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ANÁLISIS E INVESTIGACIÓN afirma H. Bergson nunca aprobé que el concepto se limite a lo meramente relati– vo, utilitario y pragmático. Este radica– lismo bergsoniano lo juzgo inviable. Pero, por otra parte, tomé plena concien– cia de que los conceptos son un verdade– ro tonel de Danaides que dejan fluir el mejor contenido: la vida y la existencia. Surgió en mí entonces una tendencia a completar la clara y precisa filosofía del concepto con la que en este siglo se ha llamado <1ilosofía de la vida». Sin aso– mo de panteísmo me he sentido fascina– do con H. Bergson por ese tenso devenir, que, impulsado por d élan vital», ha de culminar en el Punto Omega propuesto por Teilhard de Chardin. Me ha parecido que esta gran concepción metafísica pone al día la primera página bíblica, que describe el proceso creativo de la ac– ción de Dios, pero que pide colaboración al hombre para su ulterior despliegue. En este sentido bien puede decirse que la creación no ha concluido. Está aún en marcha. Filosofía tan prometedora estaba pi– diendo una metodología que colmara la que yo había tomado de H. Bergson y que Teilhard de Chardin no completa en la vertiente fundamental de los aná– lisis de la conciencia. Creí hallarla en la Psicología descriptiva y analítica de W. Dilthey. Al distinguir éste entre Naturwissenschaften y Geisteswis– senschaften, entre <,erkliiren» y «vers– tehen», vi en estas distinciones un cier– to paralelismo con las que señalamos en H. Bergson, pese a sus distintos ma– tices. Y me convencí que había llegado la hora de enriquecer las incontables motivaciones causales en el análisis de la conciencia con la penetración intui– tiva en ella misma. Estas dos instancias me abocaron a la tercera: la fenomenología . Ésta no me ha atraído en su contextura noético-metafí– sica: los binomios intencionalidad-trans– cendentalidad, nóesis-noema, cuya ex– posición roza a veces el escolasticismo. Más bien lo ha sido en su praxis exposi– tiva y declaratoria. Es decir: cuando el método fenomenológico va directamen– te «zu den Sachen selbst» -a las cosas mismas- para que éstas nos digan lo que son. Este deseo me ha incitado, más que a la lectura de E. Husserl, siempre imprescindible, a la de otros que han cul– tivado una fenomenología más descripti– va, como Max Scheler y M . Heidegger. En España la escuela de Madrid ha culti– vado también esta fenomenología des– criptiva, cuyos análisis he utilizado fre– cuentemente. Sobre la fenomenología de X. Zubiri se está escribiendo con ponde– ración. Sin embargo soy de opinión que hay una manquedad en su obra al no ha– berla actuado más plenamente en el pla- AUTOPERCEPCIÓN INTELECTUAL no descriptivo. Un concepto con valor eterno como el de «religación» está pi– diendo una reposada descripción feno– menológica. De desear es que se anime a realizarla alguno de sus inteligentes y leales discípulos. En España, sin embargo, más que en ensayos filosóficos se ha practicado el método fenomenológico en análisis lite– rarios. Dámaso Alonso ha sido para mí un modelo ejemplar. Mucho tengo que agradecer a la lectura de sus obras. De dos sobre todo: La poesía de San Juan de la Cruz (Desde esta ladera) (Madrid, 1946); Poesía española. Ensayos de mé– todos y límites estilísticos (Madrid, 1962). Sobre sus páginas he pasado lar– gas horas de serena placidez. Y lo que es más importante: me hizo ver de modo tangible la distinta operatividad del mé– todo histórico-crítico 1 tan ponderado por los historiadores profesionales, y la de mente, intuimos con toda nuestra psique puesta de un modo automático... en un estado no hábil, no práctico, no comer– cial, puro, libérrimo, iluminado». Parece repetir aquí Dámaso Alonso la conocida frase de Platón: ,<a la verdad con toda el alma». Poco se ha practicado. D. Alonso, en el campo literario, nos ha mostrado esa senda misteriosa de la in– tuición -que es ir a las cosas «con toda el alma»- para penetrar en eso único que es la esencia de la creación artística. Ni la filosofía, ni, menos aún, la teolo– gía, se han acercado con la intuición fe– nomenológica a esos objetes de que tan– to hablan. Un cotejo entre las obras de P. Laín Entralgo, La espera y la esperan– za (Madrid, 1957) y S. Ramírez, La esen– cia de la esperanza cristiana (Madrid, 1960) pone nuestro tema er. máximo re– lieve. Laín Entralgo acude a la historia y a la antropología para pene,rar intuitiva- Enrique Rivera de Ventosa con Cirilo Flórez y Noboru Kinoshita en la Universidad de Salamanca, septiembre de 1986 método fenomenológico con su peculiar uso de la intuición. No desestima Dámaso Alonso el tra– bajo de sus colegas, inclinados sobre mamotretos históricos en rigurosa prác– tica del método histórico-crítico. Pero no puede ocultar su benévola guasa, al de– clarar que es obra «de mimbres y tiem– po». Ante tal obra deja caer esta frase: «Dejemos a los cándidos obrer9s del cuentahílos su inocente manía». El, por su parte, ha optado seguir otro camino. Ha querido acercarse a la obra literaria con un sentido de intuición para apode– rarse de la «unicidad» del poema estu– diado. Antes de hacer ver la luz interior que irradia el maravilloso soneto de Dante: «Tanto gentile e tanto onesta pare...» contrapone los dos modos de co– nocer de que venimos hablando y escri– be: «Científicamente, sólo intuimos con una veta de nuestra psique... Estética- mente en el hecho de la espera y espe– ranza. S. Ramírez, con un método esco– lástico bien afilado, estudia el objeto, el motivo, el sujeto, el acto y el hábito de la esperanza. La segunda obra vino sobre la primera para aclararla y corregirla. Los comentarios críticos lo hicieron ver cla– ro. Pero, ¿por qué no un intento com– prensivo de acercamiento y de mutua complementariedad? Al menos pienso que esta referencia habrá servido para aclarar mi propósito de hacer de la feno– menología un método complementario en mi diaria actividad de pensador cris– tiano. 4) Mi visión cristiana de la Historia. Nos hallamos ante el cuarto momento de lo que he llamado «mi circunstancia in– terior». He hablado de ella al exponer mi forma mentís et vitae. Me :oca ahora de– clarar cómo llegué a hacer mía la pers– pectiva de San Pablo. Síntesis de la mis- 122/123 ANTHROPOS/65

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