con las fuerzas del mal, y el mundo, a su vez, era conce– bido como un lienzo en el que Dios había dejado estampada su imagen». 43 Hablando de este simbolismo de la naturaleza, E. Rivera recuerda, una vez más, la belleza, porque «el símbolo es un elemento permanente de belleza». 44 Pero una belleza que no es puramente estéti– ca, sino que tiene prolongaciones en el pensamiento y que han influido decisi– vamente en el rechazo permanente que 78/ANTHROPOS 122/123 ARGUMENTO DIALECTICA Y DIALOGO III. La lógica integral, fundamento del diálogo MNATUltAU:ZA Y GRAC/,tn 20 - (1971) - 31-~S E. Rivera ha hecho de todas las filosofías deterministas, materialistas y positivis– tas. Éstas han intentado, y a veces conse– guido, vaciar de significado muchos símbolos, usando y abusando de la men– talidad técnica o científica, proclamada como superior a la evocación simbólica. Se ha querido realizar el cambio de una palabra o de una imagen simbólica por una argumentación o un sistema de ideas. Francisco nos habría rescatado del vacío de los conceptos devolviéndonos a la verdad y la belleza de un mundo claro, precioso, esplendoroso y bello. El simbolismo aparece también como la esencia misma del camino franciscano y así lo ha vivido e incorporado a su vida E. Rivera, haciendo de San Buenaventura su autor preferido. Sin detenemos a reco– ger sus repetidos análisis del Itinerarium mentis in Deum, no podemos menos de señalar la importancia que ha tenido en su pensamiento la afirmación bonaventuria– na de que todas las creaturas son, por na– turaleza, por propiedad substancial e in– trínseca, sombra, vestigio, imagen y se– mejanza de Dios. Cuatro grados que reflejan, de manera cada vez más clara, la realidad trascendente del creador. «Lo importante para San Buenaventura no es contemplar a Dios como Ser Subsistente, distinto del ser menesteroso creado, sino contemplarlo accesible a través de los ras– gos que ha ido dejando a través de la crea– ción. De aquí el considerar todas las co– sas, hasta las más minúsculas, como tra– suntos o reverberos de Dios, por los que se puede ascender a contemplarlo.» 45 Llegados a este punto, hemos de señalar que el pensamiento de E. Rivera no es un pensamiento propio, en el sentido de que no haya recibido múltiples influjos. Siempre ha estado abierto al pensamien– to de otros autores, no sólo filósofos, sino también poetas, artistas, literatos, etc. Y de todos ellos se ha ido enriqueciendo. Si examinamos sus escritos, salvo contadas ocasiones, no ha desarrollado sus ideas como un sistema propio. Más bien sus ideas han ido clarificándose al calor de otros pensadores y de otros sis– temas. Por ello, es preciso leer su amplia producción para averiguar, en el conjun– to, aquellas ideas que, hoy por hoy, constituyen su estructura mental. La resumiríamos de la siguiente ma– nera: El pensamiento de E. Rivera es in– comprensible si se le aísla o separa de dos fuentes: la cristiana y la franciscana, que le han hecho ver el cosmos y al hom– bre de un modo peculiar. Tanto la crea– ción como el hombre se hallan afianza– dos en un Dios creador, del que nace la fraternidad que une a todas las creaturas. Una fraternidad que es más que simple proclama o proyecto. Es fundamento on– tológico. Esa fraternidad nace de la fuen– te que es Dios, en su donación total libe– ral. El hombre tiene, indudablemente, metas y trabajos humanos, construidos y a realizar todavía por su inteligencia y su libertad. Pero tiene una meta más propia de su condición de creatura: subir por una escala de seres concretos, no abs– tracciones, que se le aparecen en cada cosa creada, en las que Dios ha ido de– jando rasgos innumerables y claros que hacen de la creación entera un reflejo de la paternidad de Dios. NOTAS 1. «Las formas fundamentales del amor (Plan– teamiento histórico-sistemático», Naturaleza y Gra– cia, 32 (1985). 7. 2. Así define este pensamiento cristiano en «Sa– biduría y filosofía en su significación histórica e ideológica»: «Un conjunto de conocimientos en el que se coordinan sin confundirse las luces de la ra– zón y de la fe, desde el conocimiento natural en esta vida hasta la visión beatífica» (Naturaleza y Gracia, 3 [1956], 204-205). Ideas parecidas se encuentran en Presupuestos filosóficos de la teología de la historia (Zamora, Monte Casino, 1975, 15 ss.). 3. «Sabiduría y filosofía en su significación his- tórica e ideológica», art. cit., 188. 4. lbíd. , 189. 5. lbíd., 188. Cfr. también 188-1 91. 6. lbíd., l93. 7. A este propósito escribe: «Mas no satisfechos con desligar al mundo de Dios, propugnando lo que hemos llamado "autosuficiencia objetiva del cos-

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