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ANÁLISIS E INVESTIGACIÓN ARGUMENTO sivo que implica virtualidad y perma– nencia por la memoria y proyección del futuro por la libertad». 14 Pasando ya a determinar en qué con– siste la visión cristiana de la historia de E. Rivera, éste resume así el plan de Dios respecto del hombre: 1. La vida es una realidad primordial, ra– dical, si se quiere usar la terminología orte– guiana, de que Dios ha dotado al hombre para que la conserve y la salve. 2. Esta vida tiene una doble dimensión que responde a la realidad óntica del hombre, espíritu en carne: vida meramente biológica y vida espiritual. 3. La inteligencia no es algo primero en el hombre. Es el magnífico instrumento que Dios ha proporcionado al hombre para que éste cla– rifique su vida e iluminado por esta claridad la salve... 4. La suerte de la vida meramente biológica está echada. Para salvarla hay que perderlo por otra mejor. La técnica al servicio del bias debe dar paso a una técnica de salvación. 15 Descubrir cómo la inteligencia hu– mana ha conseguido llenar estos dos me– nesteres vitales (salvar la vida biológica y alcanzar la salvación) es encontrarse con la historia humana. Pero, ¿cómo ha de entenderse en con– creto esta historia humana? Para ello es preciso tener en cuenta las nociones que denomina ardo fasciendus y ardo factus. Son partidarios de la pri– mera concepción de la historia, del ardo faciendus, el hegelianismo, el marxismo y el existencialismo. Y entre nuestros pensadores, Ortega y Gasset. Todos ellos coinciden en afirmar que «no puede ha– ber en la historia algo consistente, algo definitivamente logrado, sino que todo se halla en continuo despliegue. El carácter esencial de todo lo histórico es el deve– nir. Y el hombre solamente llega a cum– plir sus fines dentro de la historia si su afán diario se orienta hacia un nuevo lo– gro o nueva adquisición». 16 El ardo factus u orden eterno es la «ex– presión de la voluntad divina que debe ser norma de todo orden temporal». 17 Tal ardo factus se basa en dos principios: la ley eterna de Dios y la ley natural. Todos los seres de la creación están forzados a realizar el orden prefijado de Dios con una sola excepción: el hombre, que, con el uso de su libertad, puede aceptar o rechazar el orden eterno de Dios. Gran dignidad la del hombre que es capaz de dar origen a.un 74/ANTHROPOS 122/ 123 E. RIVERA Las formas fundamentales del amor (Planteamiento histórico-sistemático) Sl:p.u1ta d~ NATURALEZA Y GRACIA Vo!umrn XJO(ll/1 Entn,.Abri! l9'S SALAMANCA 1915 orden nuevo porque quiere, observando el orden establecido por Dios. 18 Dentro de la creación de este orden nuevo, E. Rivera se apunta, sin titubeo al– guno, a la visión de San Buenaventura, citando estas palabras suyas: «Haec est tata nostra metaphysica: de emanatione, de exemplaritate, de cosummatione, sci– licet, illuminare per radios spirituales et reduci ad summum». Y, comentando este texto, señala que toda la historia tiene: - una meta: ser reducidos o recon– ducidos al sumo, a Dios; - un instrumento: la iluminación. Con lo cual, la historia encuentra una explicación antropológica, en la que el hombre recorre un camino que conduce aDios. 19 Para terminar este punto podemos re– coger la definición que E. Rivera da de la sabiduría o pensamiento cristiano cuando afirma que es «un conjunto de conoci– mientos en el que se coordinan sin con– fundirse las luces de la razón y de la fe, desde el conocimiento natural en esta vida hasta la visión beatífica en la otra». 20 De lo abstracto a lo concreto Es este un punto del pensamiento de E. Rivera que ha sido, durante largos años, más intuido que expresado. Y sólo en sus últimos escritos aparece con clari– dad. Así se puede constatar en su última lección universitaria de la que ya hemos hablado o un artículo, todavía inédito, so– bre San Francisco. Ambos escritos serán la fuente de inspiración de este apartado. E. Rivera reconoce, en su autobiogra– fía, que ha estado marcado, y muy pro– fundamente, por su educación universic taria y sus abundantes lecturas de filóso– fos medievales. Tanto en un caso como en el otro, predominaban los conceptos. Pero, según confesión propia, al mismo tiempo sentía añoranza permanente y se– creta de una intuición que le acercara a las cosas mismas. Esta añoranza fue cal– mada, en parte, por la lectura de los mís– ticos cristianos y de la Biblia. Frente a esta rica experiencia, el concepto se le iba revelando como la morada de nadie. No vamos a repetir la lista de filóso– fos que llevaron a E. Rivera al aprecio de la intuición sobre el concepto. Pero no pueden ser silenciados, al menos , dos: H. Bergson y M. de Unamuno. Y un gran poeta que le guió en el conocimien– to y práctica del método fenomenológi– co: Dámaso Alonso. De todos sus escritos es «Las formas fundamentales del amor (Planteamiento histórico-sistemático)» (Naturaleza y Gracia, 32 [1985], 7-28), aquel en el que más expresamente criticó los conceptos y alabó la intuición. Entonces pronunció unas palabras que hicieron sonreír a sus oyentes en el Aula Magna de la Universi– dad Pontificia de Salamanca, pero que también expresan el convencimiento de un pensador ya curtido por muchos años de reflexión y de vuelta de dogmatismos y figuras consagradas: «Desde el momen– to en que la vivencia atrae la reflexión de la mente, los análisis escolásticos pierden significación vital para trocarse en un muestrario de conceptos abstractos, cla– ros, precisos, más inertes... No se trata, con todo, de eliminar el saber del pasado sino de completarlo. Sin embargo, me atrevo a decir que el límpido panorama de la II-Ilae de la Summa Theologica de San– to Tomás aparece hoy ante mi conciencia, que tanto ha gustado de la misma, como un Museo de Historia Natural en el que el entomólogo muestra su colección de ma– riposas, irisadas de mil colores, pero muertas, clavadas al fondo del cuadro, por un alfiler. Tal parece ser el cuadro de las virtudes delicadamente estudiadas por Santo Tomás. Impecables análisis, pero no unidades vivenciales». 21 ¿Qué hacer, entonces, en el momento presente, para vitalizar y comprender me– jor el pasado? La respuesta se halla en el empleo del método fenomer¡.ológico. El método histórico-crítico tamiza la realidad de los hechos; el método fenomenológico analiza.y penetra en los hechos. Mientras

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