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ANÁLISIS E INVESTIGACIÓN ban pidiendo ser abordados a pleno me– diodía. Uno de ellos, la crítica construc– tiva en la que estamos ahora inmersos y a la que desearía contribuir por mi parte con estas reflexiones sobre mi íntima vida intelectual. Dado este preámbulo como una espe– cie de «composición de lugar», puedo entrar de lleno en la descripción infor– mativa de mis cuatro años en la Univer– sidad Gregoriana. Tres aspectos quiero poner en relieve: la organización esco– lar, el espíritu universitario y mis viven– cias más significativas. a) La organización escolar distin– guía, siguiendo a la Deus scientiarum Dominus, tres clases de asignaturas: principales, auxiliares y especiales. Un crítico diría que en la docencia universi– taria los papeles eran inversos, pues se explicaban a muy alto nivel las auxilia– res y especiales y de modo más elemen– tal las principales. Pone esto en relieve la docencia de R. Arnou, autoridad reco– nocida en la historia del platonismo y neoplatonismo. Fui oyente suyo el pri– mer año en Metafísica y al final del cuarto en un cursillo sobre Historia de las grandes metaf{sicas. Primero repe– tía, con gestos muy suyos tomados por los alumnos en fotografía -conservo alguna-, su texto escrito, Metaphysica Generalis. A los alumnos que se inicia– ban les agradaba su fondo y forma. Yo, por el contrario, lo hallaba demasiado elemental. Muy distinta era su docencia en su curso último, cuyos apuntes con– servo. Con penetrante visión mostraba la trabazón interna de los grandes siste– mas. De su exposición de Plotino mis apuntes recogen los tres pasos ascen– dentes - «gressus>>, decía mi profe– sor- por los que la mente asciende más allá del ser y de la inteligencia hasta su inmersión en el Uno. Qué abismal dife– rencia entre este profesor de los siste– mas metafísicos y el que exponía la Me– taphysica Generalis. En ello comencé a ver ya entonces la pedagogía progresiva que cultivaba mi Universidad. Esta pe– dagogía progresiva en la enseñanza de los saberes humanos ha tenido siempre todas mis preferencias, no obstante la poca simpatía que parece merecerles a doctos profesores. La asignatura desa– rrollada a más alto nivel era la Historia de la Filosofía, cuyas luminosas leccio– nes han quedado grabadas en mi memo– ria hasta el día de hoy. La mayor dificultad que topé, al ini– ciar mi curso universitario, fue en filoso– fía de la ciencia. Al iniciarlo en noviem– bre de 1939 exponía el asesor técnico de Radio Vaticano, De geometria non eu– clidea. Explicaba con máxima claridad pero me era muy difícil seguirle su expo– sición. Como mi formación matemática AUTOPERCEPCIÓN INTELECTUAL no era suficiente, me pasé las Navidades de ese año estudiando las geometrías no euclídeas. Me intrigaba saber responder adecuadamente a lapregunta que reitera– damente proponía el profesor Soccorsi: Estne revera rejicienda neccesitas abso– luta legurñ geometricarum? Completó el profesor Soccorsi su filo– sofía de la ciencia con otros cursos ulte– riores: De theoria relativitatis, De theo– riis explicativis in re physica, etc. Estas lecciones y la Cosmología, texto escolar de P. Hoenen, holandés, de quien seco– rría por la facultad ser discípulo de H.A. Lorenzt, me hicieron tomar conciencia de este magnífico campo de la ciencia mo– derna, que me ha siempre fascinado. Muy gratas me han sido mis conversaciones sobre la misma con el profesor Wolfgang Strobl, el traductor de la obra de Wemer Heisenberg, Diálogos sobre la física ató– mica. Pero no he podido entregarme de ciones lógicas y los hechos duros de la historia, éstos han estado más cerca de mí con sus desgarradores guiños. A los hechos humanos -del pensar y del vivir me he atenido preferentemente, para tra– tar de conocerlos e interpretarlos. No es– toy arrepentido de ello. b) El espíritu universitario que tras– piraba la Gregoriana era estimulante. En los cuatro años de mi estan::ia nunca oí hablar de dedicación plena, por la razón sencilla de que todos los profesores la practicaban. El citado profesor Soccorsi, que vivía en el Vaticano, rezumaba dedi– cación total en el sumo interés con que impartía sus lecciones. Acababa su lec– ción con sotana de harinero por culpa de la tiza empleada en el encerado. Et sic de caeteris. En mi larga vida de profesor he recordado reiteradamente estos decha– dos para tratar de reproducir sus mejores rasgos. Sesión de estudio en la biblioteca de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Santander, 1980 lleno a tan excelso saber ante mi irrenun– ciable atractivo por la temática histórico– metafísica. Con la filosofía de la ciencia va hoy muy unida la logística o lógica matemá– tica. Nunca he comprendido el des– interés de mi universidad respecto de la misma. En conferencia pública se pon– deró que Ch. Boyer la había dado a conocer en su Cursus Philosophicus (1, 2.ª ed. París, 1950, pp. 160-163). Pero estas páginas son claramente insu– ficientes para una formación universita– ria. Y por añadidura, sin comentario por parte del profesor de esta asignatura. He pagado caro este fallo. Nunca, pese a mi esfuerzo, he podido repararlo plenamen– te. Ello también debido a que ha queda– do marginal a mis grandes preocupacio– nes mentales. Mi pensamiento cristiano me ha llevado por otros caminos que he juzgado más decisivos. Entre las correla- En lo que atañe a la relación de profe– sorado y alumnado, no había obstáculo oficial alguno, y dependía del peculiar talante de cada profesor -y de cada alumno--. Modelo en estas relaciones era el director de mi tesis, el belga G. De– lannoy, quien con su perenne sonrisa irradiaba acercamiento y diálogo. Pero siempre guardadas las distancias. Éstas eran tales que los alumnos no teníamos intervención alguna en la marcha de la Universidad. Tan sólo en informes pri– vados podíamos hacer oír nuestro pare– cer y juvenil criterio. La docencia estaba enmarcada dentro de la Deus scientiarum Dominus. Ésta exigía que la síntesis doctrinal fuera pro– puesta «ad methodum et principia S.Thomae Aquinatis». Con esta cláusula ulterior: «Ex hac autem doctrina diversa philosophorum systemata examinentur et diiudicentur» (art. 28). Hoy nos pare- 122/ 123 ANTHROPOS/49

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