BCCCAP00000000000000000000451

ANÁLISIS E INVESTIGACIÓN AUTOPERCEPCIÓN INTELECTUAL ce esta cláusula un lecho de Procrustes para todo profesor abierto a las grandes corrientes de ideas. Si Santo Tomás ya no es quien para embalsar algunas de las máximas direcciones del pensamiento cristiano, v.g. la interioridad, el tiempo, la historia, propuestos por San Agustín, según lo hemos expuesto en «Hacia una interpretación de las grandes síntesis doctrinales del pensamiento cristiano», Salmanticensis, 18 (1971), 313-350, cuanto menos puede darnos plena luz en el estudio de las grandes corrientes del pensamiento actual, como la fenomeno– logía, el personalismo o la filosofía dialó– gica. Mi colega y amigo, G. Fraile, siguió este criterio al exponer su Historia de la Filosofía. Pero el haber discernido y va– lorado a los demás sistemas desde el to– mismo es tal vez su defecto más grave e invidente. La Gregoriana, por su parte, se atenía a lo prescrito, si bien profesores muy competentes daban a entender ser necesario ir más allá de Santo Tomás. Pero la praxis era difícil y, en aquellas circunstancias, comprometida. Para mí lo más negativo en la docen– cia fue lo concerniente a la filosofía de la historia y al encuentro de culturas. Ni como asignatura especial entraba en pro– grama. De aquí provenía una manque– dad grave en la visión del pensamiento de Occidente, sin entronque ni relación con el pensamiento bíblico y al margen de las sabidurías sapienciales de las altas culturas antiguas. En este punto mi vida intelectual ha sido una perenne correc– ción a esta vertiente ignorada en mi alma mater. Debo, con todo, declarar que las lecciones sobre los grandes sistemas me hicieron ver cómo casi todos culminaban en una grandiosa visión histórica. Este fue mi punto de partida para interesarme por este gran tema. La historia sacra, contada por la Biblia, respaldaba esta ac– titud mental, que ha hecho de la physis griega y de la diathéke bíblica, dos polos de su pensamiento. Polos distantes que se reclaman. (Me remito a mi estudio: «Physis-diatheke. Naturaleza e historia en el pensamiento bíblico y aristotéli– co», en Naturaleza y Gracia, 18 [1971], 343-365.) En esta perspectiva de encuentro de culturas se me ha hecho muy antipática, ya desde la Universidad, la expresión philosophia perennis aplicada a la esco– lástica. Peor si tan sólo al sistema tomis– ta. No he visto motivo para esta contrac– ción de la mente de Leibniz, al acuñar dicha fórmula. Hoy la Perennial Phy– losophy de A. Huxley se me hace más certera en su temática -no en sus pecu– liares afirmaciones.:_, al proponer como filosofía perenne las ideas primordiales de las grandes culturas sobre el destino humano y sobre el modo de cumplirlo. 50/ANTHROPOS 122/123 Con A. Toynbee, S. Radhakrishnan y otras grandes mentes pienso que nos ha– llamos ante un nuevo sincretismo reli– gioso-cultural. Que los pensadores cris– tianos tomen plena conciencia de ello y contribuyan a una recta realización del mismo. c) Mis vivencias universitarias signi– ficativas fueron múltiples. Recuerdo en primer término, no por su importancia, el trámite de los exámenes. A mi edad me repugnaba pasar por ellos. Pero no me fueron nunca mal los orales, dada mi facilidad para expresarme en latín, len– gua impuesta en toda la docencia por la Deus scientiarum Dominus. Mi mala ca– ligrafía me hizo alguna traición en los escritos, pero sin disgustos mayores. El examen de licencia, llamado allí «de universa philosophia», tenía que durar una hora con cuatro examinadores. Salió a mi gusto. Y el director de mi tesis me felicitó por el informe que le dieron los que en él tomaron parte: P. Dezza, rec– tor de la Universidad y más tarde susti– tuto del general de la Orden, P. Arrupe; P. Muñoz Vega, años después rector y finalmente cardenal de Quito; J. Goena– ga, el fácil profesor de ética, sonriente y animador; A. Naber, penetrante exposi– tor de Historia de la Filosofía. Con este último mantuve un coloquio filosofal sobre conexiones y