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ANÁLISIS E INVESTIGACIÓN ARGUMENTO Precisamente, este segundo camino, el religioso, da origen a la sabiduría (in– dia, persa, babilonia, egipcia, judía) y el sabio será el «vidente y mostrador del camino misterioso por el que se salva lo mejor que hay en nosotros: el espíritu». 4 Luego vendrá la filosofía, porque el hombre comienza siendo sabio y termi– na siendo filósofo. En cuanto tal se pre– gunta «por el principio, "arché", de las cosas y del movimiento». 5 A este propósito merece recordar que, frente a la opinión tradicional de que la filosofía tiene su origen en la «admira– ción», E. Rivera enlaza la filosofía con la técnica. El desarrollo de la técnica trajo consigo el olvido de Dios. Pero este dis– tanciamiento es imposible, ha de ser su– plido de alguna manera y de ahí que «el hombre técnico, para sentir menos el ale– jamiento de Dios, se puso a hacer filoso– fía». 6 Y una filosofía que, por querer su– plir la ausencia de Dios, se presenta con autosuficiencia objetiva y subjetiva. 7 Un momento histórico crucial para la dete1minación y la creación del pensa– miento cristiano fue la Edad Media. En un lúcido artículo escrito en 1971 sobre la obra de F. Van Steenberghen, La philo– sophie au X/lle siecle, analiza la relación entre helenismo y cristianismo, tomando el primer término como «el pensamiento griego que brota exclusivamente de las exigencias de la razón». 8 Pues bien, E. Rivera señala tres posi– bles interpretaciones de la relación entre cristianismo y helenismo. La primera acepta que el cristianismo hizo un gran esfuerzo y logró asimilar el pensamiento griego. La segunda sostiene que la irre– ductibilidad de helenismo y cristianis– mo, hablando de un dualismo. La tercera interpretación habla de la pérdida del sentido cristiano de la vida por su absor– ción en el espíritu pagano del pensa– miento helénico. E. Rivera señala que el pensamiento cristiano tiene dos fuentes: «Helenismo, no limitado a Platón y Aris– tóteles, sino enriquecido con otras apor– taciones... Cristianismo, porque su influ– jo lo juzgamos decisivo en la transfor– mación de los conceptos más básicos del pensamiento griego hasta llegar a inte– grarlos dentro de otro espíritu y de otra intuición fundamental». 9 Un ejemplo concreto de esta integra– ción fue desarrollado por E. Rivera en su artículo «Physis-diatheke» (Naturaleza y Gracia, 18 [1971], 343-365). El primer lérmino, physis, es para Aristóteles «la naturaleza como sustancia de aquellas co- 3as que tienen en sí en cuanto tales, prin– cipio de movimiento». 10 Esta physis, con– ·1ertida en causa a la vez eficiente, formal :✓ final, será el gozne en tomo al cual gira– rá toda la física aristotélica y cerrará el ca– :nino hacia un sentido en la historia. El segundo té1mino, diatheke, proviene de la Sagrada Escritura y es testamento o :;iacto: «libérrima disposición de la volun– ~ad divina que dispone generosamente de sus bienes a favor de los hombres». 11 Pues bien, tras un largo y fundamenta– jo análisis de ambos términos, concluye su investigación con estas palabras: «Ini– ~ialmente se nos mostraban muy separa– dos. La physis nos parecía, siguiendo la filosofía griega, la palabra clave para in– terpretar el mundo natural que nos en– vuelve. La diatheke nos iluminaba los arcanos de la historia. Ahora... juzgamos a las dos como complementarias. La mente humana no puede quedar satisfe– cha con una diatheke que desconozca la naturaleza racional. Pero tampoco le basta... con el conocimiento de la natura– leza y de sus leyes. Diatheke y physis no son conceptos contrarios. Responden a mentalidades complementarias. Cada una de ellas nos descubre un aspecto de la realidad y de la historia humana. Vinculados, las sombras de nuestra men– te son menores, pues se hace la luz en el misterio de esos dos grandes temas: la Naturaleza y la Historia». 12 El pensamiento cristiano se distinguiría por su pennanente crecimiento. Han exis– tido pensadores y filósofos cristianos que han querido reducir el pensamiento cris– tiano al de Santo Tomás. E. Rivera se re- bela contra tal reducción. Y así lo mani– festó, por poner unos ejemplos, en tres re– censiones aparecidas en Naturaleza y Gracia (33 [1986], 362-363, 368-369, 375). Y se rebela en nombre del legítimo derecho de la mente humana para investi– gar y en contra de las interpretaciones ri– gurosas que se han hecho de la Aeterni Patris y el Codex Juris Cananici, que im– ponían la obligación de explicar la filoso– fía y la teología «ad Angelici Doctores ra– tionem, doctrinam et principia». Tomando pie de una frase lapidaria de Santo Tomás en De coelo et mundo, 1.22: «El estudio de la filosofía no se propone saber lo que otros han pensado, sino cuál sea la verdad de las cosas», ataca a quienes tienen por lema solamente saber lo que pensó el doc– tor medieval. 13 ¡Cómo va c. aceptar estas enanas interpretaciones del pensamiento cristiano quien ha escrito tanto y tan bien sobre otros pensadores como San Agustín y los grandes pensadores medievales fran– ciscanos! Su obra misma, Presupuestosfi– losóficos de la teología de la historia (Za– mora, Monte Casino, 1975), es una pro– clama seria de la necesidad que tiene el pensamiento cristiano de colaborar en la construcción de los presupuestos filosófi– cos de la teología de la historia. Una vez explicado el sentido del tér– mino «cristiano», hemos de fijarnos en el otro: «historia». La historia ha sido una de las debilida– des de E. Rivera. Empezando por lo más material. Sus conversaciones siempre han estado llenas de anécdotas históri– cas, fechas , nombres, etc.. mostrando la riqueza de una memoria :odavía joven. Pero también se ha pregi.:ntado por las últimas cuestiones sobre la historia. En la obra que acabamos de citar justamente se plantea tres cuestiones capitales para todo filósofo de la historia: qué es lo his– tórico; cómo se desarrolla la historia; cómo conocer la historia. Su definición de la his:oria se alinea con la filosofía de Zubiri por el camino de una antropología enraizada en la me– tafísica. Y escribe así: «La historia es [...] la actuación de las fuerzas creado– ras del espíritu humano , expansionán– dose a lo largo del tiempo en la que el pasado condiciona, pero no determina, el presente. Y éste se actúa bajo el es– tímulo de un futuro que se entrevé y se desea, cargado de inmensas posibilida– des.. . Lo histórico es un continuo suce- 122/123 MHHROPOS/73

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