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EDITORIAL la salud, el alimento , la abundancia, la gloria, el honor, la paz, to– dos los bienes? Así, en efecto, se entiende rectamente lo que dice el Apó_stol : Dios lo será todo para todos. Será meta en nuestros de– seos El mismo, a quien veremos sin fin , amaremos sin hastío, ala– baremos sin cansancio. Este don, este afecto, esta ocupación será común a todos, como lo es la vida eterna.[ ...) [La Ciudad de Dios.] Sabemos que tú amas la verdad, porque e/ que obra la verdad vie– ne a la luz. Quiero obrar la verdad en mi corazón, ante ti por esta confesión mía y ante muchos testigos que lean este eser to.[...) Grande es esta fuerza de la memoria, verdaderamente prodi– giosa, Dios mío. Un inmenso e infinito santuario. ¿Quién puede lle– gar a su fondo? Es una potencia de mi alma que pertenece a mi na– turaleza. Ni yo mismo alcanzo a comprender lo que soy. Significa en– tonces que el alma es demasiado estrecha para contenerse a sí misma. ¿Pero dónde está la parte que no cabe en ella? ¿Acaso está fuera de ella y no en ella? ¿Cómo, entonces, no se puede E.barcar? Todo esto me llena de admiración y me abruma. Veo que los hombres viajan para contemplar, admirados, las cumbres de los montes, el oleaje embravecido del mar, la ancha co– rriente de los ríos, la inmensidad del océano y el giro de les astros y se olvidan de sí mismos. Para nada se admiran de que 1inguna de estas cosas que acabo de mencionar, las estaba viendo ahora con mis ojos. Y con todo, no podría nombrar los montes y las olas y los ríos y los astros que percibo con los ojos, y el océano cue creía que no existía, a menos que los pudiera ver en mi memoria con los ojos del alma y con dimensiones tan grandes como si los viera fue– ra de mí. Y no es que haya absorbido tales cosas con mis ojos , ni que ellas estén dentro de mí. Sólo están dentro de mí sus imáge– nes. Sólo sé lo que en mí está impreso y por qué sentido del cuer– po ha entrado cada imagen.[.. .) ¿Dónde, pues, te encontré para poder conocerte? Porque tú no estabas en mi memoria antes de que yo te conociera. ¿En dón– de, pues, te hallé para conocerte, sino en ti mismo, que Estás so– bre mí? Entre tú y yo no hay espacio. Tú, que eres la Verdad, vas por delante en todas partes de todos los que te consultan y res– pondes a todos, aunque te pregunten cosas diversas . A todos respondes claramente, si bien no todos lo entienden con claridad. Todos te consultan lo que quieren , pero no siempre oyen lo que quieren . El mejor servidor tuyo es aquel que no desea tarta oír de ti lo que él quiere como querer lo que de ti oyere. [Confesiones.) Dios te bendiga. Dígote, como mejor acertare, sobre el negocio de tu alma, que las cosas que te impiden amar al Señor Dios y cual– quier estorbo que te pongan los frailes u otras personas, a,.mque te azotasen , debes considerarlo todo como una gracia. Y así has de quererlo y no de otra manera. Y séate esto como una verdadera obediencia que rindes al Señor Dios y a mí, pues sé de cierto que la tal es verdadera obediencia. Y ama a los que te hacen estas co– sas y nada recabes de ellos, sino lo que el Señor te diere ; '.✓ en esto les darás pruebas de amor, en querer que sean mejores cristianos. Y esto será para ti más que vivir en un eremitorio. Y en esto quie– ro conocer si amas al Señor y a mí, siervo suyo y tuyo, si hicieres esto, a saber: que no haya en el mundo fraile, el cual pece.re cuan– to haya podido pecar, que, después que vea tus ojos, se E.parte ja– más sin tu misericordia, si la hubiere pedido, y si no te IE. pidiere , ruégale tú que te la pida. Y si mil veces volviere a comparecer en tu presencia, ámale más que a mí, para que le traigas al Señor, y ten siempre compasión de los tales. De todos los capítulos que hay en la Regla y que tratan de los pecados mortales haremos , con la ayuda del Señor y con el con– sejo de los frailes , el siguiente decreto en el Capítulo de Pente– costés: «Si alguno de los frailes , por instigación del enenigó, pe- care mortalmente, está obligado por obediencia a recurrir a su Guardián ». Y todos los frailes que supieren de su pecado no le avergüencen ni afrenten, antes tengan gran misericordia con él y encubran el pecado de su hermano, pues no han menester de mé– dico los sanos, sino los enfermos. Igualmente estén obligados por obediencia a enviarle, con un compañero, al Custodio. Y el Cus– todio provea a su necesidad con misericordia, como querría que se hiciese con él, si se hallase en caso semejante. Si alguno cayere en pecado venial, confiésese con un fraile sacerdote, y si no hubiere allí sacerdote, confiéselo a un hermano, hasta encontrar sacerdote que pueda absolverle canónicamente, según queda dicho; y éstos [hermanos) no tengan absolutamente facultad de imponerles otra penitencia que ésta: Vete y no quieras pecar más. Guarda este escrito , para su mejor observancia, hasta Pen– tecostés ; allí te reunirás con tus hermanos. Y estas cosas y lo de– más que falta en la Regla procura cumplirlo con la ayuda del Señor Dios. [...) Te hablo, hijo mío, como una madre. Todo lo que platicamos en el camino lo resumo y confirmo brevemente en estas palabras. Si después te fuera preciso llegarte a mí para recibir consejo , he aquí lo que te digo: «Cualquier medio que mejor te parezca para agradar al Señor Dios y seguir sus huellas y pobreza, ponlo en práctica con la bendición de Dios y mi obediencia. Y si por el bien de tu alma o para otro consuelo tuyo necesitas y quieres hacerme visita, ven , hermano fray León». [...) Te ruego, Señor, que la fuerza abrasadora y meliflua de tu amor absorba de tal modo mi mente, separándola de todas lasco– sas, que muera por amor de tu amor, ya que por amor de mi amor te dignaste morir.[...) Altissimu, omnipotente, bon signare, tue so le laude, la gloria, el honore et onne benedictione. Ad te solo, Altissimo, se confano, et nullu hamo e ne dignu te mentovare. Laudato sr, misignore, cum tucte le tue creature, spetialmente messer Jo trate so/e, lo qua/e iorna e a/lumini noi per /oi. E el/u e bel/u e radiante con grande splendore; de te, Altissimo, porta significatione. [Escritos de San Francisco.] Bien que anhelase salir de este mundo, como de un destierro, Fran– cisco, aprovechadísimo y feliz caminante, se servía no poco de los objetos que en el mundo se admiran. Muchas veces lo consideraba, con respecto a los príncipes de las tinieblas, como ancho campo de batalla; con respecto a Dios, cual clarísimo espejo de su bondad . En cualquier objeto admiraba al Autor, en las criaturas reconocía al Criador. Regocijábase en todas las obras de las manos de Dios, y en espectáculos agradables no perdía de vista el motivo y la cau– sa viva. Admiraba en las cosas hermosas al Hermoso por exce– lencia, y todo lo veía bueno para él y óptimo para quien nos ha crea– do. Buscaba por todas partes e iba siempre en pos del Amado por las huellas impresas en las criaturas, y de todas formaba como una escalera para llegar al divino trono. Reunía en su ternísimo afecto de devoción todas las cosas, hablándoles del Señor y exhortán– dolas a su alabanza. Dejaba sin apagar las luces, lá11paras, velas, no queriendo extinguir con su mano su resplandor por ser símbo– lo de la luz eterna. Caminaba con reverencia sobre las piedras, en atención a Aquel que a sí mismo se llamó piedra. Cuando debía re– citar el texto «In petra exaltasti me» (en la piedra me ensalzaste) , para rezarlo con mayor reverencia decía: «Subtus pedes exaltasti me» (de debajo los pies me ensalzaste). Prohibía a los religiosos cortar los árboles de raíz , para que hubiera esperanza que brota– sen de nuevo. Mandaba al hortelano que los últimos espacios del 122/ 123 A"\JTHROPOS/3
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