contrastes entre los grandes pensadores: de Platón a Kant, de Aristóteles a Hegel, teniendo por eje de referencia el sistema de Santo To– más. All right. Más importancia tuvieron en mi for– mación los llamados ejercicios prácti– cos. Dos me merecen especial recuer– do: la «exercitatio ad licentiam» -en España «tesina»- y la tesis doctoral. Claves en mi formación, con influjo persistente y acrecido hasta este avan– zado momento de mi vida, debo dar de ambas detenido informe. La «exercitatio» la inicié al comienzo del segundo curso para presentarla al fi– nal de tercero. El tema que ya entonces me intrigaba era la definición que de li– bertad da Santo Tomás: <1acultas electi– va mediorum, servato ordine finis». Me parecía poco dignificante de este gran don humano. Por el contrario, el análisis que San Buenaventura da del libre albe– drío me entusiasmaba ya entonces. Y me sigue entusiasmando. Afirma que el libre albedrío no consiste tanto en que pueda elegir esto o lo otro, sino en que cuanto elige, lo elige «ad sui ipsius imperium». No en correlación con lo que el entendi– miento propone. Distinguir y establecer la mutua cau– salidad entre las potencias superiores del alma, me pareció excelente para mi «exercitatio ad licentiam». En ella ya trabajé bajo la dirección de G. Delannoy, que continuaría asesorándome en la di– rección de mi tesis doctoral. En efecto; mi tesis, «El voluntarismo de San Buenaventura», fue el desarrollo de mi «exercitatio» para la licencia, as– cendiendo del voluntarismo psicológico al voluntarismo metafísico de la idea de Bien. Hubiera deseado adentrarme tam– bién por el voluntarismo místico. Pero la premura del tiempo, bajo el impacto de la guerra, no me lo permitió. Me atuve a los dos primeros aspectos mentados, desarrollados respectivamente en las dos partes de la tesis. Fue premiada con me– dalla de oro. Pienso que ello fue debido a que en la primera parte expuso con má– ximo rigor las relaciones estructurales que San Buenaventura establece entre el entendimiento y la voluntad, subrayando la autonomía de ésta respecto de lo que propone el intelecto. Esta autonomía es la raíz del don de la libertad. Más mérito se dio a mi aportación al voluntarismo metafísico de San Buenaventura, centro en la idea de Bien. Intenté mostrar cómo esta idea viene a ser la raíz última de todas las comunicaciones divinas, tanto ad intra en el misterio trinitario, cuanto ad extra en la creación de todos los seres. Defendí la tesis el 28 de junio de 1943, fiesta de San Ireneo. Ante el tribunal el director de la misma anotó que era «tesis muy irénica», pese a ha– llarse inmersa en cuestiones muy dispu– tadas. Por su parte, el tribunal ponderó el hondo tema estudiado y el método ri– gurosamente científico con que había sido desarrollado y expuesto. Pese a tan augurales principios la his– toria posterior de mi tesis ha motivado desilusión en quienes me la dirigieron y aprobaron con encomio. Pero mi con– ciencia me dice que he vivido de ella du– rante el medio siglo de vida intelectual que ha seguido a su defensa. La inmedia– ta publicación de la misma fue impedida porque, al volver de Roma, tuve que ejercer una docencia intensa, motivada por la falta de personal que siguió a la guerra. Por mi parte no me acuciaba la prisa. Todo llegará, me decía. Aspiraba, además, a completar el voluntarismo psicológico y ontológico con el místico. En este sentido iba ordenando mis ulte– riores reflexiones. Pero como me llegó a urgir tener el título oficial de doctor, me vi obligado a cumplir el último requisito: publicar parte de la tesis. Inicié, pues, la publicación de la misma con este título: «El voluntarismo psicológico de San Buenaventura», Estudios Franciscanos, 53 (1952), 389-396. La benevolencia de mi Universidad hizo que tan breve ex– tracto de mi tesis lo juzgara suficiente para otorgarme el título oficial de doctor en filosofía . Pero a esta benevolencia he querido corresponder con ulteriores pu-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz