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ARGUMENTO Conjunto de textos que extraen lo más vivo e íntimo del pensamiento del autor y destacan su condición de pensador cris– tiano. «En estos tiempos nuestros en que está de moda disimular las raíces ínti– mas de nuestro ser y pensar, tiene más valor proclamar lo que en el fondo se es radicalmente. » Síntesis de un pensamiento vivo Manuel González García El año 1984, con motivo de su jubilación como catedrático de la Universidad Pon– tificia, la revista Cuadernos Salmantinos ele Filosofía dedicaba el número XI a un «Homenaje a Enrique Rivera de Ventosa al cumplir 70 años». Tal homenaje se abría como una bibliografía que abarca– ba los años 1949-83 (pp. 10-46). Pero esta bibliografía ha seguido aumentando hasta el presente. Recogiendo toda la producción de E. Rivera hasta este año de 1990, queremos destacar, en esta sín– tesis, unas ideas que muestran la cohe– rencia de un pensamiento que, entre la variedad de las inquietudes filosóficas, ha estado sostenido siempre por unos pi– lares fundamentales. Oficialmente, ha sido catedrático de «Historia de la filosofía antigua y medie– val», pero también tuvo que explicar «Historia del pensamiento hispánico» y «Filosofía de la Historia». Este rico pen– samiento, prácticamente sin limitación cronológica, ha encontrado eco en un pensar que puede ser calificado sin más como «enciclopédico». Pero, en el senti– do original del vocablo, es decir, como «cfrculo del saber», no como mera infor– mación. Igualmente sería válido para de– finir el término lo que indica Ortega de que toda gran cultura gira en torno a cin– co o seis ideas fundamentales. De estas ideas ha querido adueñarse, con larga y reflexiva lectura, E. Rivera: desde los, para él, venerados libros sapienciales de las culturas antiguas hasta el moderno encuentro de culturas hacia el que se siente extraordinariamente sensibilizado. Teniendo en cuenta esta perspectiva, ha 72/ANTHROPOS 122/123 Enrique Rivera de Ventosa estudiado filósofos antiguos y medieva– les, modernos y contemporáneos, el pen– samiento bíblico, la fenomenología apli– cada al mundo de la religión, la misma literatura, los documentos de la Iglesia, el pensamiento español y particularmen– te el barroco. Todas estas vertientes de pensamiento han enriquecido una vida dedicada plenamente al estudio, la in– vestigación y la docencia. Las muchas horas de estudio, su gran capacidad de lectura crítica y una prodigiosa memoria han sido los medios que han pern1itido a E. Rivera moverse con soltura en tan va– riados campos del pensamiento. Para la elaboración de estas reflexio– nes me he valido, en primer lugar, de los escritos de E. Rivera. Por eso, en más de una ocasión hablará él mismo con sus propias palabras. Pero también hay otra fuente importante de información: las conversaciones mantenidas con E. Rive– ra a lo largo de muchos años de convi– vencia y común trabajo intelectual. De hecho, hay detalles últimos, toques fina– les que sólo brotan en el diálogo, en esa rica, inapreciable comunicación humana a la que E. Rivera es tan dado. En su «autobiografía», E. Rivera con– fiesa que su pensamiento es tardío. Lle– gar a poseer una «síntesis» juvenil es sólo privilegio de genios. Sólo el largo contacto con tantos y tantos pensadores, el sedimento de innumerables lecturas y el contraste con otras ideas han hecho germinar su pensamiento. Lo concreta– mos en estos enunciados: Visión cristia– na de la historia; De lo abstracto a lo concreto; Personalismo cristiano; Del «bonum est diffusivum sui» al «amor li– beralis»; Contemplación franciscana del cosmos. Visión cristiana de la historia Este primer punto del pensamiento de E. Rivera está íntimamente unido a un tí– tulo personal que le ha gustado presentar siempre como definición de su personali– dad: pensador cristiano. Así comenzaba su última lección universitaria en el Aula Magna de la Universidad Pontificia de Salamanca en mayo de 1984: «Debo co– menzar diciendo que me he sentido siem– pre pensador cristiano. Con esta adver– tencia: que al correr de los años de mi do– cencia universitaria esta conciencia se me ha hecho cada vez más exigente» . 1 Esta inquietud suya ha estado unida a la cuestión disputada de la existencia po– sible de una filosofía cristiana. De he– cho, filosofía cristiana y pensamiento cristiano están estrechamente unidos en su reflexión. Cuando llegó a la Universidad Grego– riana de Roma, al iniciar sus estudios universitarios tuvo la oportunidad de es– cuchar a su profesor el P. Dezza la pre– gunta de si existía una filosofía cristia– na. Y pudo leer y meditar los ecos de la disputa en la que intervinieron eminen– tes pensadores, como E. Bréhier, E. Gil– son, J. Maritain, M. Blondel. E. Rivera es un defensor convencido de la existencia de una filosofía cristiana y de un pensamiento cristiano. Tal pen– samiento estaría constituido por los lo– gros indudables de la razón, a los que ha– bría que añadir las verdades propuestas, implícita o explícitamente, por la revela– ción. Ambas fuentes se coordinarían en una síntesis fructífera sin que se confun– dieran; fe y razón cooperarían eficaz– mente en la constitución de ese pensa– miento cristiano. 2 De esta manera, la filosofía dejaría de ser autosuficiente. Al margen de que la fi– losofía no ha sido tampoco el primer sa– ber sobre el hombre. Antes de los filóso– fos jónicos habría habido otros saberes. Serían la técnica y la religión. Ambos productos del espfritu humano habrían te– nido como misión salvar dos anhelos fun– damentales del hombre: «Con técnicas rudimentarias o desarrolladas de cuya evolución nos habla la prehistoria y luego la historia, el hombre ha logrado ir defen– diendo contra ingentes fuerzas adversas sus "bios"; y con prácticas religiosas, san– tas unas veces, y no raramente monstruo– sas, ha satisfecho su anhelo de Dios». 3

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